JUEVES Ť 29 Ť MARZO Ť 2001

Ť Ofreció el martes maratónico concierto en el Auditorio Nacional

Mark Knopfler homenajeó al silencio, haciendo rock

Ť Realizó un viaje por sus discos, zigzagueando entre pasado y presente

Ť Cuatro veces regresó al escenario, antes de finalizar su presentación

ARTURO CRUZ BARCENAS

mark 3 apunteCuatro veces tuvo que regresar Mark Knopfler antes de dar por concluido, el pasado martes, su primer concierto en el Auditorio Nacional. El viejo rocanrolero llevaba casi tres horas generando sonidos, variantes de una imaginación productora de atmósferas sentimentales, emotivas, y agitaba los brazos para buscar un poco de relajamiento muscular.

Entre el público ?muchos esperaron más de tres décadas para ver a este esteta? no faltó el que incluso lloró, cuando la historia trágica, pero de amor al fin, de Romeo y Julieta, halló un tono musical de romanticismo medieval, cortesano, y, sin embargo, actual.

Una noción domina en los temas del guitarrista inglés: la mesura. Sin aspavientos, ni parafernalias. Sólo la tecnología necesaria. Nada de lenguas largas ni caras pintadas.

Sea cual sea el género, Knopfler dejó en claro una verdad contundente: lo importante es la música. Ante los usos y costumbres de los conciertos, de esos moldes y poses que se repiten ya sea con los Backstreet Boys o con Juan Gabriel, el líder de Dire Straits hizo recordar la importancia del silencio y el murmullo. Una voz, por más expresiva que sea, puede perderse en el coro, en el vociferio.

Cuando algunos intentaron seguir el ritmo con aplausos el virtuosismo del inglés los apagaba. ¡Escuchen! No pierdan el tiempo ni la concentración, mandaba. No tardó lo optimista del artista. Knopfler iba en zig-zag; de un disco a otro, de su pasado a su presente, exhibiendo su estilo. El hombre es el estilo, y viceversa.

El poder de la imaginación sobre seis cuerdas, los requintos arcoiris con una escenografía de cielo nuboso, que cambió a lluvia de luciérnagas cuando la denuncia del dolor bélico se sintetizó en Brothers in arms, y su referente social en Irlanda y Medio Oriente.

El ritmo que se dirige a la locura: Sultans of swing. "¡Qué bonito tocas, cabrón!", gritó uno de voz aguardentosa. En las primeras filas, varios hacen su fiesta y bailan como si les dieran calambres en los cojones. "¿Y a esos qué les pasa?". Cada interpretación es rematada por Mark con ademanes, gestos varios; es la sustitución de la batuta. El rock, para lograr impacto, depende mucho de que el artista logre proyectar imagen, presencia escénica. Parece tan fácil tocar así.

El guitarrtista de Bob Dylan cierra su actuación con Money for nothing. Knopfler había recomendado al público que llevara sandwiches, pues el concierto, prometió, "va a ser largo". Lo fue, pero ni quién se acordara del pinche lunch. "Ya nomás nos falta Clapton", comentaron varios efusivos. Y The Who. Hagan su lista, pero no manchen. ¿No quieren que resucite Lennon ahora que viene Semana Santa?. El auditorio no se llenó, pero no hizo falta, los que no fueron, ahora sí, que se lo perdieron. Mark Knopfler rindió homenaje a la importancia del silencio, haciendo rock.