MARTES Ť 23 Ť JULIO Ť 2001

Ť Ugo Pipitone

Génova, la medida de nuestro atraso

ƑHay o no razones para criticar y protestar en contra de las formas de la globalización en estos momentos de nuestra historia? Cualquier duda, me atrevo a pensar, sería una forma de ofuscación. Pero Ƒqué tiene que ver la necesaria protesta con esas formas de vandalismo urbano que han terminado por convertirse en imagen mundial de los antiglobalizadores? Sobra decir que esta imagen confirma a los ojos de muchos que, cuando se trata de temas de interés global, la izquierda que se autodenomina o se siente radical no sólo no tiene ideas sino que compensa su ausencia con un recurrente espectáculo público de irracionalidad violenta.

Ya sé que ésta es una simplificación. Pero de una cosa no tengo la menor duda: cada transmisión televisiva que muestra la violencia urbana asociada a las cumbres mundiales convertidas en ocasión de guerrilla urbana, le cuesta a la izquierda democrática millones de votos alrededor del mundo. Tal vez yo simplifique las cosas, pero los anárquicos insurreccionalistas, los black block y similares están a la política como los hoolligans ingleses están a la afición futbolera.

ƑPuede haber algo mejor para la derecha que este ritual espectáculo de indigencia de ideas convertido en circo romano "de izquierda" del siglo XXI? Esta violencia estúpida sólo cumple tres tareas esenciales. Primera: regalar votos a los conservadores. Segunda: permite a la derecha reconfirmar que en la izquierda no hay más que una mezcla de moralismo y de violencia irracional. Así que el libre comercio se reafirma como un camino salvador que, a lo sumo, deja algunos espacios para una bondadosa filantropía. Tercera: quita protagonismo a los otros, mayoritarios, componentes de la protesta que señalan temas vitales como la cooperación con el Tercer Mundo, la defensa de equilibrios ecológicos amenazados, la lucha por el derecho a la tierra, la denuncia de los productos transgénicos, la afirmación de espacios culturales que no quieren ser homologados al modelo Walt Disney-McDonald-Marlboro.

ƑEstoy en lo cierto si digo que éstos son los problemas reales? ƑMe equivoco si digo que la violencia de los hoolligans políticos los pone en segundo plano? A la voz de šViva el caos! centenares de jóvenes confundidos se lanzan a destruir tiendas, automóviles y todo lo que sea destructible a su paso. ƑA quién se le puede ocurrir que esto tenga algo que ver con el patrimonio histórico de la cultura de izquierda? Y, maldita sea la cosa, en cada ocasión estos grupos de jóvenes acaparan la atención de los medios que, en la mayoría de los casos, hacen un uso simplemente reaccionario de las imágenes que transmiten.

Y para colmo, veo una parte no pequeña de izquierda por esos rumbos que, en un ejercicio de autolesionismo que me resulta francamente incomprensible, pone en acción todos los lugares comunes más envejecidos para confundir las cosas. Y en un acto místico (que poco tiene que ver con política o historia) la antiglobalización se vuelve manto sagrado que cobija un universo de razones de protesta. ƑCada vez que uso Internet me convierto en enemigo de clase? ƑO soy un cómplice del imperialismo? Si alguien, desde la izquierda democrática, está a favor de las Inversiones Extranjeras Directas y en contra del uso irresponsable de los recursos naturales o en contra del irrespeto a normas laborales básicas de parte de las multinacionales, Ƒde qué parte está? Con los tonos que he escuchado y leído en los últimos días, no me cabe la menor duda que entre los enemigos de clase. Sepa Dios cuál, por cierto. Pero ése es otro asunto.

El punto doliente es que en ese calderón de ideologismos envejecidos que se sienten enaltecidos por las protestas de Génova, se pierde de vista lo esencial: los problemas reales quedaron en un lejano segundo nivel de atención. Y las razones de la protesta quedaron enterradas en un cúmulo de escombros urbanos. Gracias a Dios no hay elecciones municipales en Génova en los próximos días. Berlusconi estaría feliz