VIERNES Ť 26 Ť OCTUBRE Ť 2001

MEMORIAS Y UTOPIAS DE LA CIUDAD DE MEXICO

Una visión de la ciudad de México en 1969

Renovación urbana para erradicar la herradura de tugurios del Centro Histórico

JORGE LEGORRETA

La ciudad se recuerda o se sueña con ella. Es decir, se le percibe invariablemente como memoria, como nostalgia, como lo que fue. O bien como utopía, como aspiración ideal o como debería ser. El presente se diluye al término del día.

Muy fácilmente tendemos a olvidar lo acontecido. De ahí el propósito que impulsa esta nueva sección en La Jornada, la de relatar aquellos acontecimientos significativos que merecen recordarse en estos tiempos de globalidades inciertas; aquellos de un pasado que contribuyen a pensar nuestra ciudad; aquellos que nos permiten fortalecer nuestra identidad.

Se trata de un relato de historias cotidianas. ¿Cómo fue en el pasado nuestra ciudad? ¿Cómo se presentaron y resolvieron sus conflictos permanentes como la inseguridad, las inundaciones, los sismos y los disfrutes? ¿Parte de la memoria urbana de la ciudad son también las imaginaciones plasmadas en diversos proyectos no construidos? Una ciudad imaginada a lo largo de su historia merece hoy nuestra atención.

¿Cuales fueron las visiones ideales de los fundadores de la ciudad novohispana? ¿Qué propuso la ciencia renacentista para tratar de desaguar en unos cuantos años la cuenca de México? ¿Cuáles fueron los anhelos urbanísticos de Maximiliano y Carlota? ¿Cómo volver a la ciudad de los lagos?

La memoria y la utopía se funden hoy aquí, en este primer relato inagural que da cuenta de un proyecto soñado hace pocos años para el corazón de la ciudad. Un anhelo urbano convertido en utopía.

Decía un viejo adagio que hurgar la memoria es un acto imprescindible para conservar nuestra historia. Esperamos que la sección contribuya a fortalecer la reflexión colectiva y el orgullo por nuestra ciudad, que a pesar de todo sigue cobijando millones de esperanzas cotidianas. Volvamos a recordar y a soñar con la ciudad.

Herradura de tugurios

A partir de 1964, en medio del exitoso impacto urbanístico y financiero que provocó en la sociedad capitalina el recién inagurado Conjunto Urbano Nonoalco Tlalteloco con l10 edificios, cines, deportivos, hospitales, comercios y jardines para una población aproximada de 80 mil personas alojadas en 12 mil 500 departamentos, un conjunto de modernos urbanistas y arquitectos que laboraban en el Instituto Nacional de la Vivienda (INV) propuso un proyecto de renovación del Centro Histórico.

Según se consigna en el documento Renovación Urbana México (Ed. 1970) el propósito central del proyecto era cumplir con la política señalada por el Presidente de "encontrar formas para resolver el grave problema de la vivienda... mediante la construcción de un anillo de renovación urbana del centro de la ciudad de México, aprovechando las zonas centrales bien situadas, con servicios municipales y (evitando) el deprimente espectáculo de la herradura de tugurios que envuelve al núcleo urbano... revitalizar el centro cívico, histórico y comercial de la ciudad, resolver el problema vial y disminuir la polución atmosférica... ofrecer mayor atractivo al turismo nacional y extranjero (y en fin)... lograr una zona más humana... colocando urbanísticamente a México a la altura de los países más desarrollados".

El reto de alcanzar la solidez

panoramica-INBAEstos postulados se enmarcaban en el anhelo político de lograr una sólida perspectiva económica, en los años previos al movimiento estudiantil de l968.

La influencia del proyecto provenía de Mario Pani, el autor de la novísima Unidad Tlaltelolco, y se fundamentaba en los mismos principios de la valorización inmobiliaria de las zonas decadentes. Entre el grupo de urbanistas arquitectos promotores del proyecto destaca el arquitecto Jorge L. Medellín, subsecretario de Bienes Inmuebles y de Urbanismo de la entonces Secretaría de Patrimonio Nacional; el arquitecto Mario Bautista O'Farril, encargado del despacho de INV, pero sobre todo el arquitecto Raúl Cacho Alvarez.

Como se muestra en la imagen, el anillo referido comprendía en su línea interna: al norte Perú-Apartado; al oriente Leona Vicario-Jesús María; al sur San Pablo-Izazaga y al poniente el actual Eje Central. La línea externa contenía, al norte Héroes de Granaditas-Rayón; al oriente Circunvalación; al sur Fray Servando Teresa de Mier y al oriente la calle de Dolores. En total, 2 millones de metros cuadrados de nuevas construcciones con una densidad de 800 habitantes por hectárea, similar a la Unidad Tlaltelolco; 20 mil departamentos de interés social para una población aproximada de 120 mil personas, incluyendo zonas para comercios, oficinas privadas y gubernamentales, y cientos de estacionamientos subterráneos.

El proyecto implicaba, obviamente, la reubicación de la zona tradicional de comercio de La Merced y Tepito. Pretendía "...la sustitución de una herradura de tugurios por una zona moderna, nueva, diferente... Una nueva forma de vida, con grandes zonas verdes, supermercados, tiendas, departamentos, escuelas, grandes plazas de estacionamientos... Se respeta(rían) las iglesias coloniales. La zona de la Merced y Lagunilla-Tepito... tendría vivienda mas amplia y de un alto valor comercial... a la altura de la capacidad económica del pueblo".

La demolición necesaria

Un aspecto relevante del proyecto era la demolición necesaria de casi todos los predios de dicho añillo, salvo casos de excepción; e incluso fuera del perímetro, específicamente la ubicada a partir de la Alameda, enmarcada por las avenidas Juárez, Balderas, Fray Servando Teresa de Mier y el Eje Central (las construcciones a demoler aparecen en color rojo en el documento referido).

Por último, hay que mencionar la propuesta vial, que consistía en la apertura de dos circuitos sobre el contorno interior y exterior del anillo y cuya circulación sería constante mediante la construcción de puentes a desnivel.

Esta "moderna" visión de nuestro Centro Histórico nos remonta a las reconstrucciones de las ciudades destruidas por la Segunda Guerra Mundial, particularmente Berlín y Varsovia; su concepción original es desarrollada por Le Curbusier, destacado arquitecto francés que influyó notoriamente en los postulados urbanísticos de muchas ciudades latinoamericanas a partir de la tercera década del siglo XX. Para el caso de México, la influencia se dio en su discípulo Mario Pani, constructor de los primeros conjuntos masivos para vivienda denominados multifamiliares. Destacan principalmente el Miguel Alemán, en la avenida Coyoacán, inagurado en 1948; el desaparecido Presidente Juárez de la colonia Roma (en 1952) y el mencionado Conjunto Urbano Nonoalco Tlaltelolco en 1964.

El proyecto, por supuesto, no se realizó. Se desconoce incluso si fue aprobado o presentado al entonces presidente Gustavo Díaz Ordaz, quien pocos meses después enfrentaría los graves acontecimientos estudiantiles de 1968.

Hoy, esta impactante visión sobre cómo edificar la ciudad nos parece cuestionable. Pero en ese tiempo y ante la falta de una conciencia organizada para defender el patrimonio histórico, muchos gremios y parte importante de la sociedad mexicana lo aplaudieron.

Transitamos, por supuesto, ante nuevos tiempos para emprender una renovación muy distinta de nuestro Centro Histórico. Sin embargo, no es por demás recordar que aunque tal modernidad es ahora marginal, no ha desaparecido de los anhelos urbanísticos de algunos sectores inmobiliarios.