Jornada Semanal,  19 de agosto del 2001 
 

Humberto Rivas

García Ponce:
Vivificar el rito

 
Para comentar la presencia espiritual de “El gato” en la vida de los personajes de la prodigiosa historia escrita por Juan García Ponce, Premio Juan Rulfo de este año, Humberto Rivas establece paralelos y relaciones con la obra Roberte esta noche de Pierre Klossowski, autor traducido, estudiado y comentado con gran precisión por García Ponce. La teología y la pornografía se unen en el pensamiento de Klossowski, quien murió hace unos días a los noventa y seis años de su edad, y encuentran en “El gato”, sensual y refinado, la inspiración para enriquecer los contactos carnales y para “actualizar” los espíritus de los amantes.
 
Y ese tercero es un puro espíritu
Octave


La crítica contemporánea ha señalado que los artistas conscientes de su obra escogen su linaje y entre esos semejantes se desarrollan. Juan García Ponce ha decidido sus ancestros literarios. Entre ellos se encuentran Jorge Luis Borges, Robert Musil, y muy especialmente Pierre Klossowski. A este último no sólo lo ha estudiado y traducido; es evidente que también lo ha metabolizado y hecho parte de su campo de pruebas estético, de su impulso creador al momento de escribir. De tal suerte que en su cuento "El gato", Juan García Ponce traza, de forma sesgada, una idea de Roberte esta noche, de Pierre Klossowski. El texto en cuestión participa del parlamento dramático, la especulación filosófica, la teología y la narrativa erótica. Es una obra compleja y apasionante. Octave es un destacado profesor de escolástica. Su mujer es Roberte, una belleza madura con la que ha comenzado a tener problemas conyugales. Antoine es el sobrino de Octave, atraído violentamente por Roberte y alumno accidental de su tío, quien ha decidido iniciarlo en las sutilezas del pensamiento, del razonamiento esotérico. Octave desarrolla ante Antoine su teoría de la hospitalidad, y la de un espíritu que, al invocarse, ¿se materializa? como invitado y devela los elementos de una personalidad reacia a mostrarse tal cual es. La personalidad oculta que intentan conocer es, por supuesto, la de Roberte. La idea (uno de los preceptos rectores de la obra) consiste, de manera por demás simplificada, en que ese espíritu invocado puede hacer que Roberte entregue su "inactualidad", su "esencia", es decir, lo que Octave y Antoine desconocen de ella, sobre todo en el plano sensual.

En el cuento de García Ponce, el gato cumple con las funciones de ese espíritu revelador; es un detonante, un catalizador en las relaciones sexuales ya monótonas de D y su amiga. El gato, pequeño y gris, aparece de modo furtivo ahí en el edificio, surgido de la nada y practicando una curiosa simbiosis con los elementos constitutivos del inmueble. Aparece y desaparece. D percibe esta magia, y es sólo hasta entonces cuando empieza a extrañarlo (a invocarlo) cada vez que sale o entra al departamento. En cierto momento, D, el personaje masculino de la historia, cumple con las leyes de la hospitalidad al transportar al pequeño gato al interior del departamento. Y no sólo eso, también lo acerca, literalmente, a su amiga; lo posa en el pecho desnudo de ella mientras dormita. En el texto de Klossowski, Octave explica que hay que nombrar a Roberte en presencia del espíritu para que ocurra la magia, es decir, para que Roberte entregue su parte desconocida, su "inactualidad", y así ésta se permute en "actualidad". En el caso de "El gato", a la amiga de D no se le nombra: se coloca el espíritu literalmente sobre ella. A partir de entonces, la amiga de D se entregará con mayor pasión a su amante.

Como puede verse, Juan García Ponce acude a uno de sus autores predilectos para jugar con una de las ideas que vertebran una obra probablemente querida, una obra que quizá lo obsesionó y que tuvo que hacerla suya a través de un texto entrañable como "El gato". Al mismo tiempo, es evidente que Juan García Ponce no intenta duplicar a Klossowski; simplemente recupera algunos de los elementos de Roberte esta noche, los trabaja en su cantera, los sesga y nos entrega un texto con su propio sello. Una forma de homenaje, y una autocolocación en las ramas de su árbol genealógico.

Por otra parte, la invocación del espíritu no será fácil para D, quien deberá pagar por haber convocado a esa poderosa entidad. Un buen día, este personaje, seminombrado como D, comenzará a padecer unas alarmantes fiebres altas. Pasa largos días en cama. Al poco tiempo se recupera de la misma extraña manera como enfermó. De esta forma, el espíritu ya está instalado en la casa y se le verá aparecer de pronto saliendo del armario; su presencia es sueño y es vigilia, es espíritu y es un ser tangible.

Este juego de sueño y realidad hace que el texto avance en su trama y se establezca la atmósfera propia de la narrativa de Juan García Ponce. El gato es un gato "niño", es decir que su presencia en las vidas de los protagonistas de la historia quizás perdure por mucho tiempo, lo que prefigura una relación erótica más rica y completa que la que habían llevado hasta ese momento.

Otro elemento importante que hay que señalar es la semejanza que existe entre el discurso que Octave hace a su sobrino Antoine, y el que Juan García Ponce arriesga sobre el cuerpo de la amiga de D. En Klossowski, el tío explica que para que el espíritu tome posesión del cuerpo que debe habitar, éste tiene que despojarse de todas sus cualidades intelectuales y objetivizarse, es decir, hacerse un "objeto". Lo cual quiere decir que esa noche, Octave y Antoine tienen que describir el cuerpo de Roberte auxiliándose de una fotografía proyectada en la pared. En "El gato" se describe con minucia el cuerpo esbelto y atrayente de la amiga de D, y en determinado momento se dice: "cuando estaba dormitando, ofreciendo su cuerpo a la contemplación con un abandono total, como si el único motivo de su existencia fuese que D lo admirara y en realidad no le perteneciera a ella, sino a él y tal vez a los mismos muebles del departamento y hasta a las inmóviles ramas de los árboles de la calle". Más adelante se agrega: "Entonces para D el cuerpo de ella tenía un carácter de objeto." De este modo, la amiga de D está preparada, suficientemente "objetivizada" para recibir al espíritu.

Además, Juan García Ponce ha elegido al gato como espíritu encarnado en su cuento, merced al prestigio de animal sensual que ha tenido a lo largo de la historia y de la literatura; es un animal de pelambre fina, mirada ardiente, que acucia los deseos sexuales del personaje femenino, y gracias al cual los protagonistas lograrán una unión sexual más completa. Si antes de la aparición del gato sus relaciones eran "suficientes", ahora, con el espíritu entronizado en la casa, en sus vidas, sus encuentros amorosos serán más plenos, estarán más enriquecidos. De ahora en adelante necesitarán la presencia misteriosa y estimulante de ese tercero que les trajo la plenitud a sus actos sexuales. De hecho, ella lo espera así: "su cuerpo sólo esperaba la pequeña presencia gris, tenso y abierto". El rito del sexo que antes sólo era correcto, a partir de ahora estará vivificado gracias al gato, al espíritu que han convocado.