Lunes en la Ciencia, 12 de marzo del 2001



 

Los proyectos de desarrollo deben ser enfocados a necesidades reales

La ciencia en tiempos de cambio

Esther Orozco

Para que valga la pena vivir hay que amar, convivir con la naturaleza y alcanzar metas pequeñas y grandes, entre otras verdades de Perogrullo. Pero el mayor de los placeres humanos es el generar conocimiento y belleza. Al mismo tiempo, el conocimiento producido por la investigación científica es una divisa para el bienestar de la sociedad. Aun cuando a veces el uso de la ciencia signifique destrucción, a la larga, la humanidad se beneficia del conocimiento. Sin duda alguna, el saber es el motor de una economía sana y bien planificada.

Esta y la justa distribución de las riquezas repercuten en el nivel de vida de los ciudadanos. Entre mejor educación, mejor ciencia básica y mayor justicia tengan las naciones, los dividendos son mayores y se ven más pronto. Así, en la base de la pirámide del buen vivir está el bien saber.

Sin embargo, a pesar de los descubrimientos que el hombre y la mujer han hecho desde que existen sobre la tierra, el desconocimiento de la naturaleza es infinito. Nuestra vasta ignorancia debiera aminorar la soberbia de creer saberlo todo.

Pero más importantemente debiera llevarnos a reflexionar sobre la necesidad de discernir qué es lo que queremos conocer, para qué lo queremos, cómo lograrlo y cómo obtener el mayor provecho de lo aprendido. El superávit de esta reflexión sería el tener mejores sistemas de evaluación de la investigación científica y tecnológica, por medio de los cuales se determinara lo que avanzamos y lo que nos falta.

Sin ello, el conocimiento es como el oro de las minas en la época de la colonia y como mucha de la riqueza del México actual. Hizo felices a unos; pero a otros, a la mayoría de los mexicanos, los hizo y los mantiene como parias.

becas1 Los países de la geografía universal van por la ruta de la ciencia y la tecnología como andarines de una caminata super olímpica. Unos van en la punta, otros llegan al estadio ya vacío y otros, ni participan en la competencia. Los últimos son los que tienen niños desnutridos, los más golpeados por los fenómenos naturales y los diezmados por el sida, el ébola, la tuberculosis y las parasitosis.

La exclusión en la generación y uso del conocimiento y la ignorancia están en la base de otra pirámide, la de la corrupción, la discriminación y la pobreza.

La presión de los países ricos sobre los pobres aumenta la brecha en la aplicación del conocimiento para el desarrollo económico. Pero cada sociedad es también hacedora de su propio destino. La educación y la adquisición del conocimiento por los ciudadanos se inician en sus países. Tienen que ver con presupuestos, pero también con políticas, con lo que quieren los grupos en el poder, y en forma importante, con los medios de comunicación y sus programas, especialmente los de la televisión.

Sin una política de Estado que ubique a la educación, la ciencia y tecnología en sitios prioritarios no es posible ser un pueblo instruido, ni competitivo.

"Ser culto para ser libre", decía José Martí. Saber para aplicar y generar más conocimiento y con ello vivir mejor. Sin ciencia y tecnología vigorosas, México será sólo un país maquilador y de emigrantes, dependiente de los países dueños de los desarrollos tecnológicos. Es imperativo recordar que sin investigación básica no habrá tecnología de punta en México. Pero dejar de hacer investigación tecnológica, equivale a no convertir en beneficios tangibles las bondades del conocimiento.

Los mexicanos compartimos el deber de que la nación alcance un nivel digno en todos los ámbitos positivos del concierto internacional. La política es el instrumento para lograrlo; por medio de ella se promueven las acciones para construir una nación educada y libre.

Si esto no se da, los gobernantes deben responder por sus malas políticas. Los ciudadanos tenemos la responsabilidad de vigilar las acciones de quienes dirigen las instituciones nacionales, de ejercer la crítica y obligar a los dirigentes a conducir al país a mejores destinos. El reto de los mexicanos es lograr que nuestros centros, institutos y universidades sean los nichos formadores de líderes en todos los campos del quehacer humano, la cual no es posible sin educación, ciencia y tecnología.

Dentro del plan nacional de desarrollo económico deben contemplarse las metas de obtención, asimilación y aplicación del conocimiento. Tenemos que saber con toda claridad adónde queremos llevar a la investigación científica básica y tecnológica en nuestro país en los próximos cinco, diez y 20 años. Hay que diseñar las estrategias y realizar las acciones para emprender el viaje. Hay que establecer los parámetros adecuados para evaluar el cumplimiento de objetivos.

En la investigación científica mexicana, el énfasis se ha puesto en la evaluación. Es, como dicen en el pueblo, poner los bueyes detrás de la carreta. Aun así, se empuja y se avanza, aunque no lo suficiente. Se ha premiado y castigado sin poner en el contexto nacional a la investigación científica, sin diseñar el camino ni precisar sus alcances, sin dar las mismas oportunidades a quienes se les exige lo mismo. La evaluación de la ciencia no se ha basado en metas propuestas, porque si éstas existen no son explícitas ni se han socializado. Es tiempo de que los estímulos en la ciencia y tecnología mexicanas se otorguen de otra manera. Su eficiencia y eficacia deben evaluarse por el cumplimiento de sus misiones, sus visiones, sus metas, sus objetivos y sus estrategias. La evaluación que no da los elementos para corregir errores y subir al siguiente peldaño, es cuando menos injusta e inútil.

La autora es jefa del Departamento de Patología Experimental del Instituto Politécnico Nacional

[email protected]


Inicio