La Jornada Semanal, 15 de abril del 2001

Dos poemas


El Mar. Variación VII
(Kavafis)

Jorge Valdés Díaz-Vélez



Malherido de muerte por óxido y petróleo,
un pájaro agoniza sin trinos en la arena
que vio partir a Ulises, entre bolsas de aceite
y alambres enroscados. Lo levanto y me ira
desde su orilla lejana por última vez,
sin advertir que contemplo mi miedo en su frío,
sin comprender lo que significan las Ítacas,
sin saber que la brea o la plástica ponzoña
nos hicieron el viaje más largo hasta Fenicia,
sin saber de los Cíclopes ni de los Lestrigones
o del ámbar y el ébano de aquellas tierras
  altas
cuando mar y destino fueron la misma cosa,
la corta travesía del ojo a su deleite,
la emoción de partir al puerto gris del alba
y el viento a la deriva o con rumbo hacia el 
  abrazo
de un sol sin atadura, ni pausas, como el mar.
Sin pausas como el mar, el pájaro en el cuenco
negruzco de mis manos se aleja, poco a poco,
hasta ser una mancha de tóxico el paisaje.

 

Poema
 

Francisco Torres Córdova



Se abre paso la distancia en el fondo
de sí misma se convoca y salta
a la llama azul de sus espacios

Como a su semilla va
y viene de la luz que talla a la montaña
y en guijarros nubes y hojas
deja temblorosas las líneas de su huella

En el mar descansa

Sólo entonces la voz 
da un paso fuera de la lengua
cava en el aire su propia resonancia
su garganta de animal preciso

y tañe
el arco armado con el asombro de los nombres
a la vasta orilla del silencio