Jornada Semanal, 5 de agosto del 2001 
Fereshteh Sari

El horror fundamentalista

“La principal resistencia contra todas las usurpaciones y a favor de la identidad nacional en mi país ha sido su lengua”, dice el autor iraní Fereshteh Sari, y comenzando con la figura del enorme Firdusi, hace un recuento de la barbarie, el odio, el irracionalismo, la humillación y demás vergüenzas que una dictadura tras otra han instalado, a través de la censura, contra las letras y el pensamiento libres en su país, aunque su valiente denuncia bien puede ser aplicada a cualquier otro donde no se considere que “la violencia y la coerción deben ser reemplazadas por la sabiduría y la tolerancia”.

Regreso al pasado lejano, cuando mis ancestros, apoyados en el bastón del pensamiento, se enderezaron y se diferenciaron de otros animales. Es imposible pensar sin palabra. Las palabras le dan nombre a las cosas y construyen conceptos abstractos. Y el lenguaje es una composición orgánica de palabras. El ser humano fue creado en el lenguaje, se levantó y continuamente ha mirado hacia delante. Es así como empezó la historia y siguió su curso a través del lenguaje.

Quiero referirme a la obstinación del lenguaje en mi país; un país oprimido por las nubes negras del despotismo durante su larga historia y que pocas veces ha conocido los días soleados de la libertad.

Hoy en día, personalidades y organizaciones luchan contra la opresión y tratan de extender la libertad por todo el mundo, y conducir un mundo familiarizado con la paz, la justicia y la libertad. Actualmente, Europa ha aceptado la defensa de la democracia como principio de su acercamiento político universal. Lo considero positivo, pero creo que todos los que han combatido por la libertad tienen su parte en este resultado, ya sea el anónimo soldado de la libertad iraní que murió en prisión, el periodista al que le cosieron la boca antes de ejecutarlo, o el francés no identificado que se sacrificó por la libertad durante la Revolución Francesa.

Hoy son muchos los que piensan que la violencia y la coerción deben ser reemplazadas por la sabiduría y la tolerancia, y dejar a la gente construir libremente su futuro. Ideas contrarias dirigieron el mundo por mucho tiempo, durante el cual mi país se encontraba bajo la dominación de conquistadores extranjeros; y en la historia reciente, bajo la de las potencias coloniales, apoyadas por colaboradores internos.

Sin embargo, la principal resistencia contra todas las usurpaciones y a favor de la preservación de la identidad nacional en mi país ha sido su lengua. Numerosos hombres brillantes que han buscado medios de resistencia contra la dominación extranjera han encontrado su último recurso en la lengua nacional. Firdowsi, el gran compositor de la epopeya nacional iraní, decía hace cien años: “He sufrido mucho durante estos treinta años para reconstruir esta obra en persa, para revivir la identidad iraní.” Pero no sólo son los Firdowsi los que han recurrido a la lengua nacional como el último –pero no el menos importante– modo de resistencia contra la dominación extranjera, y le han consagrado la vida. Podríamos decir que él representa el inconsciente colectivo del pueblo iraní, cuya conciencia despierta en su espíritu.

La memoria histórica colectiva del pueblo iraní se activó en la conciencia de Firdowsi, no sólo por llevar la lengua persa a su grado más puro y bello, sino también por recrear la epopeya y la mitología nacionales que reflejaban los ideales y las aspiraciones de su país. Un alma adornada con trajes de fiesta, siempre incompletos. De vez en vez sacudimos estos trajes para desempolvarlos y recordar nuestros orígenes.

Firdowsi representaba la resistencia del alma iraní a la dominación totalitaria de la cultura y la lengua árabes. Pero, de nuevo, durante la dominación de la barbarie mongola, con su violencia sanguinaria inigualable y su odio primitivo contra las culturas desarrolladas, hubo hombres de letras que sobrevivieron para sufrir esa amargura y esas humillaciones y llevarlos a la historia y a las generaciones futuras.

Este periodo fue testigo del desarrollo del sufismo a una escala sin precedente. Por su resistencia negativa y sus esfuerzos para preservar la lengua nacional, los sufistas trataron de sobrevivir a este periodo de problemas formidables. Muchos son los que piensan que, históricamente, el predominio del irracionalismo sufista fue un acercamiento negativo al mundo, que puso obstáculos en el camino del desarrollo del pensamiento racional. No quiero ahora comprometerme en esta discusión, pero creo que sus alabanzas constantes al “amor” eran un medio de persistir a través del lenguaje. Su renuncia al mundo fue también un medio de sobrevivir a una época de sufrimientos y grandes humillaciones impuestas por una opresión implacable. Cada vez que abro uno de sus libros, la ola del amor abundante en ellos me maravilla y me envuelve en un vestido de amor y esperanza.

En tiempos del movimiento constitucional, a principios del siglo xx, la sátira se convirtió en un vector de comunicación entre las personas, quienes despertaban sus conciencias y aligeraban la carga de una vida insoportable por medio de un lenguaje humorístico. Este periodo terminó con el régimen dictatorial del primer soberano de la dinastía Pahlavi.

Cuando llegó al poder, después de que las Fuerzas Aliadas ocuparan Irán en 1941, los iraníes no tuvieron más que alrededor de doce años para respirar el aire de la libertad. Este periodo acabó con un golpe de Estado organizado por la cia para derrocar al gobierno nacionalista de Mohammad Mosadeq e instalar la dictadura del segundo Shah de la dinastía Pahlavi. En este tiempo, los hombres de letras iraníes, en particular los periodistas, demostraron sus aptitudes publicando las ideas de libertad política y justicia social. Su voz anticolonialista culminó durante el movimiento para la nacionalización de la Compañía Petrolera Británica.

Bajo la dictadura del segundo soberano de la dinastía Pahlavi, que llegó a su fin con la revolución de 1978, en ausencia de prensa y literatura libres, fue la poesía la encargada del combate contra la dictadura. En una situación por demás difícil, creada por una censura inflexible, la novela, las obras dramáticas, y particularmente la poesía –el arte nacional iraní–, tomaron la responsabilidad, con un lenguaje simbólico y metafórico, de motivar a la gente a presentar resistencia contra la dictadura. Incluso si el lenguaje simbólico y metafórico de la poesía moderna no podía comunicarse fácilmente con las grandes masas, mantuvo su audiencia entre los estudiantes de educación superior, nutrió sus espíritus y los estimuló a luchar contra la dictadura. Así, el lenguaje alusivo de la poesía reemplazó al lenguaje directo de la prensa libre. La poesía demostró las capacidades infinitas del lenguaje para adaptarse a la situación y producir discursos de resistencia.

No obstante, en ausencia del lenguaje discursivo el lenguaje alegórico y metafórico de la literatura, en particular el de la poesía, reviste aspectos negativos. Esto es consecuencia de una moralización extrema de la situación y, por consiguiente, de su simplificación. De la actitud moralista se desprende naturalmente una visión maniquea, que sitúa todo entre el Bien absoluto y el Mal.

El moralismo político absolutista de esta época se reflejó directamente en las obras literarias, lo que en el fondo correspondía al dualismo absolutista de la visión iraní del mundo, proveniente de su historia antigua.

La experiencia de la revolución y de la confrontación con el fanatismo que entró en ebullición y se desbordó, provocó un choque cultural e histórico para los intelectuales y los hombres de letras iraníes. A través de esta experiencia aprendieron a abandonar las visiones absolutistas y a ver el mundo a partir de un punto de vista más flexible. La caída del imperio ideológico más grande de nuestro tiempo y el desarrollo en su propio país de una de sus formas primitivas, fundada sobre creencias y aspiraciones medievales, constituyeron una lección muy instructiva. Pese a la censura en el nuevo régimen, el lenguaje alegórico y metafórico del idealismo político reflejado en la poesía prerrevolucionaria fue reemplazado por el acercamiento más diferencial y observador de la novela.

El desarrollo de la novela, como forma de articulación literaria en concurso con la poesía, es un fenómeno considerable y expresivo de la época posrevolucionaria, anclado en las profundas transformaciones sociales y culturales de la época. A pesar de las condiciones sociales favorables para el desarrollo de la novela, lo sensible del Estado y los grupos de presión fanáticos, de cara a sus aspectos moralistas y políticos, forzó a numerosos escritores a desplazar el tiempo de la narración hacia épocas prerrevolucionarias, e incluso a mover sus escenarios a otros países. En mi opinión, si este acercamiento no proviene naturalmente de las exigencias de la historia misma, constituye una confrontación pasiva con la censura y provoca un efecto deformante en la obra.

He tratado de no desviarme nunca por un camino lateral para escapar a la censura, ni esperar tiempos más favorables para escribir mis obras. Escribir bajo censura provoca inseguridad e impone inconscientemente la autocensura. No obstante, he tratado de verter todas mis decepciones en las palabras, pasándolas a través de los filtros artísticos y borrando los rasgos personales, para crear algo independiente de mí; de esta manera salía de nuevo de la oscuridad hacia la luz y la esperanza.

Escribir bajo censura suele obligar a adoptar personajes y situaciones simbólicas que hacen unidimensionales las obras. Bajo el régimen soviético en Rusia los escritores se valían de la fábula y la narración alegórica, y ocultaban el tiempo y el espacio de su relato. Pero esta manera de utilizar signos y símbolos reduce una obra a un significado unidimensional, y la priva de una vida futura. Yo he tratado de acercarme a un estilo lúcido que, conservando su significado presente directo, pueda de igual forma revestir un significado multidimensional.

Traducción de Gabriela Valenzuela Navarrete

Ilustración de Margarita Sada