DOMINGO Ť 21 Ť OCTUBRE Ť 2001
ELENA PONIATOWSKA

Marta Portal, Revolución y literatura /I

-¡Allí viene Marta Portal! -gritan los villistas.

-¡Viene a caballo! -anuncian los zapatistas.

-¡Viene en tren! -reclaman los villistas.

En medio de la tupida balacera avanza una mujer montada sobre un corcel y enfundada en un traje estupendamente bien cortado, porque le gusta vestir bien. Entonces cesa el combate. Marta Portal desciende de su caballo con la gracia de una consumada amazona, se quita su chaqueta y su anchísimo sombrero galoneado, y ordena a Pancho Villa y a Emiliano Zapata mientras saca de entre su ropa una libreta y una lapicera de oro:

-Generales, ¡cuádrense!

Cuando éstos, sorprendidos, la obedecen, les pregunta:

-¿Vive la Revolución Mexicana? ¿Ha sido interrumpida? ¿Fue traicionada? ¿Es un fraude? ¿Es auténtica? ¿Es sólo una revuelta de muertos de hambre? ¿Es un mito? ¿Cuál es su filosofía, si es que tiene filosofía? ¿Cuántos son ustedes? ¿Cuántos multimillonarios ha producido? ¡A ver, díganmelo ustedes!

Gallarda, con un bello rostro de madonna, licenciada en ciencias de la información, doctorada en periodismo por la Universidad Complutense de Madrid, los soldados se le cuadran y le dan los informes que pide. Es imposible faltarle al respeto a una asturiana de esta envergadura. Además ya es una escritora reconocida y ha ganado el premio más grande y más importante de literatura en España, el Premio Planeta, por su novela A tientas y a ciegas, publicada a fines de 1966, de la cual se han vendido más de 200 mil ejemplares.

MARTA PORTALComo su título lo indica, A tientas y a ciegas es una revolución. Sus personajes salen de un estatus asfixiante; intentan romper con él e improvisan una nueva conducta. En ese sentido son vanguardistas. Por si esto fuera poco viene a México con una beca de la Fundación March para escribir sobre la novela de la Revolución Mexicana. ¡Y ándense con cuidado los revolucionarios, porque su esposo, Miguel Cadenas, es jefe del mando de la defensa aérea y director de las operaciones de vuelo y las estaciones de radar de toda España!

A los jóvenes españoles nacidos en los treinta la Revolución Mexicana -que se adelantó a la Rusa siete años- debió parecerles un sueño, el gran ejemplo romántico, la lucha entrañable de los pobres que blanden su fusil al grito de "Tierra y Libertad". Ingeniosos y entusiastas, los estudiantes le dieron cuerda a su imaginación, pero Marta Portal decidió ir más lejos y venir a México.

A Marta Portal debieron estimularla las batallas campales del otro lado del océano, en las que hombres y mujeres luchaban por un ideal y morían por una causa entre el paredón y los fusiles. Se dio cuenta de que la Revolución Mexicana no sólo era la primera de las grandes revoluciones del siglo XX, sino un movimiento libertario de una extraordinaria magnitud. Habría de escribir más tarde: "La Revolución Mexicana es el acontecimiento primordial de la mexicanidad".

Familiarizada en la Biblioteca Hispánica con la novela de la Revolución Mexicana, Marta Portal encontró mucha bibliografía y leyó a Samuel Ramos, Leopoldo Zea, Octavio Paz, Daniel Cosío Villegas, Jesús Silva Herzog, Jesús Reyes Heroles, José Vasconcelos, Edmundo O' Gorman y uno de los más importantes estudios sobre la novela de la Revolución del profesor alemán Adalbert Dessau, que hizo un trabajo muy profundo acerca de sus logros sociales y políticos. Y decidió viajar a México y convivir con los viejos revolucionarios, y sobre todo con los que habían escrito sobre el movimiento.

Si don Miguel Cadenas controlaba por radar el viaje del avión de Mallorca a Madrid de su mujer, en los setenta no había radar que cubriera el Atlántico; al llegar a México Marta Portal tuvo que conformarse con una pequeña brújula de bolsillo que le indicara si estaba en Insurgentes Norte o en Insurgentes Sur, la avenida más larga de la ciudad de México.

En nuestro país, Marta Portal escuchó el rumor de su propia sangre y descubrió que el coraje, la valentía y en cierta forma también la inconsciencia representaban lo mexicano. Los rostros impasibles y bigotudos, bajo un sombrero charro y los ojos fijos ante la muerte, eran sinónimo de la historia de los mexicanos. "Si me he de morir mañana que me maten de una vez". Ya Hernán Cortés lo había comprobado al ver a los antiguos mexicanos oponer la agilidad de sus arcos y flechas a la artillería española.

¿Cuál era el significado de la Revolución Mexicana? Marta Portal, emocionada, lo encontraría en sus novelistas y se propuso entrevistar a todos los que estaban vivos, desde Martín Luis Guzmán hasta Jorge Ibargüengoitia; desde Agustín Yáñez hasta Fernando del Paso, quienes reflejaban en sus obras a las fuerzas populares, su brutalidad y sus impulsos, su nobleza y su capacidad de entrega.

A Marta Portal debió impresionarle que la Revolución Mexicana se prolongara hasta en la sopa y que el mantel oliera a pólvora, como lo escribió Octavio Paz. Vivíamos con esa palabra en la boca: "revolución", y estallaba a todas horas en las plazas públicas, en las cantinas, en la demagogia, en los discursos, en las refriegas, en el machismo y en las canciones. Camino de Guanajuato, la vida no vale nada, La Adelita, Rosita Alvírez, a quien no más tres tiros le dieron, y La Cucaracha, a quien le faltaba mariguana que fumar, eran incendiarias, porque México, rojo y ardiente, era un país en floración, un grito de guerra, un arma caliente. Todavía en la noche silbaban las balas en las azoteas y Marta debió percibir y vencer esta atmósfera de ¡Ay Jalisco, no te rajes! para calar más hondo y encontrar lo que verdaderamente importa.

"El mexicano puede doblarse, humillarse, agacharse pero no rajarse ?escribió Octavio Paz?, esto es permitir que el mundo exterior penetre en su intimidad. El rajado es de poco fiar, un traidor o un hombre de dudosa fidelidad, que cuenta los secretos y es incapaz de afrontar los peligros como se debe.''

Marta quiso llegar a la raíz más dolida, la más entrañable, la que más le interesaba examinar y encontró la de la desilusión, una constante en la mentalidad mexicana: el desencanto que sigue siempre a toda revolución. ¿Estaban decepcionados de ella los intelectuales?

Cuatro meses le bastaron a Marta Portal para investigar su Proceso narrativo de la Revolución Mexicana y recoger y analizar los textos literarios de una revolución que produjo un millón de muertos, cuyos pechos cruzados con dos cananas quedaron sobre una tierra resquebrajada y ardiente y fueron comidos por los zopilotes que en España se llaman buitres. Con su pluma como arma fue disparando a cielo abierto entre las bibliotecas de la Universidad, del Colegio de México y el Centro de Estudios Literarios de la UNAM. Entrevistó a los novelistas aún vivos; al pequeño, menudo, metódico y ambicioso Martín Luis Guzmán, enfundado en su traje de casimir, a quien sus compañeros llamaban El Generalito. Lo mismo hizo con Mauricio Magdaleno y Agustín Yáñez.

Nellie Campobello, la única autora de la Revolución, también le concedió una entrevista, así como el queridísimo José Revueltas. Juan Rulfo y Carlos Fuentes respondieron a su interrogatorio. A Marta Portal jamás le importó cabalgar durante largas horas entre el polvo y el calor de la tierra, y empolvarse las manos buscando papeles en la hemeroteca o removiendo de los libreros manuscritos y documentos útiles para su libro.