Jornada Semanal, 25 de noviembre del 2001                       núm. 351


BALBINO DÁVALOS, HOMBRE POLIFACÉTICO

Tiene la personalidad de Balbino Dávalos muchas facetas memorables: la del poeta, la del diplomático, el traductor, el académico, el maestro, el estudioso de la literatura.

En los anales de la Secretaría de Relaciones Exteriores figura de manera prominente la labor realizada por don Balbino. Ingresó a la carriére en 1897 y, muy pronto, se le encomendaron importantes responsabilidades. Sirvió en nuestras legaciones en el Reino Unido, Portugal, Suecia y Alemania. Fue jefe de la legación en Rusia y en dos ocasiones se encargó de nuestra representación en Washington. En la embajada se conservan copias de sus lúcidos informes, así como de las minutas de sus negociaciones y de sus impecables notas verbales redactadas en un inglés preciso y elegante. Victoriano Salado Álvarez recoge en sus comentarios sobre la política bilateral entre Estados Unidos y México algunas de las opiniones de don Balbino y alaba su actitud firme, digna y ampliamente negociadora con los poderosos señores de Washington. Tal vez a los actuales diplomáticos les convenga asomarse a esos documentos, opiniones y actitudes, para que normen sus conductas y refresquen su dignidad y su espíritu de defensa de la soberanía y de la autodeterminación. En las publicaciones de la Secretaría de Relaciones sobre asuntos bilaterales figuran algunos de sus textos que tratan delicados temas sobre litigios de límites y espacios territoriales. En ellos, la voluntad de estilo triunfa sobre la aridez y el escaso poder comunicativo de la usualmente deplorable prosa burocrática.

Otra faceta de la vida, la personalidad, y la obra de Balbino Dávalos es la de catedrático. Queda buena memoria de su paso por las universidades de Minnesota y de Columbia en Nueva York y su presencia en la unam fue especialmente amable e inspiradora en la Escuela Nacional Preparatoria y en la Facultad de Filosofía y Letras. Ernesto de la Torre recuerda sus interesantes anécdotas, su temperamento jovial y sus profundos conocimientos del mundo clásico romano. Como rector interino de la Universidad Nacional realizó una importante obra negociadora que logró restaurar la concordia en una comunidad que había sufrido divisiones y desacuerdos. Con prudencia y buen tino cumplió sus obligaciones rectorales al promover una revisión de los programas de estudio y de los métodos de enseñanza.

Durante sus estancias en distintos países, encontró el tiempo necesario para adentrarse en el conocimiento de varios idiomas y cumplir la hermosa tarea de traducir a los escritores que admiraba. Don Balbino es un ejemplo insigne de diplomático escritor. Ambas vocaciones tuvieron para él la misma importancia y supo combinarlas y hacerlas complementarias. Su dominio del alemán le permitió lograr una admirable traducción de la obra México desconocido del antropólogo e historiador Lumbholtz. Del francés tradujo dos textos de Teophile Gautier, El arte y Sinfonía en blanco mayor, así como Las ingenuas de Verlaine. Enrique González Martínez estudió el método de traducción de don Balbino y, de alguna manera, lo siguió para realizar su admirable volumen de traducciones que tituló Jardines de Francia. Dávalos reunió sus versiones del francés en su libro Musas de Francia y las del inglés en Musas de Albión. En este último figuran poemas de Edgar Allan Poe, Longfellow y Whitman, notablemente vertidos al español. Por último, su aventura de traductor se adentró en los terrenos del italiano y en la obra de Stecheti.

Un lugar especial en su vida y en su trabajo ocuparon los clásicos latinos. Antonio Gómez Robledo consideraba magníficas las traducciones de algunas odas de Horacio y admiraba el acucioso estudio que don Balbino tituló Sobre la poesía horaciana en México. En él se analizan y se comentan los trabajos del arzobispo Montes de Oca (Ipandro Acaico en la Arcadia Romana) y del arzobispo Joaquín Arcadio Pagaza (Clearco Meonio en la institución pastoril) y se hacen el recuento y la crítica de las muchas traducciones de Horacio hechas en nuestro país a través de los años y, particularmente, en las épocas neoclásicas representadas por Montes de Oca, Pagaza, Carpio y Pesado. Tal vez el libro más importante sea el que dedicó al estudio de la rima en la antigua poesía clásica romana. Se trata de un trabajo académico riguroso y, al mismo tiempo, ameno y pletórico de entusiasmos y de admiraciones por los perfectos versos de Virgilio, Horacio, Ovidio, Catulo y Tibulo. Sus afanes filológicos encontraron su mejor momento en su admirable Ensayo de crítica literaria, obra que actualizó los estudios sobre las teorías literarias y dio a conocer las nuevas posiciones de la crítica europea. Completan el cuadro de su tarea crítica sus homenajes a Joaquín Arcadio Pagaza y a Luis G. Urbina, el entrañable poeta que cumplió también algunas tareas diplomáticas. Sus artículos y poemas publicados en la Revista Azul de Gutiérrez Nájera, tribuna de nuestro modernismo, y en la Revista Moderna dirigida por Amado Nervo y Jesús Valenzuela, se suman a la obra de don Balbino y demuestran la utilidad de su aportación a la cultura literaria de su momento histórico. Así lo reconoció la Academia de la Lengua que lo nombró miembro correspondiente en 1901 y miembro de número en 1909. Su paso por esa institución dejó una huella imborrable. Así lo demuestran los Discursos leídos ante la Academia, prueba elocuente de su talento crítico, entusiasmo y asiduidad.

Por último quiero referirme a su poesía reunida en Ofrendas, libro publicado inicialmente en España y, más tarde, en México. No ha sido suficientemente difundido y su comentario y valoración están pendientes. Sus poemas no figuran en las antologías de la poesía en lengua española y los críticos no los citan en sus recuentos. Ignoro las razones de este olvido y me parece indispensable repararlo, pues tanto en los poemas de corte neoclásico, como en los románticos y en los de búsqueda modernista no del todo asumida, hay elementos dignos de un análisis cuidadoso.

Una tarde, en su Colima, recordamos a Balbino Dávalos, viajero incansable, diplomático ejemplar, latinista, crítico, traductor, maestro, periodista cultural, académico, poeta y hombre de mundo que dedicó sus mejores esfuerzos al servicio y al mejoramiento de la cultura de nuestro país.
 
 

Hugo Gutiérrez Vega
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