Jornada Semanal,  22 de abril del 2001 
Francisco Cervantes

Fascinación y rechazo en la pintura de Daniel Lezama

 

El poeta Francisco Cervantes nos dice en esta reseña que “la obra pictórica de Daniel Lezama se siente heredera del renacimiento español, pero está también involucrada con los datos concretos del mundo contemporáneo”. Realista, realista mágico, hiperrealista... son muchas las definiciones manejadas por los críticos para ubicar y catalogar a este pintor bellamente inclasificable. Cervantes nos entrega una buena hipótesis, basada en el misterio, cuando dice que “el llamado realismo mágico parece asomar un poco su oreja diabólica venida a menos, o su relación con los hechos concretos y verídicos”.



Cuando uno entra en una de las salas del Museo de la Ciudad y se encuentra frente a las visiones que nos provocan los cuadros de Daniel Lezama puede tener una de dos reacciones; de sorpresa y aceptación, o de fascinación y algún rechazo. El llamado realismo mágico parece asomar un poco su oreja diabólica venida a menos, o su relación con los hechos concretos y verídicos. Algo de lo que Salvador Dalí llamó “fotografías hechas a mano” acude a nuestros ojos y hace resaltar nuestra propia visión. Quedan muy lejos los sueños de la carroza de Cenicienta pero de igual manera el mundo de gratuita violencia de la droga y los animadores de televisión narcotraficantes, se encuentran a una distancia que no nos contamina. Los rostros que aparecen en los cuadros corresponden de una u otra forma a nuestra experiencia diaria y la luz etérea pierde su valor metafísico al iluminar o traspasar la presencia de seres dolientes y cotidianos.

Daniel Lezama obtiene una síntesis tolerable tanto de sus conjuntos humanos, como de los paisajes discutiblemente emblemáticos. El espacio donde viven y sufren sus personajes se encuentra en un limbo que tampoco es el lugar donde sucede la vida cotidiana. Ciertamente, puede parecer poco idealizada ésta, y más bien es una forma irónica del disimulo y que las clases medias y los patrones de las grandes empresas quieren venderle al proletario para estafarlo. No se trata, evidentemente, de una pintura de contenido social convencional, aunque sí pone en tela de juicio el lugar común sentimentaloide que se inclina hacia la telenovela barata y la fotografía de carácter dulzón.

Daniel Lezama ha estudiado a profundidad toda la proyección vacua de quien desea consolarnos para cobrarnos un alto precio, de la misma manera que conoce la falsedad del puro ataque contra las condiciones sociales insoslayables por los límites de la injusticia en que nos encontramos empantanados; su obra y los símbolos humanos que en ella aparecen se dan cita en una frontera que puede doler más que lo que los filósofos comodinos llaman “realidad”.

Y es claro que la corrección de estas monstruosidades puede darse, sin que por ello el mundo mejore.

La publicación del catálogo sobre la obra pictórica de Daniel Lezama, que se siente heredera del renacimiento español, pero también involucrada con los datos concretos del mundo contemporáneo nos permite acceder a la exposición propiamente dicha de la obra del citado pintor.

De todas formas, el catálogo está bien resuelto y despierta el interés inmediato por el conocimiento directo de la obra pictórica en persona. Además de la exposición, el catálogo con los textos de sus presentadores, Francesco Pelellizzi, Carlos Monsiváis, Lelia Driben y Erik Castillo, son un llamado no sólo al mirón de buena pintura sino también al irónico lector de los hechos sociales contemporáneos.