SABADO Ť 21 Ť ABRIL Ť 2001

Ť Un paro cardiaco fulminante detuvo la carrera del músico veneciano de 54 años

Murió Sinopoli, magistral batuta de Verdi

Ť Ensayaba el tercer acto de Aída en la Deutsche Oper de Berlín; sufrió un repentino desmayo Ť Era insuperable en el repertorio contemporáneo y el catálogo italianotradicional

PABLO ESPINOSA

Anoche, sobre el escenario de la Deutsche Oper de Berlín, Aída se enamoró de Radamés. Precisamente en ese instante, en el foso, Giuseppe Sinopoli se desplomó. Junto a su pecho, sobre el piso, la batuta quedó señalando hacia el silencio. Los médicos nada pudieron hacer.

sinopolitoLa consternación cundió de inmediato entre la melomanía mundial: perdemos una batuta comparable a sir Georg Solti, con la diferencia de que Sinopoli, a sus 54 años, apenas iniciaba la cosecha, parado en el podio en el umbral de la inmortalidad.

Un paro cardiaco fulminante detuvo una carrera que prometía por lo menos cuatro décadas más de gloria para él y para el mundo.

Transcurría, hace apenas unas horas en Berlín, el ensayo del tercer acto de la ópera Aída, de su tocayo Giuseppe Verdi y Sinopoli, reconocido ampliamente como una de las máximas figuras de la nueva generación de directores, sucesora de los Solti, los Bernstein, los Karajan, los Bohm, al lado de sus pares: Welser-Most, Abado, Giulini, Ozawa, se disponía a celebrar dos muertes: la del compositor Giuseppe Verdi, que ocurrió hace cien años, y la del director teatral Goetz Friedrich, que ocurrió hace apenas unos días.

No faltará quien diga que las maldiciones faraónicas existen, porque Goetz Friedrich murió de manera similar a la de su compañero de trabajo Giuseppe Sinopoli: preparando precisamente el montaje de esta ópera, cuyo estreno estaba programado para este domingo.

Goetz Friedrich era el director escénico de este montaje. Giuseppe Sinopoli era el director musical. Ambos están muertos. El estreno está suspendido. Los melómanos del mundo, consternados.

Así como Sinopoli dejó su sinfonía inconclusa en el tercer acto, Friedrich también estuvo a punto de terminar el trazo escénico. Bajo sus lineamientos póstumos se iba a estrenar mañana Aída y el director musical, Sinopoli, había ya dedicado de antemano tal estreno a su colega Friedrich y no sólo eso, también --y que los faraones nos disculpen-- había escrito días antes de morir un texto para ser incluido en el programa de pierna del estreno que resultó profético.

Citando un pasaje de una tragedia de Sófocles, Edipo, Giuseppe Sinopoli apuntó en el texto que era para homenajear póstumamente al director escénico, Friedrich, su propia tragedia de director musical: "Que el destino os sea favorable y que siempre os acordéis de mí con alegría, cuando esté muerto".

Cuando Aída entornaba por vez primera y definitiva su vista hacia Radamés, la noche de este viernes en Berlín sobre la escena, en el foso de la orquesta los atrilistas voltearon la vista hacia su jefe, tendido a sus pies hasta que los socorristas que acudieron prontamente lo trasladaron, inconsciente, al Centro Cardiaco Alemán.

Un par de despachos de la agencia noticiosa alemana Dpa dejaban, la tarde de este viernes, hasta ahí la historia: "Música/ Berlín: Sinopoli sufrió desmayo en representación de Aída". Una hora después, un flash mató las esperanzas: "Murió Giuseppe Sinopoli tras desmayo en Aída".

Nació en Venecia hace 54 noviembres. Hizo que en su persona brillaran con igual linaje dos profesiones nobles: músico y médico. Vivía las horas de vigilia de estudiante entre el Conservatorio de Venecia y la Facultad de Medicina de la Universidad de Padua. Obtuvo el doctorado en medicina en 1972 con una tesis con el tema de la antropología criminalística. Otro posgrado le fue conferido por una disertación serena acerca de la fisiología de la región cerebral merced a la cual tenemos la facultad del oído.

Se hizo músico en Darmstadt, una de las cunas (junto con Cracovia, París y Aspen) de la música del siglo veinte y fue alumno directo y dilecto de Bruno Maderna y de Karlhein Stockhausen. En Siena se hizo luego delfín de otro ilustre recientemente fallecido: Franco Donatoni, un genio comparable en mente y físico a Rossini. Tal genealogía italiana la enarboló Sinopoli con una obra maestra que legó como compositor: su única ópera, Lou Salome, inspirada en ese personaje fascinante, la mujer de Nietzsche.

Como director de orquesta Sinopoli nos dejaba temblando de emoción en vivo y en un estado de levitación virtual en disco compacto. Insuperable en el repertorio contemporáneo, en el catálogo italiano tradicional y en territorios sagrados: Mozart y Mahler, entre ellos. Es decir, un músico dionisiaco por completo, nietzcheano cabal, hasta la tragedia.

Carajo, así es el crepúsculo de algunos ídolos. Un bel morir.