Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Domingo 9 de diciembre de 2001
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Política
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DOMINGO Ť 9 Ť DICIEMBRE Ť 2001

Víctor M. Quintana S.

Los seres de las sombras

Todos menos ellos. Todos los afectados por los atentados del 11 de septiembre han tenido algún apoyo de parte del gobierno o de la sociedad estadunidense. Seguros e indemnizaciones para las familias de los policías y de los bomberos de Nueva York fallecidos en el cumplimiento de su deber. Ayudas extraordinarias para las familias de los militares que perecieron en el Pentágono. Incluso la administración Bush ha establecido un fondo especial de créditos blandos para todos aquellos negocios que de alguna manera o de otra han sido afectados por los ataques del 11 de septiembre y sus secuelas. A todos menos a ellos, nuestros hermanos, los indocumentados, los que trabajan y viven en las sombras.

La cuota de vida que ellos pagaron durante los atentados nunca se sabrá. Nadie podrá hacer el recuento de familias que ya no recibieron la llamada de cada semana, la carta del mes con el giro o el money order. Nadie irá a reclamar los seguros o las indemnizaciones de aquellos que eran trabajadores sin rostro, sin más identificación que un número de seguro social, prestado o comprado. Nadie les hará homenajes ni organizará conciertos en su honor.

Mas no son sólo los que murieron. Son muchos de los 3 millones y medio de paisanos nuestros indocumentados quienes, al carecer de documentos, han perdido sus trabajos o los han dejado por temor. Ser extranjero, de piel morena y sin papeles en el vecino país del norte se ha convertido en circunstancia de alto riesgo. Y ahí están nuestras gentes escondidas, agazapadas, sobreviviendo con los últimos ahorros esperando que la neurosis colectiva baje y que el chovinismo retorne a sus niveles ordinarios. Y esto significa también sufrimiento e incertidumbre para la familia que dejaron acá, penurias económicas, lucha más amarga aún por la sobrevivencia.

Algunos se han atemorizado tanto que ya regresaron. Peor que antes. Cuando se fueron tenían siquiera la esperanza de hacerla por allá. Se devuelven sin ella, a bregar otra vez con el desastre en el campo, si son campesinos, o con los pocos y malos empleos, si viven en la ciudad. Otros, ni siquiera se han vuelto a ir: la emigración de nuestro país a Estados Unidos ha disminuido 25 por ciento desde el 11 de septiembre.

Había otra esperanza: que la reunión de la comisión de contacto binacional entre representantes de los gobiernos de Fox y de Bush retomara el tema de la inmigración a Estados Unidos. Había la esperanza de que dicha comisión discutiera las propuestas dejadas sobre la mesa por el presidente Fox en su visita a Washington, días antes del 11 de septiembre, sobre todo la propuesta de conceder una amnistía general a nuestros indocumentados. Había la esperanza de que se retomaran los planteamientos de los legisladores demócratas, encabezados por el senador Tom Daschle, de avanzar en esa amnistía que permitiría regularizar la situación de los indocumentados, que éstos disfruten de todos sus derechos y que sus familias se les puedan unir allá en Estados Unidos.

Pero no. La reunión terminó con resultados negativos. No se retomaron los puntos planteados por Fox antes del 11 de septiembre. Y es muy claro: de los cinco puntos de la agenda binacional ahora el más importante es el de la seguridad de las fronteras. Claro, no se trata sino de la seguridad para que México no deje pasar a Estados Unidos elementos peligrosos a través de la frontera común.

Tienen razón nuestros hermanos de las sombras de permanecer en ellas. Para Estados Unidos el tema número uno de toda relación es ahora el del terrorismo. Y con este cristal se van a ver tanto los asuntos internos como las relaciones internacionales. Los indocumentados que intentan cruzar la frontera han dejado de ser para ellos, si es que alguna vez lo fueron, desdichados expulsados por la destrucción de su modo de vida y subsistencia. Ya no son desplazados de su patria por las políticas económicas y la globalización excluyente. Ahora todos son terroristas potenciales, así hayan trabajado por años, pagado impuestos, percibido salarios inferiores a los normales y dejado en jirones toda su vida útil en aquel país. Ahora podrán ser denunciados, acusados injustamente de subversivos para que alguien se gane unos dólares o una visa con su desgracia.

Ellos, de seguro, serán las primeras bajas en la ofensiva contra los derechos civiles y las libertades democráticas desatada por Bush con el pretexto de combatir el terrorismo. Ellos, los nuestros.

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