JUEVES Ť 27 Ť SEPTIEMBRE Ť 2001

Pionera e inolvidable maestra

A punto de cumplir cien años, murió ayer Helia Bravo, primera bióloga titulada y máxima autoridad en el tema de las cactáceas

PABLO ESPINOSA Y ANGEL VARGAS

Por el tiempo y las circunstancias que le tocaron vivir, fue pionera excepcional: primera bióloga titulada, creadora del Jardín Botánico de la UNAM, máxima autoridad en el tema de las cactáceas. La doctora Helia Bravo exhaló su último suspiro la tarde de este miércoles, en medio de los preparativos para celebrar el lunes su cumpleaños número cien.

La doctora Bravo era tan generosa que prefería que la llamaran maestra Bravo. "Es que los maestros de antes sí eran grandes maestros. Una de las causas por las que estamos en el tercer mundo es porque no tenemos grandes maestros hoy en día". Murió con esa preocupación, entre otros pensamientos que le ocupaban todo el tiempo en lucidez extrema. Sus preocupaciones sociales eran igualmente vastas, al igual que su amor por el trabajo.

La revista Artes de México, publicación de excelencia internacional, tiene lista ya su siguiente entrega: un número dedicado al nopal. Entre el equipo de trabajo que encabezan Alberto Ruy Sánchez, Gabriela Olmos y Mayra Pérez Sandy, figura la maestra Bravo, quien escribió un hermoso texto titulado "Algunas pencas de antaño", además de recibir el homenaje merecido que se suma a los realizados en días pasados por su centenario, entre ellos un concierto de la OFUNAM, y celebraciones en su hábitat: los jardines botánicos que fundó en varios puntos de la República.

Hace apenas unos días había entregado, junto al rector Juan Ramón de la Fuente, el doctorado honoris causa por la UNAM a Elena Poniatowska.

Hace diez años, Jesusa Rodríguez escriHELIAbió la letra y Liliana Felipe la música de la canción "Las suculentas (para la Doctora Helia Bravo Hollis)". Hoy la comunidad científica también está de luto. Los cactus recibieron el bautizo de la maestra Bravo en México. Para ceremonia tal de ciencia, arte, artesanado, ella había recibido antes el último diploma que firmó Porfirio Díaz y el primer título profesional, cuando ella tenía respectivamente 6 y 27 años, que fueron sus primeros testimonios de brillante trayectoria: el primero, porque fue la alumna más adelantada en la primaria; el segundo, porque inauguró la carrera de biología en nuestro país, por supuesto que también con calificaciones de excelencia.

Seres vivos. En el diccionario, la palabra cactos está antecedida por el término "cacumen". Se necesita mucho cacumen para estudiar las cactáceas y también mucha pasión, amor, cualidades pletóricas de la maestra, doctora Bravo. Así que cactáceas, aizoáceas, asciepiadáceas, crasuláceas, euforbiáceas y liliáceas, de tejidos carnosos, presencia de espinas y aguijones, manantiales de metáforas y guisos, en México se llaman nochtli, comitl, opuntia, nocheztli, tlalnopal, tlapalnopalli, coccum, chahuixtlenopal, xoconochtli, nombres que les confirieron los antiguos mexicanos pero que los colegas de la doctora Bravo reconocen por las nuevas denominaciones que confirió la maestra merced a su sapiencia: realizó 59 cambios nomenclaturales y describió muchas nuevas especies de cactáceas mexicanas.

La suya fue una vida siempre luminosa: "Nací el 30 de septiembre de 1901 en la Villa de Mixcoac (así se llamaba antes), era una pequeña población en donde ahora es la delegación Benito Juárez. La integraban calles angostas (quedan restos aún), residencias de gente bien, casas más modestas, las iglesias de San Juan y La Candelaria, un mercado municipal y la escuela llamada Olavarría y Ferrari (que aún existe), así como varios conventos de monjas con tapias altas como lo están ahora", según leemos de un texto biográfico compartido generosamente a La Jornada por la revista Artes de México.

Allí deja la maestra, doctora Bravo, la siguiente imagen con una precisión semejante a la belleza que plasmó durante los últimos años mediante una de sus pasiones adquiridas muy recientemente: pintaba, al pastel: "...al suroeste se veían el Ajusco y el Xitle también cubiertos de pináceas... Por los lomeríos de Becerra descendía el río Mixcoac, un verdadero río, con agua cristalina y a los lados florida vegetación herbácea... Mis padres amaban la naturaleza... Mi madre, a la caída de la tarde me llevaba a ver el crepúsculo con nubes que se revolvían entre colores púrpura, rojo y oro, en tanto que los volcanes se revestían de un color violeta que gradualmente se disolvía al anochecer... Cuento todo esto para que ustedes, ya en otro siglo, conozcan cómo fue nuestra preciosa ciudad".