DOMINGO Ť 5 Ť AGOSTO Ť 2001

Carlos Bonfil

Gotas de agua sobre piedras ardientes

De Francois Ozon, realizador de 33 años, se conocen en México la mayoría de sus cintas, desde Mirando el mar hasta Bajo la arena, exhibida en la pasada Muestra Internacional de Cine, aunque sólo uno de sus estupendos cortometrajes, Vestido de verano. El éxito de este director ha sido contundente. En sólo cinco años se ha vuelto una de las figuras más destacadas del cine francés, dueño de un estilo vigoroso y de propuestas siempre sorprendentes. Explica Ozon: "Me gusta desconcertar al público. No creo representar una sola cosa. Tengo gustos muy variados y cada vez que hago una película tengo ganas de experimentar algo nuevo. Para realizar una película quiero tener la impresión de que es algo diferente de lo que he hecho antes -en el tono, en la dirección de actores, o en la narración-, una apuesta diferente. Es eso lo que me excita. Y sin embargo, si veo de corrido todas mis películas, tengo la impresión de filmar siempre de la misma manera, a veces hay humor, burla, o algo más serio". Su proyecto más reciente, 8 mujeres, actualmente en producción, reúne a Catherine Deneuve, Isabelle Huppert, Fanny Ardant, Emanuelle Béart, Danielle Darrieux, en el relato muy negro de un encierro de las protagonistas, ritual de escarnios mutuos, luego del asesinato de un hombre.

El humor mordaz y la irreverencia son rasgos distintivos del estilo de Ozon, en las cintas ya mencionadas y también en Comedia de familia (Sitcom), exhibida en el pasado Festival de Verano de la UNAM. Ese mismo festival exhibe ahora una de sus producciones más fascinantes y extrañas, Gotas de agua sobre piedras ardientes, basada en una obra teatral que Rainer W. Fassbinder escribió a los 19 años y que nunca se decidió a escenificar. La adaptación de Ozon propone un relato perturbador y muy divertido, en filiación directa con películas del Fassbinder de los setenta, Las amargas lágrimas de Petra von Kant, La ley del más fuerte, En un año de trece lunas. El primer punto en común entre los dos cineastas es el señalamiento de la pasión amorosa como fuente inevitable de conflictos de poder; el segundo, la apuesta por un espacio cerrado (ni una escena en exteriores en Gotas de agua...). Hay también ironía en la explotación y desmantelamiento del melodrama, y una mezcla de cultura popular (canciones de Francoise Hardy), y de poesía de Goethe y oratorio de Bach, en el estilo de Fassbinder, quien recurría, por ejemplo, a la música de Los Platters en Las amargas lágrimas..., o sorprendía incursionando incluso en el género del western (Whity, 1970).

Los lineamientos de la trama de Gotas de agua... proceden directamente del cine del director bávaro. Léopold, un hombre de cincuenta años, cínico y pragmático (el Bernard Giraudeau de Pasión de amor, de Scola, dueño absoluto aquí de las situaciones), invita a su casa a Franz (Malik Zidi), un joven de 19 años, romántico y melómano, cuya fina sensibilidad parece predisponerlo al sometimiento amoroso. Lo que inicia como un juego de seducción erótica, culmina poco después en una lógica doméstica de dominación total -un pastiche homosexual de la tiranía conyugal, con atribución de roles muy estrictos, y una vampirización de la energía juvenil por parte de un Léopold abúlico y desencantado -el seductor blasé, aburrido ya con la facilidad de sus conquistas. Dos personajes más, Anna (Ludivine Sagnier), la novia del muchacho, y Véra, la ex "mujer" del quincuagenario, irrumpen en la intimidad de la pareja y complican un poco más la comedia de enredos. En la nueva distribución de roles persiste sin embargo la dialéctica del amo y del esclavo.

Las actuaciones son notables. Anna Thompson, en el papel de Véra, encarna muy almodovarianamente el papel del hombre que por amor se larga a Marruecos para someterse a un cambio de sexo a fin de renovar el entusiasmo erótico de Léopold. Cada personaje es un satélite en la órbita del seductor de cincuenta años, aterrado únicamente por la inminencia de su propio envejecimiento. Dandy calculador e irrisorio; pequeño burgués mezquino; Dorian Grey sin pizca de ingenio, Léopold es el personaje más complejo en la galería masculina de Ozon. El resume y a la vez caricaturiza la prepotencia latente en todo impulso de posesión amorosa. Quienes lo rodean se comportan, visten, y se afanan como un conjunto de marionetas. Un episodio más en la singular comedia humana que construye Ozon de una película a otra, Gotas de agua sobre piedras ardientes se exhibe esta semana en la sala Julio Bracho, de la UNAM, en el 8 Festival Cinematográfico de Verano.