Lunes en la Ciencia, 9 de julio del 2001



 

La influencia de Cantinflas y Cervantes entre los profesionistas

La comunicación escrita en México

Victoriano Garza Almanza

Para un político o para una persona que le guste hablar en exceso, la comunicación verbal es la más importante. Pueden durar horas hablando y, como Cantinflas, desbarrar sin decir nada. Pero para un científico, escritor o empresario, el único medio de expresión válido es la comunicación escrita. Para el escritor el lenguaje retórico y poético, para el científico y el empresario el lenguaje de conceptos exactos y frases sobrias y claras.

Hay sociedades, como las europeas y la estadunidense, en las que la comunicación escrita es parte de la educación; en la sociedad mexicana notesis sucede así. En general, el latinoamericano alfabetizado puede leer y escribir, pero no sabe manifestar sus pensamientos por escrito.

Esta es la razón fundamental por la cual se han acumulado, por más de 40 o 50 años, los estudiantes universitarios que completan sus carreras pero que no se titulan. Esto obedece a que, por décadas, las universidades públicas de México han requerido que los universitarios, al terminar sus estudios, realicen una pequeña investigación -proyecto de tesis- y escriban sus resultados -documento final conocido como tesis. Este trabajo especializado requiere de dos participantes: un estudiante o tesista, y el director de tesis o asesor.

De origen, la iniciativa está cargada de buenas intenciones, pues quienes la idearon pensaban que aquellos que cumplieran con este último requisito de titulación desarrollarían ciertas aptitudes de trabajo y autodeterminación. En el proceso del desarrollo de sus tesis se daría un suave tránsito formativo entre el joven e inseguro estudiante, al principio, y el joven y decidido profesionista al final.

Pero en este esquema había una falla, que aún no se resarce, y es la de que los estudiantes universitarios no estaban educados, ni se les preparaba en la universidad mientras estudiaban, para escribir. Por tal motivo, demasiados jóvenes, incluso muchos que en algún momento desarrollaron sus investigaciones, no se titularon: no supieron cómo enfrentar la elaboración de la tesis.

Pero la culpa no era tanto de los jóvenes, sino de sus maestros y, en mayor medida, del sistema. Los asesores estaban capacitados para guiarlos en sus investigaciones, pero no para enseñarles cómo escribir, cómo organizar y redactar sus tesis. En cambio, los que crearon el sistema no tomaron en cuenta la necesidad de reforzar, desde la enseñanza básica hasta la preparatoria, la escritura.

Esta es la causa de por qué en las universidades públicas de México existe un déficit de aproximadamente 80 por ciento en titulación. Y, a excepción de pocas carreras como medicina, donde es una exigencia el título y hay un control para su ejercicio legal, en la gran mayoría de las otras carreras, donde para prestar servicio profesional se les exime del título o no importa a los empleadores, los pasantes universitarios son los más sobre los titulados.

En contraste, en la mayoría de las universidades privadas, si no es que en todas, el requisito de la tesis es inexistente; es decir, en cuanto los estudiantes terminan su último curso obtienen el título. Por eso no hay pasantes de instituciones privadas.

Si todos los estudiantes de universidades públicas realizaran sus investigaciones e hicieran sus tesis, indudablemente estarían en ventaja sobre los egresados de los centros de educación superior privados, por esas aptitudes de investigación y comunicación escrita que desarrollarían al final, pero como lo muestran las estadísticas, la realidad es que se quedan a medias.

Más que ventaja, porque el viejo sistema no ha funcionado, la obligación de realizar tesis se ha convertido en desventaja para los universitarios, en un obstáculo. Debido a esto, algunas universidades públicas ya están eliminando el requisito de tesis para que el estudiante de licenciatura se titule automáticamente al tiempo que aprueba el curso final.

En instituciones extranjeras, como el Tecnológico de California (Caltech), que para alcanzar la mejor calidad educativa del mundo mantiene una población de 900 estudiantes de licenciatura, algunos de los cuales, aseguran, probablemente serán premios Nobel en el futuro, están retomando el camino que en México están abandonando las universidades.

No es precisamente el de la tesis, pero sí el de la escritura de un artículo de divulgación científica. A raíz de una enmienda académica que Caltech decretó en 1999, con el propósito de que los egresados de esa institución estuvieran a la altura de las nuevas necesidades de la vida científica, empresarial y política, se estableció, como requisito de titulación, cursar la materia de escritura científica para investigar y escribir un tema (algo parecido a la tesina). El producto debería ser un material de calidad similar al publicado por las revista Scientific American o The New York Times.

La decisión de Caltech no tiene precedente. Como resultado, en el actual 2001 comenzó a publicar los artículos de los que se titularon esta temporada.

La sociedad contemporánea, donde la información es la moneda de curso legal, no funciona sólo de habladas. Lo que se quiera decir o hacer debe ponerse en blanco y negro. El mexicano es por antonomasia minusválido de la comunicación escrita, y ese es un punto que deben impulsar la Secretaría de Educación Pública y las universidades, a fin de que el país no se colme de profesionistas ágrafos y de políticos que argumentan y prometen porque, como ellos bien saben, a las palabras se las lleva el viento.

El autor se dedica a la investigación de temas sobre medio ambiente y ecología en Ciudad Juárez

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