Lunes en la Ciencia, 11 de junio del 2001



 

Encuentros y desencuentros de esas dos importantes actividades humanas

Entre la ciencia y la filosofía

Antonio R. Cabral

Hace varios siglos filosofía y ciencia eran lo mismo. Aristóteles escribió sobre ética, astronomía y física; el filósofo naturalista Isaac Newton descubrió la ley de la gravedad y el filósofo experimental Robert Boyle la de los gases. Hoy en las universidades hay facultades de filosofía y facultades de ciencias. A los filósofos y a los científicos naturales los evalúan diferentes comisiones dictamciencia y filosofiainadoras del Sistema Nacional de Investigadores. Unos leen sus conferencias, otros usan diapositivas; los filósofos reflexionan sobre cualquier asunto sin temor a ser sepultados por sus colegas, mientras que los científicos son prisioneros de la realidad natural. Unos producen nociones sustituibles, otros dialogan consigo mismos y con su historia. El científico pregunta e induce experimentalmente las respuestas, el filósofo cuestiona y genera razonablemente sus conceptos.

El drama, según Popper, un matemático que gustaba de filosofar, es que la infinita ignorancia los iguala a todos. Pero no los paraliza: al contrario, los mueve a experimentar, a ensayar, a reflexionar, a conocer. Esta es otra forma de decir que científicos y filósofos se mueven entre el saber y la ignorancia. El primero es hijo de la segunda, por eso son inseparables. Ciencia y filosofía están unidas por el escepticismo, dudan de todo, cuestionan todo, sospechan siempre porque ambas intentan des-cubrir lo que cada una llama verdad.

También tienen un mismo deseo: "dar reposo y contentamiento, y no disgusto y aflicción", según aspiró Bacon, uno de los nuevos filósofos ųhoy le llamaríamos científico. Podríamos decir que los hombres de ciencia y los de la filosofía quieren hacer del mundo un sitio mejor para vivir. Los primeros al ampliar nuestro horizonte natural, los segundos al dignificar nuestro espíritu. Los dos quieren eliminar las supersticiones, los prejuicios y los miedos. La ciencia tiene explicaciones para los terremotos, huracanes y explosiones volcánicas; nos revela la etiología de las enfermedades y a veces las cura; nos enseña, en fin, que la causa de los fenómenos naturales reside precisamente en la propia naturaleza. La filosofía nos anuncia que vale la pena vivir alegremente y nos propone algunas maneras de hacerlo; le apetece indicarnos cómo enfrentar nuestros dolores y sufrimientos. Incluso nos sugiere observar razonadamente a los gatos y a los anteojos de sol; en otras palabras, nos invita a pensar, sin prisa pero sin pausa, con la razón embebida de asombro.

Como buenas madres del conocimiento, la ciencia y filosofía son teórico-prácticas. Una y otra se vuelven útiles cuando asisten cotidianamente al hombre. La rama práctica de la ciencia, la tecnología, se nota en todos lados. La filosofía práctica está resurgiendo después de que los filósofos habían renunciado, como pedía Epicuro, a ejercer "la medicina de la mente", desde que olvidaron salir a las calles a confrontar al pueblo y, al igual que los científicos, cuando prefirieron quedarse en sus cubículos a construir jerigonzas dedicadas a los especialistas.

Las palabras filósofo y científico tienen 2 mil 500 y 160 años de edad. Hay una que designa el razonar examinado: filosofar; pero no decimos "cientizar" cuando queremos nombrar la actividad creadora del científico. Lo más cercano y falso es "hacer ciencia"; tal vez podríamos decir "filosofar sobre ciencia" o "filosofar científicamente", así confirmaríamos su inseparabilidad. Cuando alguien nos ve en apuros y quiere hacernos un favor dice "tómatelo con filosofía". Todos tenemos nuestra "filosofía de la vida", que es otra manera de decir que la pasamos como queremos y si alguien deduce que algo se parece a la verdad dice "a ciencia cierta". Con todo, ciencia y filosofía tienen límites. Por ejemplo, la primera no puede contestar a las preguntas que se hizo Medawar, otro científico que también gustaba de filosofar: ƑCómo empezó todo? ƑPara qué estamos aquí? ƑQué objeto tiene vivir? El razonar filosófico sólo tiene opiniones al respecto; no obstante, pueden ser fuente de tranquilidad para quien está preocupado por las respuestas. La filosofía no enloqueció a Nietzsche pero tampoco lo curó. Si le hubiese tocado vivir ahora, quizá la alegre ciencia lo tuviera filosofando, aunque sea a martillazos.

El autor es invstigador del Instituto Nacional de la Nutrición, Salvador Zubirán

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