Ecológica, 27 de Agosto del 2001   


Dama de noche

Foto: Rubén Morante

Aprovechamiento de recursos forestales
no maderables en Chinantla, Oaxaca
 


Jorge López Paniagua

Álvaro González Ríos

Grupo Mesófilo

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Introducción

En Oaxaca, el aprovechamiento de los productos forestales no maderables (PFNM) ocupan un rango modesto pero con una tendencia ascendente: pasaron de 314 toneladas en 1995 a 600 en 1999. Este crecimiento se explica por la instrumentación de programas institucionales (como el Proders y el Procymaf) que han valorado experiencias recientes instrumentadas por organizaciones no gubernamentales (ONG) y comunidades para incorporar los PFNM a sus esquemas financieros y operativos. El factor que complementa esto se deriva de la importancia que dichos recursos han tenido y siguen teniendo en los esquemas productivos, de consumo y económicos de muchas comunidades.

Entre los argumentos que señalan que los PFNM deben ser un factor relevante dentro de la política forestal de Oaxaca están aquellos que destacan su importancia estratégica como instrumento para conservar las áreas forestales; o bien, que son una alternativa para la diversificación de los cultivos agroforestales y su potencial como un complemento para la deprimida economía campesina.

Las regiones cálido húmedas de nuestro país poseen una gran tradición en el aprovechamiento para consumo y comercio regional de los PFNM y otros con demanda en mercados nacionales e internacionales. Entre estas regiones está la de la Chinantla, al norte del estado de Oaxaca. Entre los PFNM aprovechados aquí, sobresalen por sus usos tradicionales el tepejilote (Chamaedorea tepejilote), diversas especies vegetales utilizadas para cestería y el amole. En el segundo caso están el barbasco (Dioscorea spp.), la vainilla (Vanilla planifolia), la palma camedor (Chamaedorea spp.) y el ixtle (Aechmea magdalenae), entre otros.

Los esfuerzos para la conservación de las selvas de la Chinantla son de vital importancia. A pesar de los fuertes impactos que la cubierta vegetal ha recibido por efecto de las políticas de colonización del trópico húmedo y la presencia de tecnologías agropecuarias de alto impacto ambiental, la Chinantla es, después de la selva Lacandona y los Chimalapas, la mayor área de selvas tropicales del país. Esto, pese a haber perdido 90 por ciento de su superficie forestal original.

Dentro de este marco, la experiencia destaca que el aprovechamiento de ciertos PFNM también ha contribuido a la deforestación, pues al ser productos extraídos directamente de sus hábitats selváticos esto se traduce en sobreexplotación, alteración del ecosistema y disminución del germoplasma. Es el caso, entre otros, del ixtle o pita, la palma camedor y la vainilla. Para paliar esta situación, los esfuerzos de conservación se han dirigido a la creación de plantaciones para proteger las especies silvestres.

El reto ha sido diseñar estrategias y planes de manejo técnica y culturalmente adecuados para hacer factible la domesticación de especies silvestres y atenuar problemas claves, como son los métodos de reproducción, el combate de enfermedades y plagas, la regulación de la sombra, la humedad y la definición de los volúmenes a extraer de manera sostenible, entre los más destacados. En muchos casos, el establecimiento de las plantaciones o cultivos se hace en áreas de acahuales, a los que se les agrega de esta manera valor de uso; o bien al interior de cafetales como parte de procesos para su diversificación.

A esto hay que agregar la necesidad de insertar los procesos técnicos en estructuras organizativas que respeten los sistemas culturales locales y regionales y obtener fondos para costear los procesos iniciales de experimentación, capacitación y evaluación de los resultados. En este sentido, los programas forestales y de conservación institucionales a cargo de la antes Semarnap han sido factores fundamentales de apoyo.

El problema del mercado es central pues, por lo general, los productores o usufructuarios de los PFNM están a merced de coyotes y grandes acopiadores que son quienes se llevan la parte del león. En este aspecto es donde se ha tenido menos éxito; se espera que la paulatina creación y fortalecimiento de comités y grupos de productores organizados adquieran mayor control en los procesos de comercialización.

Tres experiencias en la Chinantla

Palma camedor

La región es rica en especies de esta palma, con al menos 10 diferentes especies y cuatro de importancia comercial: fina, ancha, chapana y tepejilote; las dos primeras son las más codiciadas. Su uso comercial es para fines ornamentales; se comercializa internacionalmente desde los años cuarenta y ha sido objeto de una drástica disminución por la reducción de las selvas de la región. Entre las causas principales que afectan las poblaciones de palma y sus hábitats están la extracción excesiva de ciertas especies y las prácticas inadecuadas de corte que disminuyen la capacidad de reproducción de los individuos y la producción de semillas.

Aunque la legislación mexicana es clara en la necesidad de contar con una notificación para poder aprovechar las hojas sin que se afecten las poblaciones vegetales, son pocas las comunidades chinantecas que cumplen con este requisito. En un trabajo reciente se consigna que de 21 comunidades que aprovechan la palma, sólo siete cuentan con el permiso de extracción. Hay al menos otras 10 que tienen potencial pero no aprovechan directamente el recurso.

No se tienen datos confiables de la cantidad de hojas palma que se pueden estar aprovechando en las selvas de la Chinantla, pero datos oficiales arrojan que una sola localidad puede extraer anualmente entre dos y tres millones de palmas, que en peso pueden significar entre 39 mil y 53 mil toneladas.

La cadena de comercialización de la camedor inicia con el corte de la palma en las selvas, pasando por su acopio en la comunidad, su adquisición por el coyote, el traslado al centro de acopio y de ahí a los camiones refrigerados que la transportan. Estos vehículos generalmente hacen un recorrido desde Guatemala, pasando por toda la zona del Golfo de México hasta su destino final en Estados Unidos.

Los recolectores obtienen entre cinco y seis centavos por cada hoja de palma. Los centros de acopio venden cada hoja en 14 y 17 centavos, más del doble de lo que obtienen los cortadores.

Como una medida para aminorar la presión sobre las poblaciones silvestres y tener un acceso más seguro al recurso, algunas comunidades han iniciado procesos para su domesticación a través de plantaciones. Entre las experiencias destacan las de las comunidades de Arroyo Frijol (Chiltepec), Monte Tinta (Ayotzintepec) y Nueva Santa Flora (Usila), en el distrito de Tuxtepec.

Vainilla

Es una orquídea trepadora utilizada como aromatizante y saborizante (Vanilla planifolia), y es un componente frecuente de la estructura original de las selvas húmedas del sureste. Su cultivo es tradicional, principalmente en la región cálido húmeda del norte de Veracruz (Papantla, Gutiérrez Zamora, Tecolutla, Martínez de la Torre) donde se produce casi 95 por ciento de toda la vainilla mexicana. Otros estados productores son Puebla y Oaxaca.

Hacia finales de los años ochenta surgió en la Chinantla un movimiento que promovió el cultivo del bejuco en la comunidad de San Felipe Usila. Entre sus principales objetivos estaba la diversificación de los cafetales por la crisis de los precios del aromático y la desaparición del Instituto Mexicano del Café, junto a la necesidad de definir opciones para la conservación de las selvas y el rescate de la cultura chinanteca.

Este proceso, inicialmente promovido por la Oficina Regional de la Dirección General de Culturas Populares, retomado más tarde por el PAIR-UNAM (Programa de Aprovechamiento Integral de Recursos Naturales), comprendió un paquete tecnológico, y los elementos de planeación y organización asociados.

El éxito inicial de la experiencia en Usila, ligado a lo atractivo del mercado internacional en ese momento, motivó un gran interés regional, lo que se aprovechó para realizar una promoción desmedida del cultivo de la vainilla. El boom fue tan grande que inclusive se promovió la constitución de un Consejo Vainillero, espacio en el que se negociaban una buena parte de las inversiones para el cultivo, y actividades de beneficio y comercialización. Pero al mismo tiempo fue testigo de algunas malas experiencias, como las de productores declarando más hectáreas de las que realmente cultivaban, procesos selectivos para el otorgamiento de créditos y manejos irregulares de fondos, lo que generó conflictos y la creación de un comité paralelo.

Actualmente existen pocas organizaciones en la Chinantla que producen de manera extensiva la vainilla por falta de manejo de las plantaciones, que requieren de una gran inversión de trabajo (es una planta "celosa"), la ausencia de un paquete tecnológico para combatir eficientemente las enfermedades de las plantas, la falta de experiencia para la comercialización y carencia de mercados accesibles para su venta.

A lo anterior se suma que, de acuerdo con algunos especialistas, las poblaciones silvestres de Vanilla planifolia prácticamente están extinguidas de las selvas de la región por la sobreexplotación de sus individuos para la formación de los huertos madre, fase inicial necesaria para establecer las plantaciones, pero exagerada por una promoción más orientada a satisfacer fines políticos de clientelismo que para operar un esquema sustentable que garantice la conservación del germoplasma nativo.

En la actualidad, los mayores productores del bejuco se localizan en sitios muy lejanos a este continente: Madagascar, Reunión, Comoras, e Indonesia. Nuevos productores (Uganda, Tahití y Samoa) han entrado al mercado con precios tan bajos que están haciendo cambiar de estrategias a los exportadores tradicionales.

Ixtle o pita

Se trata de una bromelia terrestre de forma parecida a un maguey de porte pequeño, que se distribuye desde la mitad sur de la República Mexicana hasta el norte de Sudamérica y que como en los casos anteriores fue un componente natural de las selvas de la Chinantla. De ella se obtiene una fibra de alta calidad tradicionalmente usada por algunos grupos indígenas mexicanos para elaborar redes de pesca, hamacas, cordeles, huaraches, trampas, o bien para el intercambio directo en los mercados indígenas regionales.

Actualmente se emplea para la elaboración artesanal de bordados ornamentales en artículos de piel asociados culturalmente a la charrería, conocidos como "pitiados", cuya producción se encuentra concentrada en su mayor parte en Colotlán, Jalisco, y poblados cercanos. La demanda de estos artículos se incrementó los últimos 10 años y por consiguiente la extracción de la fibra, proceso que ha incentivado el aprovechamiento desmedido de las poblaciones silvestres de muchas áreas de selva y de acahuales.

Aunque varias comunidades chinantecas han desarrollado estrategias de manejo de las poblaciones silvestres, sólo unas cuantas tenían experiencia en el cultivo de la planta, como es el caso de las comunidades chinantecas del municipio de San Juan Lalana, afiliadas a la Unión de Pueblos Indígenas, UPI. Dichas localidades fueron la base para fomentar el cultivo de la pita que realizó la Semarnap, estrategia apoyada por grupos civiles que trabajan en la zona, como Methodus, Pair y Grupo Mesófilo, teniendo como marco la constitución de un Comité de Productores de la fibra. Dentro de esos espacios se discutió sobre los riesgos de la sobreexplotación de la planta y las precauciones que había que tener para una especie que apenas se incorporaba al cultivo.

Al igual que en el caso de la vainilla, se realizó una promoción desmedida del cultivo por diferentes instituciones sin tomar en cuenta que era una planta en proceso de domesticación y sin considerar la necesidad de brindar asistencia técnica por parte de comunidades que estaban más avanzadas en el proceso de cultivo. Por tanto, decenas de hectáreas que se incorporaron al cultivo se afectaron totalmente debido a un ataque masivo de hongos. Dentro de las excepciones encontramos a la UPI, organización que ha ido afinando su sistema de cultivo y aprovechamiento de la bromelia, fortaleciendo su capacidad organizativa para la producción y comercialización.

Algunas consideraciones finales

Al revisar las experiencias de productos forestales no maderables de interés comercial en la Chinantla, destaca la carencia de políticas claras para implementar de manera sustentable las actividades relativas al fomento de su aprovechamiento, si bien los recientes esfuerzos conjuntos de comunidades, ONG y el programa Proders han generado experiencias valiosas que requieren profundización y seguimiento. El fortalecimiento de esas experiencias evitará procesos sociales infructuosos y harán posible que los PFNM se conviertan paulatinamente en instrumentos adecuados para la diversificación de las actividades productivas, el mejoramiento económico de los campesinos y la conservación de los ecosistemas forestales.

Para que los PFNM lleguen a ser una opción social y ecológicamente viable se requiere antes de iniciar un proceso masivo de cultivo o aprovechamiento, partir de diagnósticos serios para establecer con precisión las especificaciones técnicas y organizativas apropiadas para el proceso de producción, beneficiado y comercialización. Paralelamente las instituciones y grupos de acompañamiento deben brindar asistencia técnica efectiva y seguimientos puntuales de las acciones, junto a la búsqueda de mercados justos.

El dilema es claro: desperdiciar el enorme potencial que ofrecen los PFNM de las selvas, o bien, retomar los aspectos positivos de las experiencias comunitarias e incorporarlas a las estrategias de aprovechamiento forestal que cumplan con los objetivos de conservación y desarrollo. ¿Qué dice al respecto la nueva administración pública?


Árbol con bromelias

Foto: Orlando de la Rosa


Helecho y doradilla

Foto: Maite Ma. Saavedra


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