Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Domingo 9 de diciembre de 2001
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Política
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DOMINGO Ť 9 Ť DICIEMBRE Ť 2001

Jenaro Villamil

Teledestape a la mexicana

Todas las madrugadas, por el canal 4 de televisión, aparece Andrés García, el otrora sex-symbol mexicano, transformado en erecto-symbol. Anuncia una "bomba manual de vacío" para garantizar la erección, enfrentar la impotencia y "cumplir con la mujer como Dios manda". Las escenas tratan de ser lo más explícitas posible sin mostrar al principal protagonista del comercial: el miembro viril masculino. García se da el lujo de mostrar con desparpajo las carnes caídas de un hombre ya maduro.

El telemarketing se ha convertido, como en este ejemplo, en una de las vías de acceso del último grito de la televisión comercial en México: la venta de la intimidad, la exposición permanente de "recetas", "consejos", productos para ser más viril, tener mejor abdomen, funcionar en la relación sexual. La genitalidad en su máxima expresión. La cuasipornografía que vende. Es un auténtico destape que modifica parámetros tradicionales, explicita el producto y ya no sólo ve como objetos potenciales a las mujeres, sino también a los varones, que han entrado con todo en la industria de la vanidad.

En el marco de este destape, que tiene como objetivos capturar a la audiencia nocturna, publicitar y vender en forma directa a través de llamadas telefónicas o en Internet, los parámetros tradicionales de la televisión "para la gran familia mexicana" se transforman, y las grandes cadenas comerciales experimentan con pornotelenovelas, reviven el talk show después del escándalo del año pasado, inventan "comedias gays" de poco humor y, sobre todo, anuncian ya la llegada del nuevo género de la telebasura importada: el reality show. Televisa ya inició una profusa campaña de promoción para el Big Brother, creación de la empresa europea Endemol que ha hecho un jugoso negocio del llamado entretenimiento emocional, tan fructífero, que los intereses de este grupo se expanden hacia la industria telefónica. Endemol ha logrado colocar sus productos en 22 países. Tan sólo en España facturó el año pasado 100 mil millones de pesetas. Su "receta" es muy simple. Explota dos de las pulsiones posmodernas más comunes en el televidente: el ansia de notoriedad y el apetito de intimidad.

Por supuesto, este destape no tiene como objetivos promover un nuevo erotismo, romper con cánones morales tradicionales o democratizar los roles sexuales. Aparentemente ataca a las buenas conciencias de siempre. Por eso se explica el escándalo que ha generado el anuncio del Big Brother en la Asociación a Favor de lo Mejor en los Medios, organización de adscripción católica que se ha escandalizado con los talks shows, con Tómbola, pero también con la promoción del uso del condón, con las escenas implícitas de sexo en las telenovelas, con la discusión abierta sobre las relaciones extramaritales, el aborto y la homosexualidad y hasta con los pókemones.

El negocio del teledestape es menos libertario y más eficaz: busca ganar rating con el morbo, promueve una ficción haciéndola pasar por realidad, engancha a la audiencia con pornografía sentimental de apariencia casual y, por supuesto, impulsa concursos que generan audiencia, ingresos y competencia. En la presentación que en días pasados hizo Televisa del Big Brother, la conductora Adela Micha reprodujo todas las frases-gancho del programa: "atrévete a renunciar por completo a tu privacidad, a que el Big Brother, que somos todos, observe tus miedos, tus fobias, tus dudas, tu conciencia y hasta tu alma". Transformándose en André Malraux, Micha subrayó: "se trata de ingresar al juego de la vida real... Llevar al extremo la naturaleza y la condición humana".

Con este imaginario, este tipo de productos televisivos ha tenido gran éxito. En Estados Unidos, junto con el reality show equivalente, el otro programa que más vende es Who wants to be a millionarie, mismo que se transmite en otros 85 países y que alienta la fantasía del millonario instantáneo. En paralelo, los reality shows explotan la intimidad y la fama instantánea, aunque en los hechos constituyan un fraude telegénico. Un reportaje publicado en El País Semanal documentó que en España sólo se transmitía 2 por ciento de lo que ocurre a lo largo de las 24 horas de filmación. "Elaboran una realidad televisiva sobre la realidad ficticia", subrayó el reportero Jesús Rodríguez.

Como en otros fenómenos mediáticos de apertura y liberalización, la televisión comercial mexicana llega con retraso al destape. Desde hace por lo menos una década, en la radio mexicana los temas de sexualidad, experiencias de vida y roles genéricos han sido abordados con mayor pluralidad y más seriedad. Patricia Kelly y el doctor Lammoglia generaron un alto rating radiofónico en este terreno. Otros casos fueron los programas Escuelas para amantes y Love Song, conducidos por Mariana Brown. En la televisión pública, como Canal 11, Verónica Ortiz condujo programas de sexualidad y polémica con buen nivel de calidad. En Internet, la intimidad es expuesta con mayor naturalidad y la web-tv ha ensayado fórmulas más creativas y honestas que los reality shows. En Zoom.TV se transmitió el programa El Inquilino, en el cual los participantes no permanecen encerrados y no se comportan conforme a un guión establecido. En Tevedemente, Patricia Kelly conduce Prohibido tocar, con una visión de la sexualidad menos genital y consumista.

Incluso, ya desde 1992, antes que Endemol creara su programa, MTV emitió con éxito la serie Real World, en la cual siete jóvenes habitantes de una casa repleta de cámaras ocultas debatían temas como el sida, el aborto, las relaciones con sus padres, las drogas y los conflictos de opción sexual. En estos programas lo importante no era saber en qué momento se desnudaban los participantes o la audiencia expulsaba a los "perdedores" o veía la baba en la cama, sino cómo interactuaban como seres racionales y emocionalmente naturales, sin un guión prestablecido.

Esa es la apuesta pendiente en el tele-destape a la mexicana: abordar con naturalidad y racionalmente lo que el tele-marketing y el reality show convierten en nuevos motivos de alienación.

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