Lunes en la Ciencia, 30 de abril del 2001



 

Frijol, un caso del silencioso abandono de los recursos genéticos en México

Pérdida de la riqueza genómica

Octavio Paredes López

Los estudios más recientes sobre domesticación y aparición de diferentes especies, entre otros, muestran que el principal lugar de origen del género Phaseolus fue Mesoamérica, especialmente México, y que de ahí se difundieron muchas de las especies hacia el sur del continente y posteriormente a otros sitios. Todo ello tiene como base que en el país se han identificado 47 de las 55 especies clasificadas de este género, además de que aquí se han encontrado los ancestros silvestres verdaderos de las cinco especies cultivadas, entre ellas el frijol común (P vulgaris).

portada Es pertinente definir que el frijol silvestre contemporáneo es el material a partir del cual se domesticaron las formas modernas de frijol común; está claro que muchos de los materiales silvestres no han sido domesticados como lo muestra el hecho, entre otros, de que en 1986 se encontró en uno de ellos una proteína que le confiere resistencia contra el ataque del gorgojo, la principal plaga de almacén de este cultivo, y se le denominó arcelina ya que se recolectó en la comunidad de Arcelia, Guerrero. Otro tipo de frijol es el criollo; material que no ha sido manipulado genéticamente y que históricamente ha sido sembrado por los campesinos en forma local y a nivel de subsistencia en casi todos los estados de la República. El frijol mejorado corresponde a las modernas variedades generadas por los programas de mejoramiento genético de esta leguminosa. Y finalmente, se tiene al frijol enmalezado, que es el producto de la cruza entre frijol silvestre y criollo o entre frijol silvestre y mejorado.

Estudios serios señalan que cerca de 65 mil colectas del género Phaseolus están depositadas en los bancos de germoplasma de todo el mundo, de las cuales más de 90 por ciento son de frijol común. En México se estima que alrededor de 90 por ciento de los frijoles silvestres, criollos y enmalezados están solamente en el campo y no están conservados en bancos de germoplasma. El crecimiento desordenado y agresivo de las áreas urbanas del país, la erosión del suelo, el uso agrícola excesivo de herbicidas y los cambios climáticos dan un panorama de alto riesgo sobre lo que está ocurriendo con la preservación de esta leguminosa. Dentro de este contexto, se ha encontrado que las especies bien documentadas originarias de México, P chiapasanus y P xoloctzii, hace años que no crecen en el país. Los frijoles silvestres P coccineus y P polymorphus, cuya presencia era evidente en el Valle de México y en San Luis Potosí, respectivamente, todo indica que ya han desaparecido por los factores previos.

Otro ejemplo de erosión genética ocurre en Sinaloa, en donde todos los materiales que se siembran corresponden a formas mejoradas; esto ha provocado el desplazamiento total de los materiales criollos, induciendo consecuentemente la pérdida irreversible de riqueza genética. Estimaciones conservadoras señalan que en el país se pierden anualmente por lo menos varias decenas de materiales de frijol silvestre, criollo y enmalezado.

Por otro lado, el frijol común continúa siendo, junto con el maíz, la base de la alimentación de los mexicanos; y su aporte nutricional es cada vez más importante a medida que se desciende en la escalera económica de la sociedad. Esta leguminosa le aporta al maíz, y particularmente a la tortilla, una buena parte de los nutrimentos de que carece, generando así una complementación que se acerca a una calificación de maravillosa. Los frijoles más pigmentados, especialmente los obscuros, contienen compuestos que además del almidón resistente que se produce durante la cocción lo hacen un excelente alimento nutracéutico; es decir, que adicionalmente a su función nutricional puede ejercer en los consumidores asiduos un papel protector de ciertas enfermedades cardiovasculares y cancerígenas.

Esta falta de protección y de registro de los materiales genéticos del país condujo hace menos de tres años a un hecho por lo menos anecdótico: los agricultores de Los Mochis exportaron frijol variedad Mayocoba, por cierto un excelente material en términos nutricionales y de sabor, al sur de Estados Unidos y posteriormente fueron demandados legalmente ya que un agricultor de ese país ha registrado allá este material como de su propiedad, cuando lo que ocurrió es que hace poco más de una década él se llevó de acá la semilla. La pérdida de la biodiversidad no es privativa del frijol; valdría la pena analizar posteriormente también los casos del maíz, chile, cactáceas y otros, en donde adicionalmente se presentan saqueos de la riqueza nacional. Son notables las protestas de algunos organismos de la sociedad civil, quizá no siempre con la información necesaria, ante la generación biotecnológica de nuevos materiales genéticos, pero se antoja que le prestan poca atención a las pérdidas irreversibles como las que aquí se señalan.

En breve, México es por excelencia el principal centro de origen, reservorio genético y fuente de diversidad del frijol común, entre otros materiales y organismos estratégicos; desafortunadamente la sociedad en su conjunto muestra altos niveles de desconocimiento sobre su importancia y sobre la responsabilidad ineludible que tiene de preservar este rico legado, ya que estos recursos son parte de su cultura y de su patrimonio. El no reaccionar inteligentemente ahora ante estos retos podría ser calificado como un agravio a la nación.

El autor es director del Cinvestav-Irapuato, Unidad de Biotecnología e Ingeniería Genética de Planas, del IPN.

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