MIERCOLES Ť 21 Ť MARZO Ť 2001

José Steinsleger

El indio que salvó la República

De 1847 a 1867 México vivió y padeció de todo: separatismos inducidos, invasiones imperialistas, pérdida de territorios, bloqueos navales, guerras civiles que forjaron la identidad nacional y el drama litúrgico que en el Cerro de las Campanas consagró la voluntad de hacer un país en serio.

Los debates acerca de lo que fue el siglo XIX americano siempre serán enriquecedores: liberalismo y formas del "Estado-nación", laicismo y conservadurismo, civilización y barbarie. Aunque estériles serán los debates que relativicen el significado de aquel 25 de enero de 1862, cuando Juárez firmó la ley por la cual se consideró "...traidor a la patria a todo aquel que de alguna forma auxiliara a la intervención extranjera".

Entonces, el uso del telégrafo apenas empezaba a generalizarse. Sin embargo, los pueblos de América acusaron recibo. El gobierno de Colombia expidió un decreto declarando a Juárez Benemérito de las Américas (21/5/1865). Venezuela se puso a las órdenes del Ejército juarista. Bolivia envió a México una misión extraordinaria para presentar su solidaridad con el "paladín glorioso de toda la América". Buenos Aires celebró misas a la memoria de los mexicanos caídos en la defensa de Puebla de Zaragoza. La Sociedad Unión Americana de Chile donó 513 libras esterlinas para los hospitales de sangre de México.

Aquellos gobiernos no eran necesariamente populares, democráticos, socialistas o revolucionarios. Pero a diferencia de hoy creían en la necesidad de cerrar filas frente al imperialismo. Haciendo oídos sordos a la protesta continental, un tal senador Nye, de Washington, propuso "solucionar geográfica y estéticamente" (sic) los problemas del vecino sur más próximo, anexando a Estados Unidos todo el territorio de México en favor de la "simetría" (sic) de esta república (1866).

El proyecto no era novedoso. En el mapa que los cartógrafos de Washington dibujaron en 1812 vemos los territorios mexicanos de Tejas, Nuevo Santander, Coahuila, Nuevo México y parte de Nueva Vizcaya y Sonora. Territorios que Estados Unidos anexó en 1848 y mapa que incluía a Cuba, "...posesión indispensable para la defensa de La Florida y el Golfo de México" (Thomas Jefferson, 1807).

El 13 de enero de 1845, asegurando que México "...ha violado los límites de Estados Unidos, ha invadido nuestro territorio y ha derramado sangre norteamericana en suelo norteamericano", el presidente James Polk dio luz verde para la guerra que empezó en Palo Alto (California) y acabó en Churubusco y los bosques de Chapultepec. México perdió la mitad de su territorio y el presidente Polk anotó en su diario: "Yo pediría más".

Ese "más" incluía el istmo de Tehuantepec. En su libro El mito de Monroe, el historiador Carlos Pereyra (1871-1943) señala que tres empresas se disputaban la explotación del istmo: la de Vanderbilt, la de Morgan y Garrison y la de Jospeh White, primer promotor de la "comunidad ístmica" (1849). Dice Pereyra: "El presidente James Buchanan tenía los ojos puestos en Tehuantepec y Mazatlán para el tránsito interoceánico, y en Cuba para la expansión".

Los negocios de la modernidad en ciernes exigían el fomento de las tendencias separatistas. En enero de 1849, el cónsul mexicano en La Habana notificó a su gobierno que, con tales fines, agentes estadunidenses habían llegado a esta ciudad para dirigirse a Tampico.

Así fue que, en junio del mismo año, se BENITO JUAREZ publicó en Brownsville una "declaración unánime de independencia de los siete estados septentrionales de la Sierra Madre de México". Dos meses después, el coronel White, que había peleado en la guerra de castas de Yucatán, organizó en Nueva Orleans una expedición de 540 hombres para invadir Tamaulipas.

En febrero de 1852, el "conde" Gastón de Rousette de Boulbon desembarcó por primera vez en Guaymas. En la plaza de Hermosillo, el filibustero proclamó la "independencia de Sonora" pero en octubre del mismo año fue derrotado y apresado por el general Miguel Blanco y devuelto a California.

En ese contexto, se redactó el legendario y terrible Tratado Mac Lane-Ocampo de 1853, año en que México tuvo cuatro presidentes. El artículo primero del tratado decía: "...la República Mexicana cede a los Estados Unidos y sus conciudadanos y bienes, en perpetuidad, el derecho de tránsito por el Istmo de Tehuantepec, de uno a otro mar, por cualquier camino que actualmente exista o que existiese en lo sucesivo, sirviéndose de él ambas repúblicas y sus ciudadanos...".

El artículo 5Ɔ convenía: "...si en algún tiempo se hiciese necesario emplear fuerzas militares para la seguridad y protección de las personas y los bienes que pasen por algunas de las precitadas rutas (la República Mexicana...) empleará la fuerza necesaria al efecto; pero si por cualquier causa dejase de hacerlo (usar fuerzas militares para la 'seguridad' de las personas --y con 'personas' querían decir 'gringos'--), el gobierno de los Estados Unidos... podrá emplear tal fuerza con éste y no con otro objeto...".

El artículo 6Ɔ del Tratado MacLane-Ocampo fue una joyita: "La República de México concede a los Estados Unidos el simple tránsito de sus tropas, abastos militares y pertrechos de guerra por el istmo de Tehuantepec...".

Simultáneamente, la prensa de Estados Unidos empezó a hablar de guerra total y de extender la frontera hasta Centroamérica. El 2 de mayo de 1853, el United States Review de Washington explicó el motivo: "La plata amonedada nunca será abundante en Estados Unidos si sus fronteras meridionales no incluyen los yacimientos minerales del México central, ocupados ahora por un pueblo que no conoce o no aprecia su valor... No está lejano el día en que la iniciativa del sur se encauzará hacia dichas regiones, que le pertenecen... por los bien fundados y legítimos derechos de la industria y la inteligencia...".

En julio de 1854, al frente de 400 mercenarios estadunidenses y de otras nacionalidades, el "conde" Gastón retoma el intento de independizar Sonora, pero es apresado y fusilado por el general José María Yáñez, comandante militar de la plaza. El 3 de noviembre, el médico y esclavista William Walker desembarca en La Paz y en enero de 1855 proclama la "República de Baja California" y la "República de Sonora".

Derrotado por el Ejército mexicano, Walker regresa a California, donde un jurado lo absuelve y es aclamado como héroe por una multitud jubilosa. En enero de 1858, mientras el filibustero Henry Crabb intenta ocupar Sonora nuevamente, una asamblea de granjeros celebrada en Double Springs (Louisiana) acuerda "exterminar a la raza mexicana".

Las invasiones de los piratas no descartan la vía diplomática. En junio de 1858 Estados Unidos pide privilegios de tránsito y comercio en puertos y líneas férreas del istmo de Tehuantepec. Las misiones de Frosyth, Churchwell y Mac Lane tratan de imponer al presidente Benito Juárez que entregue a Estados Unidos la Baja California y le dé derecho de tránsito y otras prerrogativas en el istmo a cambio del reconocimiento del gobierno.

Ante el Congreso, el presidente Buchanan alude a la posibilidad de anexar todo el territorio de México, "país destrozado, a la deriva, bajo los impulsos de las diversas facciones", y ofrece extender "una mano servicial para salvarlo".

El 15 de junio de 1861 Benito Juárez asume la Presidencia de México por segunda vez y el Congreso decide suspender por dos años el pago de las deudas extranjeras con el propósito de examinar su validez.

Esta medida y el inicio de la guerra civil en Estados Unidos fue aprovechada por las potencias europeas. España, Francia y Gran Bretaña acuerdan una acción conjunta para tomar posesión de los puertos y aduanas mexicanas, en garantía del pago de la deuda.

Washington también buscó tajada. En junio de 1862, el secretario de Estado William H. Seward propuso que la Unión asuma los pagos de interés de la deuda mexicana durante un periodo de tres años, tomando a cambio un embargo preventivo sobre las tierras públicas en las provincias de Baja California, Chihuahua y Sinaloa.

En la lógica imperial del siglo XXI no se usa el verbo "anexar", caído en desuso porque ya no es rentable ocupar territorios por la fuerza. Empero lo de la "simetría" del senador Nye sigue vigente. Algo de esto veremos el mes entrante en la reunión cumbre de presidentes de Canadá, cuando los gobernantes suscriban sin chistar el Acuerdo de Libre Comercio de las Américas (Alca), permitiendo que en nombre de la "libertad" México y América Latina se fracturen al infinito.

La efeméride que hoy conmemoramos no es dato menor de historia. Pese a los esfuerzos de los historiadores "entretenidos", la historia de nuestra dignidad está lejos de haber sido cocinada o bien digerida.

Isidro Fabela llamó a Benito Juárez "gran indio que salvó la República, porque contó con el esfuerzo unánime de los liberales mexicanos...". La época y el pensamiento de Benito Juárez pueden ser vistos como temblores de historia pasada. Su espíritu y su causa hacen a las tareas pendientes del porvenir.