SABADO Ť 20 Ť OCTUBRE Ť 2001

Ť Marta Tawil Kuri

Seguridad y unidad árabes

Para los países de Medio Oriente la dimensión interna de su seguridad tiene especial importancia, si se considera que los esfuerzos de sus gobiernos por integrar las distintas fuerzas sociales dentro de sus territorios han estado ausentes o han fracasado. Las posiciones de estos países son el espejo de su debilidad militar y económica. Preocupados por la posibilidad de desestabilización interna, los países árabes definen su posición frente a la potencia hegemónica en un margen de maniobra estrecho.

Ejemplo ilustrativo de la seguridad de estos países es Arabia Saudita, pilar de la presencia estadunidense en el Golfo. La monarquía saudita busca trabajosamente adoptar una posición ante la guerra en Afganistán que no mine la solidez del régimen, el cual enfrenta la oposición del sector religioso radical. Todo esto la ha hecho ser ambivalente en su posición frente a Estados Unidos. Condena el terrorismo, pero se ha abstenido de apoyar abiertamente los ataques militares contra Afganistán, al mismo tiempo que realiza detenciones de activistas y simpatizantes de Osama Bin Laden.

Siria es otro país cuyas estrategias ilustran esta combinación de factores internos y externos. Logró un asiento como miembro no permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU. No obstante haber contado con el respaldo de los sirios en 1991, Estados Unidos ha dicho que la elección de Siria no cambiará la política estadunidense hacia ese país, incluido en la lista negra de quienes apoyan el terrorismo. Conforme a las últimas posiciones tomadas en la pasada reunión de los países árabes en Doha, Siria considera necesario hacer una distinción entre el terrorismo y el derecho de resistir a una ocupación extranjera, garantizado por la Carta de la ONU. La petición de distinguir terrorismo de resistencia es una respuesta al discurso de los estadunidenses, para quienes organizaciones como Al Qaeda y los actos de resistencia palestina entran en el mismo saco.

Los países árabes se sienten profundamente defraudados con las promesas incumplidas de Estados Unidos de resolver problemas como el de los territorios ocupados y el conflicto en Palestina, así como humillados por los bombardeos que ingleses y estadunidenses realizan continuamente contra Irak, y los estragos que el embargo económico y el uranio empobrecido han producido en la población iraquí. Recientemente, la FBI también incluyó en su lista los nombres de tres ciudadanos libaneses acusados en 1985 de haber desviado un avión de TWA. El hecho de mencionar en las acusaciones acontecimientos que se remontan a más de un decenio tomó por sorpresa a los países de la región, y aumenta sus sospechas acerca de las intenciones del gobierno de Bush, como atacar a Líbano y balcanizar a Irak.

En el escenario que se inauguró el 11 de septiembre, la reunión en Damasco de la oficina central para el boicot -organismo de los países árabes contra las compañías estadunidenses, europeas y asiáticas que negocian con Israel- se acaba de reunir por primera vez desde 1993. En ella, 19 de los 22 países de la Liga Arabe hicieron una lista negra de dichas compañías, que aún no hacen pública. ƑEstaríamos asistiendo a la concretización de la hasta ahora malograda unidad de los gobiernos árabes, en la que se apliquen medidas conjuntas para presionar a Israel y a las potencias occidentales?

Son contados los momentos en que los países de la región ofrecieron una posición unificada. Aparte de algunos momentos clave, los países árabes han permanecido divididos. Sus múltiples declaraciones han quedado en letra muerta. Egipto, pieza clave, se encuentra arrinconado dados sus compromisos con Israel y debido a su dependencia financiera de Estados Unidos. Las estrategias de los países árabes se han basado generalmente en un principio muy simple: la búsqueda de medios para conservar el poder y maximizar su influencia regional.

La cuestión es que mientras no se defina una estrategia de largo plazo para resolver las desigualdades económicas y el conflicto árabe-israelí, la paz social seguirá siendo una quimera; mientras se siga humillando a los palestinos, persistan en la región regímenes corruptos, carentes de legitimidad popular o electoral sólida, con instituciones incapaces de canalizar demandas y descontento, seguirán existiendo jóvenes provenientes de las periferias, de las clases medias, dispuestos a refugiarse en la religión y convertirse en bombas humanas.

El potencial de los Estados para democratizarse en coyunturas de guerra no existe en Medio Oriente, porque sus gobiernos altamente militarizados se sostienen más con sus ingresos externos (riqueza petrolera o contribuciones por parte de países extrarregionales), que con el apoyo de sus poblaciones.

Las transformaciones en el marco de esta guerra del siglo XXI y sus consecuencias serán para esta región altamente desestabilizadoras, tanto por su situación geográfica-estratégica, como por la incapacidad interna de sus países de absorberlas.