LUNES Ť 12 Ť MARZO Ť 2001

CIUDAD PERDIDA

Miguel Angel Velázquez

Ť El silencio de las televisoras
Ť Un Zócalo zapatista

Déjeme platicarle, ahora que usted no pudo ver en directo y a toda distorsión lo que le pasó ayer a la capital de México, perdón, a todo México.

Resulta pues que ayer en el Zócalo de la capital del país se pintó otra Z grande, majestuosa, inolvidable: la Z de los indios, la última del abecedario, pero ayer la primera, la única, la del zapatismo.

FUE UN domingo curioso: al oriente, por encima de Palacio Nacional, se miraba casi clara la Mujer Dormida, y al norte, bien claritas, las antenas repetidoras de las estaciones de televisión enclavadas en el Cerro del Chiquihuite, y aquí en el centro, brillantes en sus atuendos, los indios que tomaron el Zócalo.

CURIOSO Y además raro el domingo de ayer; raro y memorable como casi ningún otro. Las familias llegaban juntas sin miedo, sin ningún temor a los asaltos o a los secuestros. Caminaban juntos Saramago, Sabina y a un lado también Miguel Ríos. Alrededor de ellos chavos punk, niños con sus padres, pero ningún chamaco y todos confiados, confiando uno del otro, tranquilos.

SEGURAMENTE HABIA carteristas y farderas, pasearon por allí las ojeras alargadas y profundas de alguna prostituta y se perdió entre la multitud, sin duda, uno que otro coyote, también los trabajadores de los bancos, los sindicalistas libres del corporativismo, las señoras de su casa y gente y más gente.

NO VALEN las cuentas. Habrá quien diga que fueron 50, 100, 150 mil o más, quién sabe, lo más seguro, para no errarle, es decir que sí, que eran chingo, chinguísimos ríos de gente para no dejar escapar el lugar común, porque ese sí vale. Ahora sí.

LOS QUE sólo aceptan que la paz está en la tele y en Los Pinos, comentaban que llegaron muchos curiosos, nada más para ver, nada más de metiches, pero algo sí es cierto, todos salieron convencidos.

Y ES que nadie tuvo que cuidarse de nadie. Nadie caminó con la mano aferrada a la cartera o escondiendo los relojes. Ninguna mujer, cuando menos que a mí me conste, tuvo que responder sonrojada o con gritos a las manos groseras, anónimas que siempre se extienden en las muchedumbres.

QUÉ RARO domingo, reconocían con un "ni modo" los que aseguraban que el acto sería un fracaso después de pasear los ojos de un lado a otro sin encontrar a la policía represora que añoran. Tampoco había partidos políticos ni líderes acarreando contingentes, pero eso sí, los grupos de amigos que esta vez no se "quedaron en casita a ver y a sentir su pasión por el futbol", estaban felices.

ES CIERTO, los zapatistas llegaron tarde, tardaron siglos en llegar, pero están a tiempo. La lucha en contra del neoliberalismo que no cesa, pero que aquí topa con indios, con indios zapatistas, está en su momento.

LE CUENTO todo esto porque esta vez seguramente usted no podrá ver el Zócalo lleno de gente. Las televisoras habrán buscado los rincones semivacíos, habrán hecho tomas bien cerradas para evitar la imagen del Zócalo pletórico de angustias y esperanzas.

COMO PODRIAN lanzar al aire tal imagen, sería tanto como avergonzar a su Azteca. Se vería ridícula aquella muchedumbre mansa con las manos llenas de tubitos fosforescentes balanceándose al ritmo de un himno robado, contrahecho, desafinado. Sería ridículo.

COMO SE verían en su televisor los cientos, los miles que levantaban la mano izquierda así, sin confusiones, la V de la victoria también robada por la otra mano, la del otro lado, la derecha.

NO, LA verdad eso era imposible. Ni soñarlo, dirían los productores que quieren trasmitir cosas ligeras y chistosas, divertidas para que la gente se olvide del tamaño de su jodidez y en la próxima encuesta, si alguien les llega a preguntar, digan sí, ahora somos bien felices y el IVA y el aumento al gas y todo lo que les duele sea nada más chistoso.

EN FIN, usted perdonará que este espacio no tenga imágenes vivas, contantes y sonantes, ni dure cuatro horas continuas, pero a falta de tele ahí les dejo esto que ayer vivimos muchos mexicanos.

Y CREO que los más fueron los niños, que se llevarán para siempre el retrato de este Zócalo de las dos Z que ayer, en un domingo raro, curioso, poco usual y memorable se inició un ahora, que nada tiene que ver con el hoy.

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