jueves Ť 19 Ť julio Ť 2001

Octavio Rodríguez Araujo

El Casino de la Selva

Señala Humberto Musacchio en su Diccionario Enciclopédico de México que el antiguo hotel Casino de la Selva de Cuernavaca "encierra una de las pinacotecas más importantes del país". Y en efecto, en su interior hay o había murales de Benito Messeguer Villoro, de Gabriel Flores, de Jorge González Camarena (su mural se llamó Coatlicue-1964), de Mario Orozco Rivera, del Dr. Atl, de José Reyes Meza, de José Renau Berenguer (España hacia América-1944 a 1950), y otros que no recuerdo y que tuve la oportunidad de admirar en los tiempos en que Lilia Suárez fue gerente del hotel por más de 25 años.

No conozco bien la historia del Casino de la Selva, que se ha puesto de moda en estos días por el atropello y la vejación de que está siendo objeto. Sabemos que lo compró Manuel Suárez (el padre de Lilia y abuelo de Lilia Rossbach) a Abelardo L. Rodríguez después de diez años de abandono y de haber sido casino. Los Suárez lo reconstruyeron durante dos o tres años y lo convirtieron en hotel con una superficie de alrededor de 90 mil metros cuadrados incluidos los jardines. Ahí construyó Félix Candela la Capilla abierta (1959, junto con Guillermo Rosell y Manuel Larrosa) que iba a ser un templo para todas las religiones, pero que no fue autorizada por las autoridades. Más adelante la Capilla habría de convertirse en restaurante, como el de Xochimilco construido en 1957, discoteca, bar y teatro. En el Casino de la Selva vivieron personajes famosos. Uno de ellos fue el escritor inglés Malcolm Lowry, quien se hospedara en la habitación 212 del hotel donde escribió, alternada con el viejo bar, la primera versión de Bajo el volcán en 1947. Carlos Monsiváis también vivió ahí para escribir uno de sus libros, según me cuenta Lilia Suárez. Amparo Montes, entre otras de nuestras divas, nos deleitó por años en el nuevo bar, que estaba a la entrada del hotel.

Este histórico lugar, a la muerte de Manuel Suárez, tuvo que ser vendido, y aquí comenzaron los problemas. Con la autorización de los gobiernos panistas de Cuernavaca y de Morelos se ha permitido que sus nuevos dueños, la empresa estadunidense Costco (los de Price Club), construyan en el lugar una megatienda con su respectivo estacionamiento. Personalmente no estoy en contra de los Price Club, que a mi manera de ver son mejores que Sam's Club, pero es obvio que en una ciudad como Cuernavaca, en el sitio en que se ubicaba el Casino de la Selva, es un absoluto disparate autorizar una construcción de este tipo. Es un atentado contra la arquitectura de la ciudad y contra la ecología de la antigua Cuauhnáhuac, que en náhuatl quiere decir precisamente lugar de árboles o junto a los árboles, según se lee en la Enciclopedia de México. Más que disparate, es una irresponsabilidad histórica y cultural del gobierno autorizar obras de demolición-construcción sin exigir garantías para que se respeten las obras artísticas y arquitectónicas acumuladas en el Casino de la Selva durante varias décadas.

Hace más de un año el gobierno panista fue advertido de los riesgos para ese patrimonio de los mexicanos si el Casino de la Selva era destruido. Como es costumbre de los gobiernos, es decir, de la gente del poder, los focos de alerta encendidos por ciudadanos preocupados por su ciudad fueron ignorados, y el viernes 13 de julio comenzó la destrucción del inmueble, comenzando por las estructuras de Félix Candela.

Ha sido tal el escándalo, que las autoridades federales relacionadas con la cultura, las artes y la antropología fueron el domingo pasado a ver los resultados de la voraz demolición del Casino de la Selva. Asistieron también el gobernador de Morelos y el presidente municipal de Cuernavaca. Pero llegaron un poco tarde. La destrucción ya había comenzado y la autorización a Costco para construir su megatienda ya se había dado: la habían otorgado, sin más, los mismos gobernantes que el domingo pusieron cara de sorpresa. Ahora las autoridades manifiestan preocupación y pararon las obras, pero el daño ya se inició. Es evidente que para los empresarios panistas en el gobierno la ecología, la cultura, las artes y la historia no tienen ningún significado, entre otras razones porque son incultos y, además, porque piensan que el desarrollo de un pueblo consiste en modernizar todo y que lo moderno es lo que viene de Estados Unidos y se monta sobre la historia hasta hacerla desaparecer. Esperemos que se dé una solución correcta y aceptable para el pueblo de Cuernavaca y que no pase lo mismo en el Distrito Federal con la venta de Banamex a Citigroup.