La Jornada Semanal,  28 de octubre del 2001                                    num. 347


(h)ojeadas
 
 

 Fragantes tigres fértiles

Enrique Servín


 

 
 
 

Alfredo Espinosa,
Ramo de tigres,
Casa Juan Pablos/Ediciones Sin Nombre,
México, 2000.

 

Ninguna otra experiencia humana es más contradictoria, voluble, irracional, extremosa o intensa que el amor. Muy pocas pueden ser tan gozosas y tan tristes, tan atroces y tan bellas. No es una sorpresa, pues, que como tema, el amor sea una de las constantes en las literaturas del mundo, pero no todas lo conciben o describen de la misma manera. Es posible jugar a hacer la historia de las literaturas abordándolas desde los diferentes aspectos de su relación con el amor: el místico, el profano, el cortés, etcétera, pero además observando la variada y hermosa miscelánea retórica que envuelve y define el enamoramiento en cada cultura: ¿con qué comparan los poetas a su amante? La lista de símiles es bastante larga y es heterogénea hasta llegar a lo curioso: los franceses, con flores; los árabes, con blancas lunas llenas; los persas, con gacelas; los indostanos, con jóvenes elefantas, y los tuaregs de desierto, con hermosas camellas de grandes y dulces ojos.

Como se sabe, en algunas tradiciones orientales el amor –incluso el amor físico, el sexo– es concebido como un lenguaje religioso, como una manera de acceder a la experiencia mística. En Occidente parece haber consenso, desde finales de la Edad Media, en que el amor puede ser, ciertamente, una metáfora de la teofanía. En la Divina Comedia, por ejemplo, uno de los más grandes poemas de todos los tiempos, el amor aparece por encima incluso de la inteligencia y como única vía hacia el conocimiento verdadero.

No es de extrañarse, entonces, que entre nosotros –me refiero a la poesía escrita en castellano– el lugar común sea decir, cuando se habla del amor, que se trata nada menos que del Paraíso. Aunque no faltan, por supuesto, los heterodoxos, el canon poético del amor requiere que el escritor no hable sino de su lado feliz: todo renace y se ilumina, todo es hermoso y bueno, nosotros mismos volamos. El amor, en efecto, es ver la luz, es la buena nueva, es la salvación. Nada nos hace estar más reconciliados con el hecho de existir que amar y ser amados. ¿Cómo arruinar la escena, la estrofa, el verso o el poema entero, hablando de los pleitos, las dudas, la infidelidad, el cáncer de los celos, el hastío, la angustia del desamor o el terrible abandono?

Alfredo Espinosa, quien ha consolidado su presencia como escritor, nos entrega ahora una recopilación de poemas suyos que tratan sobre el fascinante y controvertido tema del amor. El libro, Ramo de tigres, según la sorprendente metáfora de otro maestro en el asunto, el poeta Eduardo Lizalde, nos deja ver cuál es la concepción de Alfredo Espinosa con respecto al amor pero, más importante todavía, nos ofrece una espléndida selección de algunos de sus mejores textos. Novelista, analista de la cultura popular y autor de ensayos de gran capacidad crítica, Espinosa es, antes que nada, un poeta.

Ramo de tigres, es cierto, también anuncia la buena nueva del amor, pero se trata esta vez (mucho cuidado) del amor de carne y hueso. Quien quiera asomarse a los abismos de ese fuego que es capaz de cobrarnos su luminosidad incluso con nuestra integridad mental y física, con nuestra propia existencia, que lea los evangelios de San Alfredo, este nuevo profeta de las verdades eróticas:

Azuza el amor contra mí sus hienas
cría en mi sangre sus ángeles turbios
y suelta en los aires del pensamiento
un desvarío de pájaros rapaces.

Hiere el amor, más allá de la carne
y no procura bálsamos, sino puñales.

Errante voy, y a tientas. Desdichado,
bajo la aleve tutela de los dioses.

Un ebrio garabato me reemplaza
en la página umbría del destino.

De opio tiene, Amor, la densa bruma
y yo en su negro hechizo me hundo y me disuelvo.

Ramo de Tigres incluye, como es natural, otros textos en los que se abordan los remansos que nos depara el torbellino de la pasión, o, para decirlo con otra metáfora, los instantes cenitales del amor, pero es en los poemas en los que este escritor se despoja de la retórica o el discurso ordinarios en donde el conjunto adquiere mayor intensidad e igualmente, hay que decirlo, en donde demuestra mayor originalidad. Una armoniosa mezcla de ligero coloquialismo y firme elegancia caracterizan a estos poemas, que han sabido abrevar lo mismo en las tradiciones clásicas griega y latina que en los poetas y cancioneros populares mexicanos. Son también de una gran destreza el uso del humor y la ironía, como es evidente en el siguiente ejemplo:
Es cruel el mundo, amiga.
Garras, púas, feroces dentelladas.

Atraquemos la barca zozobrante
a orillas de una cama de motel
y alejados del dedo que condena
abandonen los cuerpos su armadura.

Troquemos esta alcoba transitoria
en una isla para dos, con música
vino, aire acondicionado y el mar
alzando sus olas en el yacusi.

Toda tribulación olvida, amiga
bajo estas sábanas. Sienta tu piel
los besos, y de ella emerjan las súbitas
flores del estremecimiento.

Sea un bálsamo tu caricia que cierre
la herida de la más reciente puñalada.

Vuelen tus fantasías galopando
sobre mi cuerpo, y dancen con el fuego.

Libres y en su jungla, los animales
que somos, en sus deseos perdidos.
Conquistemos, bajo llave, la selva.

Este desparpajo para hablar de la experiencia amatoria equivale, por su realismo y sinceridad, a una verdadera confesión, pero desde el punto de vista del arte esto es intrascendente. Lo que realmente importa es que nuestra literatura salió ganando mucho con el lenguaje vigoroso, innovador y valiente en el que fueron escritas estas hermosas canciones de amor. A los mediodías de la vida, las fusiones de los cuerpos y las almas, el respirar de atmósferas de oro, y todas esas consabidas maravillas, Alfredo Espinosa añade (o mejor dicho enfrenta) los cuartuchos de los hoteles de paso, las películas porno, las camas de agua, el omnipresente jabón Rosa Venus y hasta las muñecas inflables. Salvo (y eso quién sabe) los monaguillos y las vestales, todos hemos vivido prosaicas instancias muy parecidas a las que este poeta nos presume. Ramo de tigres habla, insisto, de la fuerza verdadera –demoniaca y angélica, mortífera y vital, siempre compleja– que es el amor: aquella energía que, a decir del Dante, "mueve al sol y a las demás estrellas".

Leamos pues, este extraordinario Ramo de tigres. Frescos, recién cortados, todavía olorosos a la fragante selva y al fértil estiércol de la vida: listos para saltar, arrobar brevemente las miradas y devorar –desgarrándolos– los indefensos corazones de los amantes •
 

e n s a y o

El tópico Nietzsche

Raúl Berdejo Bravo

Rüdiger Safranski,
Nietzsche. Biografía de su pensamiento,
Tusquets, 
México, 2001.
Nuestro apetito por la biografía ajena siempre tendrá como uno de sus orígenes la imposibilidad de entrar en trato con nosotros mismos. Tal vez por eso sea fácil penetrar las biografías, por saber cómo presentó fulano su descubrimiento, cómo zutana se debilitó, cómo Equis desarrollaba sus adicciones o cómo Ye manipulaba a su irritable parentela. En el caso de Nietzsche sabemos muchos de los detalles del pensador gracias al esfuerzo monumental de Cut Paul Janz. Es posible que la vida del autor de Así hablaba Zaratustra sea una de las que más curiosidad despierta precisamente por el tono de sus hallazgos.

Sin embargo ahora Tusquets nos presenta este trabajo de Rüdiger Safranski. El texto pretende seguir las vías interiores por las que Nietzsche generó la posibilidad de pensar fuera de todo límite que imponía la experiencia cultural dominante de su tiempo. Safranski sabe que tiene tras de sí a eruditos incansables que se apoyaron en documentos recientes para tener más claro el porqué Nietzsche y por qué de esa manera. Pero él prefirió perseguir el desenvolvimiento de ese estallido espiritual a través de los tópicos Schopenhauer, Wagner, Dionisos, Lou Andreas Salomé, el crucificado, Zaratustra, el eterno retorno. Al finalizar la lectura uno sospecha que esos caminos en realidad fueron contenedores, unas ranuras para que ahí tomara forma esa potencia líquida de pensar a pesar de la cultura que se entretiene a sí misma.

Entonces sucede Nietzsche, su fruición filológica, el encuentro con el mago Wagner y Cósima, el hechizo de la música, lo monstruoso. Filología y música, cimientos culturales que sirvieron para que el filósofo atentara contra su hegemonía y desde sus propias facultades. Nietzsche forjó un estilo que fundía el esqueleto filológico con la fluidez de la música. Una vez templada su escritura, se introdujo en el vientre de la catedral para despabilar todos los cirios, velas y veladoras. Con palabras se lanzó contra la gramática, con la vara de la razón midió y destituyó. Nietzsche es uno de los más notables vuelcos que la cultura da sobre sí misma, hasta el punto de presentar su parte noble, la parte maldita o la parte que la sostiene: nada.

Safranski deja que el lector perciba el placer o el entusiasmo por leer a Nietzsche. Aunque es notorio su amor por el filósofo, nunca cae en una admiración fanática. Safransky se conserva frío, equilibrado, para detectar los pasos vitales sin dejarse deslumbrar por las extáticas visiones y arrobamientos de Nietzsche. El recorrido, libre de anécdotas, describe las voluntariosas batallas del pensador como si fueran el dibujo de una espiral que se detiene a crear pequeñas espirales donde al parecer se retrae sólo para avanzar un poco más arriba. La fascinación por Wagner pasó por una decepción, por el descubrimiento de los hechizos culturales y descendió hasta el desprecio ante los destellos de la trivialidad, la voluntad de conocimiento sobre la voluntad de arte y mito. Este es un logro de tal vigencia que conserva su insoportable poder. Nietzsche comprendió, allá por 1875, que no es posible aferrarse intencionadamente a ilusiones útiles para la vida cuando ya se han desenmascarado como tales, una vez que ha asumido la función del espíritu libre.

Mucho se pensó sobre las apariencias en la historia de la reflexión, pero el acoso de Nietzsche al propio lenguaje, al propio pensar, al propio desenvolvimiento de cómo es que se da la conciencia, en qué se recarga, a qué imágenes recurre para nombrarse y lograrse a sí misma, lo pone, decididamente, en el único camino sin retorno. Se ha tenido que esforzar tanto para aprender que las cosas exteriores no son tal como parecen. Eso no basta, en lo relativo al mundo interior las cosas están de la misma manera. De lo que se trata, y sin reservas, es de la descripción del mundo tal como es, una labor sin fondo y absolutamente destructiva de todo sostén del recreo humano. "La vida humana se rompe en la conciencia y por eso posee un potencial de enemistad consigo misma."

Nietzsche prosiguió con el desazolve y le puso nombre a lo que impedía la fluidez, anunció que la conservación de la existencia es importante para los ciudadanos corrientes, con sus miedos, "pero la vida en conjunto no puede presentarse como un mundo de burgueses meticulosos", el mundo tiene que mostrar su carácter monstruoso y rechazar la aspiración humana al sentido, a la reconditez, a una patria; los órganos vitales están dispuestos para el error.

Finalmente Nietzsche, como dionisiaco, suelta sus sentencias que resonarán para siempre sobre estos suelos de civilización, espectáculo y jerarquía del buen gusto; una adecuación mítica permanece vinculada al ámbito optimista. La cultura dionisiaca es trágica; la civilización es racional y la cultura trasciende la racionalidad; la civilización busca el terreno seguro, la cultura lleva al abismo. La biografía del pensamiento de Nietzsche sería un buen repaso para aquellos que creen tener el concepto y el ejercicio cultural en la bolsa. El libro concluye con un despliegue de las influencias de Nietzsche. La seriedad de Safranski es proverbial, no hace un festín de sí mismo recurriendo a Nietzsche; lo pone en el punto de especulación que permanecerá siempre que haya confusos tratando de determinar el desorden de lo que verdaderamente es cultura •




Danza. Espectáculo Rítmico, con Danza Libre Universitaria, bajo la dirección de Cecilia Múzquiz, coreografías de Cristina Gallegos, Manuel Reinoso y Cecilia Múzquiz, y la interpretación de las bailarinas Fabiola Álvarez, Socorro Baqueiro, Larissa Caballero, Raquel Cabañas y el bailarín Mario Andrade. Participan como invitados Josu Ortiz y el profesor Daniel Colorado. Las presentaciones son los sábados, en temporada hasta el 10 de noviembre, a las 13:30 horas, en el Foro del Dinosaurio del Museo Universitario del Chopo ubicado en Dr. Enrique Martínez núm. 10, col. Santa María La Ribera. Costo: $20.00 pesos

II Festival Mozart & Haydn. Orquesta del Festival dirigida por el Mtro. Carlos Miguel Prieto. Programa núm. 4: Sinfonía núm. 4, de Schubert; Sinfonía concertante, de Mozart (Solistas: Sarah Kapustin, violín; Omar Hernández, viola); Sinfonía núm. 103 Redoble del timbal, de Haydn. La cita es en la Sala Nezahualcóyotl, Centro Cultural Universitario, ubicado en Insurgentes Sur núm. 3000, Ciudad Universitaria, el miércoles 31 de octubre, a las 20:30 horas. Costo: $150.00 pesos (primer piso). Informes a los teléfonos 5622 7125 y 5622 7080 al 83, o en la página: http://cartelera.musica.unam.mx.

Teatro: La hija del aire (primera parte), de Pedro Calderón de la Barca, dirección de Mónica Raya. Los sábados y domingos, a las 13:00 horas. Hasta el 2 de diciembre.

El fantasma del Hotel Alsace. (Los últimos días de Oscar Wilde), de Vicente Quirarte, dirección de Eduardo Ruiz Saviñón. Los jueves, a las 20:00 horas. Reestreno con nuevo horario. Hasta el 29 de noviembre.

Ambas obras se presentan en el Teatro Juan Ruiz de Alarcón del Centro Cultural Universitario. Costo: $70.00 pesos, cincuenta por ciento de descuento para estudiantes en general, unam e insen.

El destierro, de Juan Tovar, dirección de José Caballero. En el Teatro Sor Juana Inés de la Cruz, los jueves y viernes, a las 20:00 horas; sábados a las 19:00 horas y domingos a las 18:00 horas. Hasta el 2 de diciembre.

La cita es en el Centro Cultural Universitario ubicado en Insurgentes Sur núm. 3000, Ciudad Universitaria.

La Dama de las Camelias, de Sergio Magaña, dirección de Jorge Ávalos. La cita es los sábados y domingos a las 13:00 horas, en el Foro del Centro Universitario de Teatro ubicado en Insurgentes Sur 3000, atrás de la Sala Nezahualcóyotl. Entrada libre.

Casa del Lago. Eventos especiales, últimos días de octubre. Este domingo 28: espectáculo de títeres El agujero negro, dirigido por Guillermo Méndez, a las 12:00 horas. Escalinata.

Talleres: De música, con Sergio Arzuza; de danza, con Lucy Garzón, a las 13:00 horas. Corredor del Arte.

Cuéntame un cuento, con Marcela Romero, a las 14:00 horas. Corredor del Arte.

Exposiciones: Ofrendas de muertos II. Concurso genio y figura hasta la sepultura. Lunes 29 y martes 30. Premiación: miércoles 31, a las 18:00 horas. Exteriores. Ofrenda de muertos a Frida Kahlo, por Cristiana Cristi, hasta el 11 de noviembre. Vestíbulo. Escaparate sin interferencia, postales publicitarias antiguas y contemporáneas. Galería del Lago, sala A, hasta el 4 de noviembre.

La cita es en el Antiguo Bosque de Chapultec, Primera Sección. Informes a los teléfonos 5211 6093 y 94; correo electrónico: [email protected].

Muestra de pintura infantil. De pinta por la paz: Festival de los niños por la paz en el mundo, un espacio de expresión y reflexión, hasta el 9 de noviembre, de lunes a viernes, de las 11:00 a las 13:00 horas, en las Carpas de los talleres infantiles ubicadas en las Áreas Verdes del CENART, en Río Churubusco y Calzada de Tlalpan, col. Country Club, Metro General Anaya.

n o v e l a

La mascota del fin del mundo

Gabriel Santander

Jorge Volpi,
El juego del Apocalipsis. 
Un viaje a Patmos,
Plaza y Janés,
México, 2001. 
Curiosamente, esta reseña comienza a redactarse el 11 de septiembre de 2001, según Jean Meyer y otros, el primer día del nuevo milenio. Los ánimos apocalípticos milenaristas no cesan con un cambio de calendario, son cortes ideológicos que marcan una forma de ver el mundo, y su acabamiento. Cuando la inspiración de San Juan no parece la isla de Patmos sino la de Manhattan, sale al mercado El juego del Apocalipsis. Un viaje a Patmos, del escritor mexicano Jorge Volpi.

Volpi escribe esta obra en el otoño de 1999, todavía bajo la resaca del crédito bien ganado que le proporcionó la publicación de En busca de Klingsor, novela que por su densidad, trance y ambición tiene en el mundo narrativo el peso de un continente, mientras El juego del Apocalipsis el de una isla.

Aparecen en la escena de esta nouvelle un subgerente de una consultoría financiera, quien cuenta la historia; asimismo se lleva otro protagónico su pareja, Andrea, crítica literaria. En un principio este personaje resulta chocante, cuando menos inverosímil. Así deviene porque es muy difícil que una rigurosa intelectual sea a un tiempo un as en el catre y salvajemente intuitiva. De esta forma Andrea pasa a ser un mero recurso narrativo y no un personaje significativo que tenga independencia y cuantía psicológicas.

Sin embargo la historia fluye hacia una isla. Gracias a una compañía productora de embutidos, una pareja gana un viaje con todo pagado a Patmos, isla griega donde San Juan Evangelista se exilió para escribir el Apocalipsis del Nuevo Testamento. Dato que marca por fuera y por dentro a esta historia. El escritor se encontraba en esta isla dejándose llevar por el ambiente tibiamente milenarista de Patmos; la ficción que trama juega con esta circunstancia. El juego del Apocalipsis es un texto que sorpresivamente repunta cuando todo parecía perdido. La casta de narrador se sobrepone gracias, entre otras cosas, a que nos platica la historia de un derrumbamiento personal enquistado en una anécdota que tiene un punto crucial: cuando un tal Loucas, taimado millonario insaciable bebedor de cocacolas, decide comenzar un juego, a propósito de la ociosidad con presupuesto acompañada de la mala leche de este viejo decadente, misógino y simulador. Un barco imperdonablemente mal descrito, el Sibylle, es el escenario acuático de un ultraje.

Lo interesante es cómo Volpi comienza a desgranar esta historia que es la crónica de un derrumbe amoroso; hundimiento que hasta cierto punto los toma por sorpresa. No sabemos si esta pareja había antes compartido otros viajes; pero en El juego del Apocalipsis comprobamos que no hay mejor forma de conocer al monstruo que el prójimo lleva dentro que participando en un viaje; tour por los escarpados e infames paisajes interiores.

Un grupo de turistas, por definición vacuos e inermes, comparten las veladas del tal Loucas que son ocasión para reseñar las cualidades del Apocalipsis y el entorno cultural de la isla que le dio vida. El narrador y Andrea se involucran en este desidioso juego a medida que se resquebraja su relación. Los juegos que plantea el escritor en boca de monsieur Loucas, a bordo del barco y acompañados de redundantes cenas, tienen una relativa eficacia; despunta aquel cuando Andrea confiesa un incesto que toma por sorpresa al protagonista y al lector. No es lo único el dominio plenamente ambiguo que crea Volpi, de hecho esta indeterminación de las situaciones y los personajes sostiene en parte su andamiaje narrativo. En este marco es significativo lo que escribió D.H. Lawrence en su estudio sobre el Apocalipsis: "La obra se resiste a conclusiones definitivas, constantemente lucha por decir algo que no sabe decir, que no puede decir."

Sin embargo, quizá lo más rescatable de este breve libro de un centenar de páginas, no es el gran tema decadentista o alguna que otra aportación cultural sobre el Apocalipsis, sino algunas claves que representan el declive de una relación, a la postre, como se sabe, venero de íntimas violencias.

Es el caso de un ratón, según la crítica literaria un hamster, que por berrinche de ella los acompaña en este viaje a Patmos ganado por preferir una marca de queso de puerco. Al calor de las discusiones la mascota escapa y muere en singulares circunstancias, en su momento narrativo muy bien instrumentadas. Muerto el roedor, todo se precipita y el convencimiento de un irremediable desamor invade esta narración que, como es costumbre en el contemporáneo amor en pareja, no acaba en la dignidad de una tragedia sino en la tirria dosificada y la progresiva indiferencia.

No es bueno regatearle el talento a los escritores mexicanos con éxito. Sin embargo, hay obras mayores y obras, digamos, chiquitas (o chiquillas). Esta es una de ésas, aunque su encanto repentino no es menor •


FICHERO
LOS LIBROS QUE LLEGAN A NUESTRA REDACCION
economía

•El reto ambiental de la Organización Mundial de Comercio. Sugerencias para una reconciliación, Daniel C. Esty, Col. Biblioteca Yale de Estudios Jurídicos, Yale Law School/Gedisa Editores, Barcelona, España, 2001, 316 pp.

ensayo (sociológico)
•Gobernabilidad, democracia y videopolítica en Tabasco 1994-1999, Leonardo Curzio Gutiérrez, Plaza y Valdés Editores, México, 2000, 229 pp.

•Mediocracia sin mediaciones. Prensa, televisión y elecciones, Raúl Trejo Delarbre, Ediciones Cal y Arena, México, 2001, 563 pp.

entrevista
•Cómo mantener a raya a la plebe, Noam Chomsky, entrevistas realizada por David Barsamian, traducción de Isabel Vericat Núñez, Col. Sociología y política, Siglo XXI Editores, México, 2001, 235 pp.

•La pluma y la espada, Edward W. Said, conversaciones con David Barsamian, traducción de Bertha Ruiz de la Concha, Col. Sociología y política, Siglo XXI Editores, México, 2001, 169 pp.

historia

•Manifiesto al mundo o sean apuntes para la historia, Agustín de Iturbide, Col. El tule, núm. 3, Fideicomiso Teixidor/Libros del Umbral, México, 2001, 133 pp.

narrativa
•La tormenta y otras historias, Carlos Montemayor, selección y prólogo de Helen Anderson, Col. Confabuladores, UNAM, México, 1999, 230 pp.

•La zarpa, Juan Trigos, Col. Los ojos del secreto 12, Verdehalago, México,  2001, 361 pp.

revistas
•Arqueología Mexicana, núm. 51, septiembre-octubre 2001, vol. ix, textos de Michel Graulich, Magolo Cárdenas, Renata Schneider, entre otros, Editorial Raíces/Instituto Nacional de Antropología e Historia, México, 92 pp.

•Boletín Instituto Mora, núms. 32-33, mayo-diciembre 2001, nueva época, vol. xii, textos de Patricia Pensado, Marcela Rivero, Luis Arturo Rodríguez, entre otros, Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, México, 15 pp.

•Con Palabras Propias, núms. 7-8, verano de 2001, año 5, textos de Andrea B. Medina Benítez, Roberto Sayavedra Soto, Pablo Flores Farías, entre otros, Conaculta, México, 153 pp.

•Dialéctica, núms. 33-34, primavera de 2001, nueva época, año 25, textos de Renato Prada Oropeza, Enrique Doger Guerrero, María Noel Lapoujade, entre otros, Universidad Autónoma de Puebla, México, 189 pp.

•La Tempestad, núm. 20, septiembre-octubre 2001, año 4, textos de Sergio González Chico, Carlos Rodríguez, Héctor Zagal, entre otros, Editorial Imágenes y Movimiento, México, 60 pp.

•Mala Vida, núm. 24, verano-otoño de 2001, año 6, textos de Luis Francisco Acosta, Miguel Ángel Meza, Juan Pablo Vasconcelos, entre otros, Revistas Independientes del País/Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, México, 24 pp.

•Nexos, núm. 286, octubre 2001, vol. xxiii, año 23, textos de Juan Goytisolo, Soledad Puertolas, Cinna Lomnitz, entre otros, Nexos, Sociedad, Ciencia y Literatura, México, 112 pp.

•(paréntesis), núm. 13, septiembre 2001, año 2, textos de Antonio Estrada, Ernesto Hernández Bustos, Vivian Abenhushan, entre otros, Editorial Paréntesis, México, 104 pp.

•Tierra Adentro, núm. 111, agosto-septiembre 2001, textos de Carolina Castro Padilla, Sergio Briceño González, María Irma López Razgado, entre otros, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, México, 79 pp.

•Tinta Seca, núm. 51, octubre-noviembre 2001, textos de Carmen Jodra Davó, Leonardo Sciascia, Eduardo Chillida, entre otros, publicación independiente del Estado de Morelos, México, 32 pp.