Novísimos de Sinaloa
León Guillermo Gutiérrez, llevando en la frente el nombre de Gilberto Owen, nos entregó esta breve antología de novísimos de Sinaloa. Se trata de una poesía en proceso y en ebullición que crece al amparo de la luminosidad de la palabra al alba de la adolescencia. Carlos Mijail Lomas es fiel a los emblemas de su tiempo y en su poesía se estremece un tigre de Blake o de Lizalde. Andrea Miranda se detiene en la luz y su rito para un pez ciego. Francisco Alcaraz, sitiado en su casa, ve al padre y a la madre y asume sus herencias, mientras Santos Javier Velázquez oficia los ritos amorosos y descubre a su modo los misterios de la especie en un cuerpo tendido y abismado
Sinaloa sólo ha dado hasta hoy un gran poeta: Gilberto Owen (1904-1952), perteneciente al grupo de Contemporáneos y uno de los precursores del poema en prosa, de quien Octavio Paz escribiera: Contra el muro de estériles lamentaciones, lo mismo en el amor que en la pasiones más sencillas, el poeta aceptaba el único refugio: la desesperación. Mas nunca acudía al grito, al escándalo, sino a la horizontal desolación que acompaña a quien, encerrado en sí mismo, se ajusta a las normas que su soledad le da. A casi un siglo de su nacimiento, en su estado natal hay una efervescencia poética encabezada por un grupo de jóvenes que apuestan por la poesía misma, muy diferente de aquella que se da en la grandes ciudades, llena de rabia, desolación y falsa audacia retórica. Poesía en proceso y en ebullición, que crece al amparo de la luminosidad de la palabra al alba de la adolescencia, palabra de pájaro en vuelo sobre acantilados, olas, truenos, que por obra del lenguaje es sitiada en el verso donde se albergan los sueños, la sombra de la infancia y el trazo de la piel de la joven poesía.
El rumor de la palabra donde vives
Carlos Mijail Lomas Alfaro
(1979)
Me abrasas y entonces caemos:
dos gotas mezcladas en el hocico
del tigre que nos mira,
que se busca constante
en las sombras que la casa aún
proyecta.
Tú eres quien habla del no ascenso
y de la estrella
quien monta al tigre con flores secas
en el pelo,
quien no teme a lo constante de los
días,
quien no teme salirse de mi sueño.
Andrea Miranda
(1978)
Sobre un minuto oscuro
la claridad de carne se sostiene
Entonces dibuja el movimiento
y lo respira
tensa la curva
agita la sangre
El calor nace de los pies de la mujer
y la mano sudorosa
tiembla
De la tinta se escurre un deseo
Y desliza suave y tibia la humedad
(rito de luz
para un pez ciego)
Francisco Alcaraz
(1979)
I
Una casa erigida a golpes en los muros,
es reanudado testamento en los misterios de la sangre.
Santos Javier Velázquez
(1979)
A tu encuentro,
Salamandra suspendida como isla en
los albores del canto,
Llamarada danza de avispas sobre las
estaciones
de la selva,
Cuerpo tendido y abismado,
Misterio erguido como el verano sobre
el páramo,
Ahí albergan mis sueños,
Ladera inhóspita que sucumbe
a la caricia del escorpión,
Al viento ardiente de mis manos,
Tu espalda es frontera,
Espejo donde el fuego esculpe la sombra
de la caza
del tigre,
En tus pechos se cumple la redención
de la sangre
al temblor de mis
labios.
El tiempo al llegar el alba,
Recoge en su urna las cenizas yacentes
en tu esbeltez
Y vela el reposo de la tormenta.