Jornada Semanal, 29 de abril del 2001


ANTESALA

(Continúa de la semana pasada.)

Así la izquierda como la derecha. Andrés Manuel López Obrador, por su lado, también juega sus cartas, al parecer de manera diferente, pero con resultados más o menos parecidos. Reparte dinero a algunos pobres y jubilados con la mano izquierda, mientras que con la derecha deja sin dinero al Instituto de Cultura; vuelve locos a los microbusistas (en buena parte por güevones, hay que decirlo); apoya decididamente la construcción del nuevo aeropuerto de la Ciudad de México en el estado de Hidalgo, en la zona más infame del valle, argumentando, claro, que los más pobres cuándo van a viajar en avión (y los ricos, cuándo van a gastar el dineral que costará transportarse a él, si tienen su chofer y su aparatosa camioneta suburban); insiste en pelearse por el horario de verano (una pelea cuyo trasfondo moral es completamente discutible, puesto que apela a complacer el sentido más negativo de la ciudadanía: la Güeva) y echa a los perros la credibilidad de sus compañeros(as) de partido y antecesores en el gobierno de la ciudad, quizá con altos escrúpulos, quizá con la mira de dejarlos fuera de la competencia por la presidencia en el 2006. En fin, que con estos amigos...

El escalofriante horario (seis y media aéme) del jefe de gobierno capitalino para dar conferencias de prensa y hacer reuniones de gabinete tiene algo de héroe de cómic, si lo vemos bien. ¿Por qué, siendo él tan madrugador, quiere pelear por el horario de verano para dejarnos dormir otra horita a los capitalinos? Es como si dijera: "Ustedes duerman tranquilos, que yo acá nomás vigilo." Batman y Ciudad Gótica en versión diurna y solar. Donde le falló fue en la cantidad de bandos que dio a conocer, uno cada día. Debió haberlos limitado a siete, como las plagas de Egipto. La numerología sienta bien a quien pretenda regir el corazón de la antigua Tenochtitlan. Aquí la sangre ha corrido caudalosa y las pestes han sido legión. Ciudad lacustre desecada para enterrar de una vez por todas el rostro cabrón e inasible del dios sediento, y la monolítica presencia del señor del agua y de la vida. Codo con codo, uno al lado del otro, Huitzilopochtli y Tláloc reinan todavía en el mundo subterráneo. ¿Qué espera López Obrador para dar los pasos necesarios y regresarle a este Valle de Anáhuac los lagos que fueron consumidos por el horror del conquistador y luego del criollo a la culpa y el pecado? ¿No podrían matarse dos pájaros de un tiro: reconstruir el lago de Texcoco y dejar una isla en medio del gran lago sobre la que se construya un hermoso y no tan lejano aeropuerto? Si los mexicanos nos hemos pasado la vida creando proyectos faraónicos que siempre perdían la brújula a la mitad del camino y, sin embargo, siempre terminaban por realizarse, de una u otra manera, ¿por qué no aprovechar la experiencia de los grandes desarrollos para, por fin, hacer algo que valga la pena, algo hermoso y útil a la vez? Esta ciudad necesita recuperar su grandeza. No todo está en volver a cualquier valle el Valle de Lágrimas cristiano. Si Andrés Manuel quiere estar a la altura de nuestros sueños, que nos regrese el valle que nunca hemos visto y, no obstante, está ahí. 

Lucy in the Sky with Daimonds, donde Lucy tiene nueve años y va a la primaria Josefa Ortiz de Domínguez. Este antesalista desea tratar el caso de una dizque polémica –"bizarra" diría algún torpe, en realidad idiota– que ha abrumado el más bien escaso espacio de su emilio personal. El "debate" gira en torno a uno más de esos anuncios que corren de emilio en emilio como las cadenas de la suerte o el fraude de las pirámides; dicho mensaje denuncia que se andaban repartiendo a la salida de las escuelas primarias unas calcomanías impregnadas de lsd, con el ánimo perverso de que los y las menores se vuelvan adictos(as). Esta causa –mucho más endeble que la de los bonsaikitten (remember? Mea culpa, mea culpa) puesto que un simple recado, cuyo remitente puede permanecer en el anonimato, pone a trabajar la temerosa imaginación de la gente– fue defendida por un tal Miguelángel Díaz Monges, escudándose en su hija (o hijo, no recuerdo) de tres años. Este infortunado cibernauta no leyó mal ni incompleto el mensaje (mea culpa, mea culpa); simplemente se lo tomó a pecho y lanzó su campaña moralina y personal contra los perversos narcotraficantes que pretenden volver adictos a los chiquillos y chiquillas con una sustancia difícilmente adictiva: el LSD. Otro tal Carlos Meade señaló, con toda razón, que se necesitaba ser pendejo para creer que los malvados narcos mandaban fabricar no sé cuántos millones de calcomanías, las impregnaban (cosa harto difícil) de lsd, esperaban a que los niños y niñas no sólo las lamieran sino que prácticamente las masticaran para que les hiciera efecto y, además, con una sustancia que más bien alejaría a los y las menores de la droga, por el alucine abismal que el ácido lisérgico puede provocar. Lo peor de todo esto es que Díaz Monges, en lugar de reconocer la tontería en que se dejó atrapar, pasa a insultar al que lo apañó. Por ahí entra en su defensa (¡de Díaz Monges!) Cosme Álvarez, director de la revista Astillero, quien de paso arrea contra otro Meade, este Xavier, y con un tal Edgar Cortés, ambos seres que dicen cualquier cantidad de tonterías del EZNL, y cuya ortografía basta para no tomarlos en serio... En fin, que todo este asunto sería patético si no resultara molesto. Porque, para acabarla, Monges y Cosme escriben en un tono de alto ensayo literario que ¡cuídense Alfonso Reyes y Julio Torri! Por favor, señores, como dice Rosina Conde –y me uno a ella: absténganse de enviar a nuestro emilio su absurda discusión, puesto que no nos interesa. Esto es lo más que se puede hacer para no infectar la libertad del espacio virtual. O pedir disculpas o suplicar privacidad. Amén.
 

CarlosGarcía-Tort

 
 
 
 
 

 

"CONTAR HASTA EL DIECINUEVE"

Tomado del Semanario de San Gordiano

Es bueno que don Carlos Abascal haya venido a poner las cosas en claro y, ayudado por algunos diputados que los tienen en su sitio, a dejar con un palmo de narices a las feministas ("feminazis", les dijo uno de los ingeniosos diputados panistas que por las ramas no se andan). Este Semanario se puso a recordar bonitas recitaciones escolares que, gracias a su belleza formal y a su sano contenido, brindaban a las niñas y jovencitas una serie de buenos consejos, les señalaban los límites hasta donde les permitirían llegar la decencia y las buenas costumbres, y las hacían conscientes de su papel en la vida doméstica y, eventualmente, en algunos trabajos, aunque el ideal sería que se limitaran a cuidar el hogar, educar a los niños en la única y santa religión y asegurar un reposo cálido y decente para el guerrero. (Cuidado con los excesos carnales que, aun dentro del matrimonio, relajan la moral, favorecen la molicie y pueden distraer a la pareja de sus deberes religiosos. Ya lo decía el padre Mendieta y Lelo de Larrea: "Un sábado de excesos carnales se refleja en una misa escuchada con indevoción y en una comunión mecánica y distraída.") Esto, es claro, resulta especialmente peligroso para las mujeres, más débiles que los hombres y, a veces, tan distraídas y tontas, que ni saben a quién tienen encima.

Respecto a los trabajos femeninos fuera de las casas familiares, en las fiestas de fin de cursos de los colegios monacales se advertía a las muchachas que "el mar del mundo está de espinas lleno" y en una recitación edificante las niñas decían hasta dónde era conveniente que llegaran sus esfuerzos: "Sé rezar el Padre Nuestro, cantar el Ave María, contar hasta el diecinueve y dar guerra todo el día. Sabiendo tantas materias muñeca yo había de ser. Antes todos deben creer que soy la mujer perfecta." Con esas nociones se construye un mundo de decencia y de verdad, pues todos sabemos que las capacidades intelectuales de la mujer son reducidas. Algunas han intentado rebasar esos límites y los resultados han sido terribles, pues se han convertido en marimachas, viragos, promiscuas y, en el menos peor de los casos, pedantes y marisabidillas.

Si no hay más remedio y tienen que entrar en la vida laboral, presionadas por los apuros económicos, conviene analizar con cuidado los campos en los que sus almas puedan transitar sin peligro para su delicada condición femenina. En el caso de las chicas pudientes que van a las universidades privadas gestionadas por clérigos o monjas, el riesgo es menor, pues los estudios van dirigidos a mejorar, en la medida de lo posible, sus coeficientes intelectuales y a prepararlas para la vida del hogar y la educación de su (esperamos que así sea) numerosa prole. Doña Encarnación de la Concha y Turrubiates, jocosa dirigente de la Acción Femenina, calificaba a esos estudios como los "MMC" (mientras me caso). Además, aunque esto presenta sus peligros, pues el viejo refrán nos advierte: "entre santa y santo pared de cal y canto", varias universidades ya son mixtas y, como los chicos y las chicas pertenecen a las familias de orden y respeto y la revoltura aún no es demasiado notoria (claro que en algunas de ellas se han colado nuevos ricos, pero qué le vamos a hacer; la revolución trajo, a pesar de todo, una movilidad social muy desagradable. Nos consuela saber que son gentes pudientes y, por lo mismo, "prietos polveados". Esto significa que comulgan con nuestras ideas y tienen el plan de casar a sus hijitas de color con los vástagos de la aristocracia. Así, mejorarán la raza y los buenos modales), se establecerán castos noviazgos (sobre esto hemos oído cosas alarmantes de la Ibero y el Iteso –jesuitas y de la Miguel Agustín Pro tenían que ser– en relación con el aumento de la promiscuidad y de las burlas sobre los temas centrales de nuestra cultura: castidad, no al condón, no al aborto, no a las desviaciones, no al vicio solitario, no a los malos pensamientos, no a los tocamientos impuros, cuidado con el beso –de ese orificio se pasa a los otros en menos que canta un gallo, decía doña Soledad Pinto de la Macorra–, cuidado con el baile de abrazo que es la antesala de los repegones...) que culminarán en el altar y en la formación de una nueva familia cristiana. Respecto al beso, hay otra recitación muy aleccionadora: "Porque es el beso a la corola blanca de las flores más puras de la vida, la hoja primera que al pudor se arranca."

El padre Mendieta y Lelo de Larrea nos entregó una lista hecha por el Obispo Huemantzin López Gutiérrez (a pesar del nombre y los apelliditos es una persona sabia y digna de tomarse en cuenta). En ella aparecen las profesiones que presentan menos peligro para la salud espiritual de las jovencitas (en lo que se refiere a la salud física el peligro será para los pacientes y clientes, pues ya sabemos lo torpes, despistados y atarantados que son esos encantadores –siempre que no se salgan de su lugar– seres femeninos). He aquí la lista:

a) Medicina: ginecología, pediatría, odontología, otorrinolaringología, vías respiratorias y, con graves reservas, gastroenterología. Cuidado, mucho cuidado, pues puede pasar lo que le aconteció a una jovencita de Cuévano, que se dedicó a la proctología. Me callo por órdenes de la decencia.

b) Psicología: nada más para niños y otras señoras. Figúrense lo que tendrían que oír si analizaran hombres. Olvídense de Freud y de los pansexualistas.

c) Contabilidad y Administración de Empresas: todo, pero de preferencia en los negocios familiares o de familias conocidas.

d) No se recomienda la antropología (ya ven dónde se alojaron los zapatistas). La arqueología sí, pero cuidado con los campamentos.

e)Ciencias Químicas: todo, pero cuidadito con los análisis clínicos.

f) Arquitectura: con graves reservas debido al inevitable contacto con albañiles y maestros de obras, que tienen un lenguaje lamentable y son muy llevaditos. Ingeniería: ni pensarlo.

g) Filosofía y Letras: casi todo, pero respetando el índice de la Iglesia. Esto limita el repertorio de obras, pero salva a las almas femeninas.

Estos son algunos pequeños ejemplos de los sabios consejos del obispo Huemantzin López Gutiérrez. Sabemos que en su Diócesis, las estudiantes universitarias deben asistir todos los sábados a unas pláticas dictadas por el Sr. Lic. don Pantaleón Navarro y de Anda. En ellas se refuerzan las amarras de la fe y se identifican los peligros de la educación superior. Tienen que ir a estas pláticas no sólo las inscritas en las pavorosas universidades públicas, sino también las que van a algunas universidades privadas poco confiables. Sólo están exentas las alumnas de los legionarios y las del Opus Dei.

Las jovencitas tienen que ser especialmente cuidadosas en este mundo moderno lleno de malos ejemplos y de poderosas tentaciones. Don Carlos Abascal así lo sabe y, sin la menor duda, seguirá recordándonos constantemente la urgencia de tomar medidas para evitar el derrumbe moral de la frágil e insensata mujer. ¡Ay, los buenos tiempos ya pasaron!, así se lamenta el Lic. Navarro y de Anda, y vienen tiempos peores, decimos nosotros. Todo es pecado, las mujeres se bañan desnudas y se toquetean por todos lados (antes se usaban unos fuertes camisones que evitaban el contacto de las manos con las carnes concupiscentes), las revistas están llenas de desnudos, hay un aumento de besuqueos y sus consecuencias lógicas. Tenemos que proteger a las mujeres, tanto de los demás como de sí mismas, pues sus reducidos cerebros no les permiten orientar sus vidas. No en balde Dios hizo a los hombres fuertes y audaces y a ellas dulces y tontuelas. Así lo pensaban también don Salvador Díaz Mirón y don Melchor Ocampo que todo lo hizo mal, menos una epístola que está bastante bien.