Jornada Semanal, 16 de septiembre del 2001

 

El Siglo de Plata ruso


Noticia
 
 

Los poetas rusos de las dos primeras décadas del siglo xx, con su actitud de ruptura y experimentación, crearon las bases de la poesía rusa moderna, en un país que se debatía permanentemente entre el abismo social y las utopías. Muchos de esos creadores llevaron a cabo sus invenciones y sus búsquedas en circunstancias realmente extremas, en situaciones límite, pero aún así siempre supieron que su principal compromiso, si lo había, era con el lenguaje y la palabra. Después de Pushkin y Tiútchev no había sucedido nada de interés en la poesía rusa hasta que apareció Innokienti Amnienski, un verdadero renovador de la forma y el ritmo, que influyó de manera decisiva en toda una pléyade de poetas genuinos: Blok, Sologub, Mijail Kuzmin, Viacheslav Ivanov, Igor Severianin, Ajmátova, Maximilian Voloshin, Pasternak, Constantin Balmont, Zinaida Gipius, Mandelstam, Gumiliov, Nikolái Kliuev, Esenin, Maiakovski, Velemir Jlébnikov, Tsvetáieva, Sacha Chorni, etcétera. Estos poetas conformarían lo que después se ha dado en llamar el Siglo de Plata de la poesía rusa, que ha extendido su rica, múltiple y generosa incidencia en autores más recientes como Arseni Tarkovski, Joseph Brodski, Eugenio Rein, Anatoly Nauman, André Vossenenski, Pável Gruhskó y los novísimos Lev Rubinshtein, Nina Oskrenko, Alexander Eremenko e Iván Zhdánov, de quienes en otra oportunidad valdría la pena realizar una brevísima antología. La presente muestra es apenas
una diminuta incursión por ese mar inabarcable.

Jorge Bustamante García

 
 
 
Alexander Blok

(1880-1921)

Hoy no recuerdo lo que ayer pasó...

Hoy no recuerdo lo que ayer pasó.

En la madrugada olvido lo de la tarde anterior.

En los días blancos extravío el fuego

Y en las noches ya no evoco los días.
 

Pero, ante la muerte, en la hora decisiva,

Todos los días y noches nos pasan por la mente

Y entonces ?en el bochorno, en la estrechez?

Es sumamente doloroso soñar

En todo lo hermoso que se fue.

Deseas levantarte y no puedes;

Es de noche.

Fedor Sologub

(1863-1927)

Avisos clasificados

Se necesitan médicos y enfermeras.

Así anuncian los periódicos

Se necesitan sastres y modistas

¿Quién necesita poetas?
 

Dónde encontrar un aviso que diga:

"Invitamos poeta a domicilio

Porque se hizo intolerable

Explicarse en el lenguaje común.
 

Necesitamos palabras hermosas,

Estamos dispuestos a entregar el alma."

Deseo comprar finca.

Se necesitan vacas lecheras.

Vladislav Jodassievich

(1886-1939)

Ante el espejo

Yo, yo, yo, ¡qué palabra salvaje!

¿Será posible que ese sea yo?

¿Acaso mamá amaba a este ser,

Pálido y gris, medio canoso

Acaso ese chico que en el verano

Bailaba en la casa de campo

Era yo, aquel que en cada respuesta

Bisoña inspiraba al poeta

Aversión, cólera y miedo?
 

¿Acaso era aquel que en las discusiones

Nocturnas volvía vivo todo lo pueril,

Acaso era yo el mismo que

De las trágicas conversaciones

Aprendió a callar y sonreír?
 

Así sucede por lo demás en medio

Del fatal camino de la vida:

Del motivo más nimio al más alto,

Miras, perdido en el desierto,

Sin encontrar jamás las propias huellas.
 

No hay pantera que me haya acosado

En algún desván parisino.

Y Virgilio ya no me acompaña,

Sólo la soledad en el paisaje

Empaña el cristal con la verdad.

Boris Pasternak

(1890-1960)

Los días singulares

A lo largo de los inviernos

Recuerdo los días lejanos del sol,

Cada uno fue irrepetible

Y se prolongó sin final.
 

Una absoluta alternación

Componía mal que bien

Aquellos días únicos, cuando

Nos parecía que el tiempo se iba.
 

Yo los recuerdo sin excepción:

Es casi la mitad del invierno,

Caminos húmedos, techos de lluvia,

El sol se calienta en los témpanos.
 

Y los amantes, como en un sueño,

Se palpan uno al otro, presurosos,

Y en lo alto de los árboles

Sudan de calor las hojas secas.
 

La pereza con flecha soñolienta

Da vueltas en el cuadrante

El día se alarga más que el siglo

Y el abrazo no termina.

Velemir Jlébnikov

(1885-1922)

Yo no sé si la tierra gira o no...

Yo no sé si la tierra gira o no,

Depende, si la palabra cabe en el renglón.

No sé si mis antepasados fueron o no simios,

Así como no sé si se me antoja lo dulce o lo ácido.

Pero yo sé que quiero arder y quiero que el sol

Se una en un estremecimiento con la mano.

Y quiero que el rayo de una estrella bese mis ojos,

Como se besan los hermosos ojos de los venados.

Quiero que cuando yo palpite un temblor total invada el universo.

Y quiero creer que hay algo que permanecerá

Cuando el tiempo cambie, por ejemplo, la trenza de la mujer que amo.

Yo quiero sacar del paréntesis del factor común, que me da unidad,

El sol, el cielo, el polvo perlado.


Osip Mandelstam

(1891-1938)

Tu rostro...

Tu rostro

Es lo más tierno entre lo tierno,

Tu mano

Es lo más blanco entre lo blanco,

Estás lejos

De todo mundo

Y todo es inevitablemente tuyo.
 

Inevitable

Es tu tristeza

Y la calidez

De los dedos de tus manos,

Y el sonido apacible

De tus palabras

Joviales

Y la lejanía

De tus ojos

El oído afinado dirige

la vela sensitiva...

El oído afinado dirige la vela sensitiva,

La mirada dilatada se desdobla

Y un coro enmudecido de pájaros nocturnos

Atraviesa el silencio.
 

Yo soy tan pobre como la naturaleza,

Y tan simple como el firmamento,

Y mi libertad es tan quimérica

Como el canto de los pájaros nocturnos.
 

Yo veo al mes inanimado

Y al cielo más muerto que el lienzo;

Y acepto del vacío

¡Su mundo enfermo y extraño!

Osip Mandelstam
 

¿Qué calle es ésta?

La calle Mandelstam.

Qué apellido más espantoso:

Si no lo aireas

Suena curvo y no recto.
 

Poco en él es lineal

Más bien de carácter sombrío

Y es por eso que esta calle

O, mejor este foso

Lleva el nombre

De ese tal Mandelstam.


Igor Severianin

(1887-1941)

Beethoven

Alcanzando lo imposible

En plateadas y lunares sonatas,

Tú, solitario, en los inmensos quebrantos

Del alma, hallaste los motivos eternos.
 

Por eso siempre estarás vivo

En las nueve sinfonías espumadas,

Monumento a aquellos seres alados

De natural espíritu impetuoso.
 

Creador de Egmont y Leonor,

La vanidad, abandonando su nido,

Está ahora lista a loarte,
 

Los ojos ciegos en tu luz se fijan,

El mundo está en ti. Tu sordera desdeñosa

Es una respuesta a ese honor.

Sergéi Esenin

(1895-1925)

Llanura de nieve, luna blanca...
 

Llanura de nieve, luna blanca,

Un manto cobija nuestra tierra.

Los abedules lloran en el bosque.

¿Quién se extravió aquí? ¿Acaso fui yo?
 

Hasta pronto, amigo mío,

hasta pronto...
 

Hasta pronto, amigo mío, hasta pronto.

Querido, en mi pecho yo te llevo.

Este predestinado abandono

Promete después un nuevo encuentro.
 

Hasta pronto, amigo mío, sin gestos ni palabras,

Valiente, no entristezcas,

En esta vida morir no es nuevo

Y vivir tampoco nuevo es.