Jornada Semanal,  22 de abril del 2001
ANTESALA



Cuando la ironía huele a cinismo.¿Se ha especulado demasiado en torno al IVA traidor aplicado al libro en particular? Esta pregunta a propósito de las ironías de Jorge G. Castañeda, ahora secretario de Relaciones Exteriores –por lo cual, imagino, ya dejó de ser él mismo intelectual, bandera con la que se amparaba hasta hace unos dos o tres años, cuando promocionaba su libro sobre la Nueva Izquierda latinoamericana en entrevistas por la cnn, canal donde se le mencionaba como un “destacado intelectual mexicano”–, cuya arrogancia apenas se compara con su inconsistencia ideológica disfrazada de realpolitik, a la manera de Héctor Aguilar Camín (hablemos de contemporáneos) y Jorge Alcocer (ex subsecretario de Gobernación y feroz defensor priísta durante las elecciones). Me preocupa sobre todo la displicencia de Aguilar Camín, dueño de la Editorial Cal y Arena, ante el famoso IVA. Si no ha saltado es porque esta medida no le afecta mayormente el bolsillo. Incluso, es muy probable que la medida beneficie aún más a los empresarios, quienes, como todos sabemos, acostumbran jinetear alegremente los impuestos (como el impuesto sobre la renta) y las prestaciones sociales de sus trabajadores (como el sar y el seguro social). Así, Gil Díaz quiere matar varios pájaros de un tiro: beneficia al gobierno, haciendo que ingresen en sus arcas los recursos suficientes para pagar la deuda de los rescates bancario y carretero, y les echa una manita a los empresarios en su necesidad de encontrar financiamientos, no de los bancos, cuyos créditos siguen (y seguirán) siendo muy altos por la escasa capitalización que deja la huida de los ahorradores, sino de donde menos se esperaban: sus propios trabajadores. Además, en este plan, se favorece de una retorcida manera la creación de empleos. Algo así como: “Te doy empleo pagándote el salario mínimo, me das tu IVA, tu sar, tu seguro social; también le pagas por mí el IVA al gobierno y todos quedamos muy contentos.”

La Teoría del Complot. No quiero decir que lo anterior sea un cálculo premeditado por Gil Díaz, sus asesores y sus maestros. Nadie es tan inteligente como para montar en la escena de la realidad un plan tan complicado y tenebroso como éste. Quiero decir, nadie puede manipular la secuencia económica hasta tal grado de detalle. Sin embargo, basta trazar las líneas generales y echar a andar la Máquina para que los resultados se acomoden de tal manera que estos efectos descritos se generen sin que el secretario de Hacienda meta su diabólica mano. Hay que recordar que en regímenes distintos al nuestro, como el norteamericano, el alza de impuestos se identifica con el Partido Demócrata, el cual en efecto, casi siempre propone gravar a los más ricos para poder financiar los programas sociales que el gobierno debe implementar a favor de las minorías étnicas y los más pobres (que por lo general son los mismos). Por el contrario, el Partido Republicano (léase la derecha) aboga por bajar los impuestos y recortar los beneficios sociales, pues de tal manera benefician a los señores del dinero y a la gruesa clase media de ese país (que, como la bulímica nuestra, es la que realmente alimenta las arcas del erario, ya que son los contribuyentes cautivos de su propio nivel de vida a crédito). Aquí pues, como buen país “surrealista”, corrupto y aguantador, todas las cosas funcionan al revés. La derecha y su gobierno abogan por el alza de impuestos; y tan les conviene, que dicen sufragar a los más pobres con una limosna en efectivo de 108 pesotes donde el copete, según sus cuentas, está en los setentaitantos del águila que le regresan al pobre después de que su (del pobre) contador deduzca religiosamente su IVA; o de que el pobre obtenga su Credencial de Pobre, llenando en la Secretaría de Hacienda las quince planillas necesarias con un alfabeto que no sabe escribir. Claro que como los ordenadores ya saben traducir la voz a palabras escritas se puede subsanar la mitad del problema; la otra mitad se encuentra en que no podrán leer los dichosos cuestionarios. Pero algo es algo, ¿no?

La reforma que se muerde la cola. Así, regresamos al punto del que partimos. Y en este punto confluyen ahora el libro, los “millones y millones y millones de mexicanos” que los compran, y los intelectuales y académicos, así como algunos lectores colados (quienes no merecemos siquiera que la ironía del señor Castañeda nos toque), que protestamos ya nadie sabe por qué: si nos distraemos pidiendo que todo el paquete de la reforma redistributiva desaparezca, corremos el peligro de que amainen en el Congreso los efectos generales pero se pase por alto la desaparición del IVA en los libros; si, por el contrario, sólo nos concentramos en el libro y su encarecimiento, puede resultar al final que sí, nos quitan el IVA a los libros pero en cambio ya nos distrajeron, metiéndonos el golazo del impuesto en alimentos, medicinas y colegiaturas privadas (lo que hará llorar a las señoras –nomás le faltó decir gordas– de clase media alta preocupadas por sus niños). Como dijo Lenin, ¿qué hacer? La clase política, toda la clase política, está atrapada en su propio juego de torpezas y engaños. La escasez de recursos es generalizada y va pa’largo. Fox y Gil Díaz hacen su jugada de acuerdo a sus intereses y proyecto de nación. La derecha empresarial, por fin en el poder directamente, le hace caras de fuchi a la corrupción y la mordida que no ejerce ella misma. Bajo su ala creció y a su sombra prosperó, llegando a convencerse a sí misma que lo suyo era en defensa propia y quién sabe cuándo creyó que hasta era legal. ¡Nada de bajar los impuestos, después de que tanto trabajo les costó vivir y medrar con ellos! Que así sea.

(Continuará.)

 
 
 
CarlosGarcía-Tort

 
 
 
 
 

 

     

    LOS POEMAS DE RODOLFO HÄSLER Y EL CANON PENINSULAR
     

    La de Rodolfo Häsler es una voz nueva en los campos de la poesía española contemporánea, que cada día es más previsible. Se sale y, lo que es mejor, no pretende entrar en ninguno de los cánones peninsulares.

    Su poesía tiene una notable variedad temática y la presencia de lo americano, especialmente lo de origen africano: los orichás del candomblé y la macumba brasileira (Brasil es la mayor de las islas del Caribe); los santos del vudú haitiano y de la santería cubana, el sincretismo, la alegría, el espanto, un cantar para detener al destino y como el destino no se detiene seguir cantando para que la desesperación se tranquilice por medio de la gracia del cuerpo y el alma: “Consciente de su belleza e inquietante atractivo,/ arrogante, solía jactarse y pasearse por el monte,/ donde habitan los santos, cada uno en su dominio.” En ella están Ochún y la gran madre Yemayá, los ríos y las flores emblemáticas, las plumas preciosas de los iniciados que quieren acercarse –recibir– al santo: “Hoy han bajado los dioses y te dan la mano.” Hay en esta santería una bendita placidez. No es la noche terrible del vudú sangriento sino el juego para volver a la infancia de la macumba y las ceremonias cubanas. Hay, por supuesto, el sacrificio de los animales capaces de dar fuerza a los iniciados, pero la “recurrente salmodia/ en niño te convierte.” En el abanico de Ochún vive el olor a sándalo que todo lo rodea, espanta cuchillos, pero no puede evitar que caigamos en la muerte de amor. La Caridad del Cobre y Okantomí se unen en esta sección del hermoso y original poemario de Häsler publicado por Aldus recientemente, y titulado Paisaje, tiempo azul.

    Este libro de poemas es un libro de viajes que recoge influencias variadísimas, bien asimiladas y asumidas por amor a la diversidad del mundo.

    De esta manera, las sensibilidades se tocan e intercambian sus esencias: “melao melamba” del Caribe (Palés Matos dixit) y la violeta de Arabia, el café y el cuerpo tendido en el lecho ofreciendo “la gema más buscada”.

    La temporada en las tierras de “Hamman” transcurre en los terrados nocturnos, en poemas “en su límite turquesa”; los silencios de las constelaciones sobre el desierto, las delicadas geometrías y la carne blanca entre los dientes.

    En esta sección hay una poética que se desploma en el humor: “La poesía es un medio para la gloria, y en cierta manera, si te soy sincero, principio también de engaño y fechoría.” Vienen después –en el vértigo deslumbrado– la catedral de Rouen, los escritores malditos, Klimt y la prodigiosa Viena finisecular. El poeta cambia tanta sabiduría por un poco de hash y la extrema y gozosa ligereza de la entrega carnal.

    Las figuras de Klimt, sus rizos y cosas rosáceas, sus posturas y tonos de la carne mucho tienen que ver en estos juegos con piedras preciosas y juventudes arrobadas ante la novedad del mundo y la hermosa tentación. Debo aclarar que esa poesía canta el momento. El antes y el después son secundarios y vienen en función del momento. Un epicureísmo horaciano recorre estos deslumbramientos y las palabras son verdaderos hallazgos capaces de expresar lo instantáneo que dura toda una vida.

    Sobresale la Barcelona infantil, adolescente, juvenil, contemplada desde la luna sobre Santiago. El aliento clásico aparece en esta sección: “y la presencia del cielo que en ella se refleja,/ es luna nacarada con apariencia de Venus.” Aquí brotan, como una floración extraña y un poco maldita (D’Annunzio, Herrera y Reissig, Huysmans, Wilde), los poemas rotos por el joven Chatterton. El ímpetu juvenil, el apetito por los “alimentos terrenales” son irrefrenables y “la libertad es seducción salvaje”. Hay, además, un gran poema de amor con una cita de Elytis: “El mismo Príncipe de los lirios.” Siguiendo el viaje aparecen los hermanos extranjeros. 

    Hay en la poesía de Rodolfo Häsler claridad, transparencia, precisión metafórica (nunca sobra una metáfora): “agua seminal donde me alojaba/ masticando manzanos en los que duerme Dios.” Así como la lejana presencia de un Rimbaud revisitado y una originalidad en las sensaciones que le da su rango único. Sus poemas en esta cintura del libro pueden comerse con cuchara. Así son de espesos, así es de capitoso su aroma. Sin embargo, como “la canícula todo lo atempera”, gran parte de los frutos sólo son para la contemplación, pues es claro que ama con delirio la obra de algunos poetas. Esta es su mejor poética.

    Después reaparece Santiago de Cuba con sus tonos de mamey y sus colores de tormenta y de papaya. De nuevo en Madrid piensa en Catulo y en su idea de vivir la pasión hasta la extenuación. Esta ciudad merece vivirse y el amor debe ser ilimitado.

    Uno, de repente, descubre que fue Rodolfo el que le robó las joyas a la marquesa, que no es mal chico, que sus sentimientos se apuestan en laberínticos juegos chinos y que deambula por la cuerda floja de la vida y el poema. Darío y su trono de malaquita presiden estas nostalgias modernistas. La búsqueda se hace cada vez más acuciosa, pero, a veces, como diría Cole Porter: “Miss Otis regrets she is unable to lunch today.”

    La siguiente parada es Tánger y su poeta con turbante azul, diáfano en su palabra, con el enigma vivo “quizá por culpa de la luz/o de tanta desesperación que aflora/ en ávido tacto.” Paul Bowles se asoma a la terraza y recuerda la ceremonia con ñánigos cubanos y, tal vez, (Rodolfo no lo dice) la luz tolerante de Cuernavaca. El cubano acaba en Barcelona y rinde homenaje a una ciudad que es como la lluvia de oro cayendo sobre la abierta Danae. El paso por el barrio Chino: camareras marfilinas, cerdo lo mein y una princesa de uñas blandas. Barcelona y Nueva York se juntan y de la noche nace la calavera azteca sorprendida de estar ahí. Nueva York impone su ritmo y su inagotable variedad, marea, mata e ilumina. Esta muerte y esta resurrección fueron vistas cuando García Lorca visitó el West End.

    Este es un libro sorprendente, con muchas voces y muchas experiencias vividas con avidez y nunca con voracidad. Por eso, esta sensualidad, a la vez abierta y recatada, logra encontrar las palabras para que el poema nazca y brille bajo el maleficio y la bienandanza de la luna Santiaguera.
     
     

    Hugo Gutiérrez Vega