SABADO Ť 26 Ť MAYO Ť 2001

Juan Arturo Brennan

Una misa intercalada

Hace algunos días, la sesión inaugural del sexto Encuentro Internacional de Música Antigua ofreció una oportunidad interesante para especular acerca de las diversas formas que en nuestros días puede tomar la presentación de cierto tipo de música. En principio, para la presentación del Coro y Conjunto de Cámara de la Ciudad de México, bajo la batuta de Benjamín Juárez Echenique, se anunciaba la interpretación de la Misa de Requiem, de Ignacio de Jerusalem y Stella, una de las figuras más interesantes del barroco musical de México.

Sin embargo, el formato mismo de la sesión resultó más complejo y, ciertamente, más atractivo que la simple ejecución de una misa en concierto. De entrada, la continuidad musical fue planteada a partir de una aparente contradicción, ya que entre las diversas partes del Requiem de Jerusalem se interpolaron otras piezas del compositor, ajenas a la secuencia litúrgica y orientadas en su concepción y contenido hacia un ámbito festivo.

ƑUna misa de muertos intercalada con piezas celebratorias? En el plano de la teoría, tal combinación pudiera antojarse irreconciliable, pero lo cierto es que su realización resultó efectiva, entre otras cosas por el buen sentido aplicado a la secuencia de las piezas. Así, entre las distintas partes del propio de la Misa de Requiem, fueron interpretadas las obras Rompa la esfera, Loa a sus excelencias, La angélica turba, Clarines sonad y El viento airado brama, del propio Jerusalem, así como un recitado anónimo, titulado Israelitas valientes.

Y como culminación después del Lux aeterna del Requiem, un Gloria realmente atractivo por una peculiar combinación de sencillez y emotividad, escrito por Cayetano Pagueras, compositor hispano-cubano prácticamente desconocido en estas latitudes.

ƑCuál puede ser la intención que subyace en la realización de una secuencia musical aparentemente heterodoxa? El título dado al concierto lo explica parcialmente: Fiesta barroca y lágrimas de regio luto en la imperial corte de México. Bajo este rubro, las músicas arriba mencionadas tuvieron su materia de cohesión en una serie de textos poéticos relacionados fundamentalmente con la muerte del rey español Fernando VI, ocurrida en 1759. Así, quedó clara la intención de dejar bien establecida una liga entre la metrópoli imperial y su virreinato.

En más de una ocasión, este tipo de convivencia entre lo poético y lo musical se ha venido abajo por incoherencia entre un medio y otro; esta vez, en buena hora, la selección de textos (dedicados fundamentalmente a cantar las loas del rey y a lamentar su muerte) fue bastante afortunada, y José María Alvarez se encargó de narrarlos de manera muy adecuada, con energía y convicción. En lo que se refiere a la interpretación musical, hay que decir que se nota el abundante trabajo previo que este conjunto ha realizado en el campo de la música barroca mexicana, sobre todo por el hecho de que muchos de sus miembros (todavía no todos) se preocupan por ciertas cuestiones de estilo y ejecución que hoy son materia indispensable para la buena ejecución de tal repertorio. Faltaría, por ejemplo, que en la pequeña masa coral existiera una mayor coherencia, una línea de conducta más unitaria en lo que se refiere a la definición de estilo, color de voz, parámetros de emisión.

En el grupo de solistas fue mejor y más homogéneo el trabajo de las voces femeninas (Irasema Terrazas, Guadalupe Jiménez, Gabriela Thierry) que el de las voces masculinas, menos equilibradas entre sí y con el resto del conjunto. En el grupo instrumental, alguna contradicción entre la presencia de dos cornos naturales y dos modernas trompetas de pistones; justificable, quizá, porque es bien sabido que por estos rumbos es prácticamente imposible hallar a buenos intérpretes de la trompeta natural.

Lo que sí resultó realmente triste fue la malhadada presencia de un teclado electrónico en vez de un órgano. Aquí, la escasez de instrumentos no es buena justificación: sin ir más lejos, al día siguiente Cuauhtémoc Trejo y José Suárez presentaron un sencillo, austero y bien realizado recital de flauta traversa y órgano, en el que lució el sonido íntimo y antiguo de un pequeño órgano construido por Joachim Wesslowski.

Para los lectores que se hayan interesado por el sugerente formato de la ''misa intercalada", la recomendación enfática es escuchar la grabación de la Misa Luterana de Navidad, de Michael Praetorius, dirigida por Paul McCreesh (DGG Archiv). Es sencillamente portentosa.