MIERCOLES Ť 13 Ť JUNIO Ť 2001

Ť Rosario Tijeras, novela del narrador acerca del sicariato en Medellín, Colombia

Algunos escriben desde cierto ''malditismo''; otros defendemos el derecho a la imaginación: Franco Ramos

RENATO RAVELO

Hay escritores que deben padecer, que escriben desde cierto malditismo. Otros tomamos distancia, investigamos, observamos y sobre todo defendemos el derecho a la imaginación, opina Jorge Franco Ramos, autor de Rosario Tijeras, una historia de amor entre una joven sicaria, medio prostituta, y dos amigos de clase acomodada, ubicada en la etapa en que el narcotráfico juntó dos clases sociales por la prosperidad que instaló en Medellín, Colombia.

La novela que en ese país ha tenido un éxito de ventas, desde su salida al mercado en 1999, llega ahora a México por medio de editorial Grijalbo Mondadori.

Un buen día Jorge Franco se encontraba en la biblioteca de la Universidad de Antioquia, cuando descubrió en la tesis de su prima María Luisa Correa una serie de testimonios de niñas sicarias, que habían sido obtenidos como parte del trabajo de Correa en la correccional donde se buscaba la reintegración a la sociedad de las menores.

Rosario empezó a nacer en la imaginación de Franco Ramos, quien con anterioridad ya había escrito un libro de cuentos y una novela, y estudió cine en The London International Film School.

Parte de esa influencia cinematográfica se nota en la escritura: diálogos cortos, directos, descripciones someras, acción constante, escenas crueles tratadas con frialdad. ''Evito el discurso en mi literatura'', define el autor cuya Rosario Tijeras no es bien vista por estudiosos del sicariato, con trabajo de investigación en las comunas.

Religión y violencia

La novela, que acaba de ganar el premio Hammet de la Semana Negra y está traducida a seis idiomas, saltó a la fama cuando un columnista político colombiano, Enrique Santos, la recomendó porque le abría los ojos a un problema que no había sido tratado desde su óptica: una sicaria que asciende hasta las clases más acomodadas y las impacta con sus historias de abajo. Igual pasó con el escritor Mario Vargas Llosa, quien incluso con base en esa historia se lanzó a juicios temerarios, como si ya conociera a fondo el problema del sicariato.

Lo cierto es que la novela es más bien una historia de amor: ''Ambientada en Medellín y con un contexto de violencia intensa, porque es difícil separarlo de esa mentalidad del dinero fácil que dejó el narcotráfico. También está el elemento religioso de cómo los muchachos tienen oraciones, hierven en agua bendita balas, se amarran escapularios. Una vez en un viaje alguien me dijo, 'oye, pero qué buena imaginación tienes con lo de las balas', le contesté que eso era parte de la relación religión y sicariato''.

-Se dice que el trabajo del cineasta Víctor Gaviria en las comunas de Medellín peca de aprovecharse del contacto con la violencia, Ƒen tu caso es lo contrario?

-El trabajo de Víctor es interesante. No creo que se aproveche de las personas, en todo caso les da sus 15 minutos de fama de los que hablaba Warhol, y en algunos casos sus actores han viajado, si bien él dice que dirigir a la gente de sus películas es como poner a actuar pájaros porque no sabe en qué momento volarán. Ciertamente muchos de sus actores han muerto como parte de su condición marginal.

''En mi caso creo que el amor es lo único que inventé, lo demás esta ahí, en el contexto, pero hay quienes nos acercamos al fenómeno sin esa necesidad que tienen algunos escritores como marginales, que deben padecer lo que escriben, como con malditismo. Otros tomamos distancia, con investigación y dejando a la imaginación hacer su trabajo. Lo importante es que la obra sea veraz.''