DOMINGO Ť 5 Ť AGOSTO Ť 2001

Angeles González Gamio

Urgencia

El paseo dominical para visitar la interesante exposición de obras de arte realizadas por jóvenes de entre 26 y 36 años, que se presenta en el antiguo Palacio del Arzobispado, permite apreciar el talento y buena formación de muchos de los que marcarán el camino de la plástica mexicana de este siglo que se inicia, pero también expone el lamentable estado en que se encuentra la calle de Moneda, sin duda la más importante en la historia de la cultura americana, como lo hemos mencionado decenas de veces, ya que ahí se fundaron los primeros: universidad, imprenta, casa de moneda, academia de artes y museo del continente.

Una deleznable zanja abierta que se inicia en Palacio Nacional y corre a lo largo de la vía, va a cumplir cuatro años de hacer evidente la incompetencia y el desinterés de las autoridades responsables. Inútiles han sido las peticiones de vecinos, comerciantes y directivos de los ocho destacados museos que se encuentran en esa manzana. A unos pasos, la calle de Academia, sede del hermoso Museo José Luis Cuevas y de la Academia de Artes que la bautiza, es un basurero.

El deterioro no se limita a la calle: el mural de Tamayo que adorna el vestíbulo del Museo Nacional de las Culturas tiene un pedazo desprendido, debido a lo que parece ser el efecto devastador del salitre, por lo que el mal va a continuar. Otro mural del mismo artista, ubicado enfrente, en una de las soberbias casas del Mayorazgo de Guerrero, se encuentra también en mal estado. Las maravillosas puertas labradas del templo de Santa Inés, que narran la historia del apóstol Santiago y el martirio de la santa titular, están urgidas de una buena encerada.

Como lo mencionamos anteriormente, este es el lugar para que se inicie urgentemente la recuperación del Centro Histórico, ahora que han expresado su compromiso tanto el gobierno capitalino como el federal y que personalidades destacadas como Carlos Slim, Guillermo Tovar y de Teresa, Jacobo Zabludovsky y el cardenal Norberto Rivera van a apoyar el proyecto.

Pero a pesar del abandono -que es imperdonable-, esta calle y sus alrededores son una maravilla: el enorme patio del palacio que aloja el Museo Nacional de las Culturas constituye una fiesta vegetal con sus frutales cuajados de higos, duraznos y limones; los platanillos con sus enormes hojas cadenciosas, sombreados por un pino enorme con follaje verde oscuro y saliendo entre ellos los brazos de un inmenso maguey; en medio, una gran fuente. Esto sería suficiente para alegrar el alma, pero además está la colección permanente del museo, que nos pasea por las culturas de distintos países del mundo, y la temporal sobre ¡apaches! que acaba de montar su director, Leonel Durán, tema que seguro conoce bien, pues realizó importantes trabajos antropológicos en el norte de México. Como si todo ello no fuera suficiente, hay que agregar la belleza del edificio que fue la sede de la gran Casa de Moneda de la Nación y anteriormente aquí se aposentaron las "casas denegridas" del emperador Moctezuma, llamadas así por sus muros pintados de negro, en donde el monarca se recluía a meditar cuando lo agobiaban los problemas.

El edificio original de la Casa de Moneda data del siglo XVI, pero en el XVIII, centuria de opulencia, se contrató al afamado arquitecto Miguel Constanzo para que lo remodelara, previéndose que la fachada fuera "de buena simetría y proporciones, que denotara ser fábrica real". En 1868 se adaptó para alojar al primer museo americano, llamado Museo Público de Historia Natural, Arqueológico y de Historia, del cual salieron las colecciones para integrar los museos más importantes de México: el de Historia Natural, del Virreinato, de Historia y el magno de Antropología, que fue el último en abandonar el majestuoso recinto, que a partir de los años sesenta del siglo XX se dedicó al uso actual.

Y hablando de arquitectura imponente, a fines del siglo XIX se destruyó el hermoso Teatro Nacional, obra del arquitecto Lorenzo de la Hidalga, situado en la avenida 5 de Mayo a la altura de la calle Bolívar, con el fin de abrir la vía hasta la Alameda en donde se habría de edificar lo que ahora es el palacio de Bellas Artes. Sucede que las soberbias columnas del vestíbulo del antiguo teatro las compró un señor que estaba construyendo un bello edificio en la esquina de Bolívar y 16 de Septiembre y las utilizó para proporcionarle al inmueble un imponente vestíbulo, en donde recientemente abrieron el restaurante Las Columnas, con comida tipo español y aceptable comida corrida, acompañada de la música de un buen tecladista. La visita vale la pena para admirar los espléndidos pilares pétreos.

[email protected]