Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Domingo 9 de diciembre de 2001
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Política
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domingo Ť 9 Ť diciembre Ť 2001

Guillermo Almeyra

Bush-Sharon, un solo corazón

La brutal ofensiva lanzada por Ariel Sharon, el carnicero de Sabra y Chatila que está siendo juzgado en Bruselas por crímenes de guerra, se ha detenido momentáneamente para no precipitar el retiro del gabinete israelí de Shimon Peres y los laboristas, pero no cesará. Por la sencilla razón de que a George W. Bush, petrolero, belicista y criminal de guerra como su padre, le conviene, en su perspectiva de guerra sin plazo fijo, tener bien preparada la maquinaria de guerra israelí, mantener a Israel en el papel que le ha sido fijado desde 1948, o sea, el de una cabeza de puente y un búnker imperialista en el Cercano Oriente.

Y además necesita reforzar la alianza turco-israelí contra Irak, Siria, el mundo árabe en general y también contra el "vientre blando" meridional de Rusia y, sobre todo, le conviene aplastar al pueblo palestino que desestabiliza con su lucha y su heroico ejemplo a los regímenes reaccionarios que padece el dividido mundo árabe.

Porque el pluralismo político y religioso de la OLP y la Autoridad Nacional Palestina, y el laicismo del futuro Estado palestino, son peligrosos para los Emiratos y para Arabia Saudita y son un freno para el fundamentalismo, alentado por Estados Unidos en Túnez y Argelia y organizado en su momento por los servicios estadunidenses e israelíes, que prohijaron e infiltraron para debilitar a la OLP a ese mismo Hamas que hoy se les va de la mano como se les fue Bin Laden.

Para dominar el petróleo del mar Caspio Estados Unidos tiene que dominar Afganistán (cosa ya hecha), pero también Pakistán y el mundo árabe y musulmán, cuya actitud profunda no puede medirse por la de sus gobiernos. Eso significa dividirlo y, aplicando la "técnica del salame", aplastar sus sectores más resistentes, o sea, los palestinos e Irak, para seguir después con Irán, en el momento oportuno.

El fundamentalismo, el terrorismo de Estado y la guerra promovidos por Bush alientan a su vez el terrorismo de los impotentes y los desesperados, de los humillados, que caen en la trampa infame de considerar que todos los judíos o los estadunidenses son iguales que Sharon o que Bush, o sea cómplices de atroces crímenes cotidianos contra la humanidad. Con el pretexto de estos terroristas suicidas, que los Bush y el gobierno de Israel prepararon y financiaron y que ahora han escapado a su control, Sharon asesina decenas de líderes palestinos, intenta eliminar a Yasser Arafat, lo hace responsable de los atentados suicidas cuya primera víctima, por el contrario, es la política del gobierno palestino de la ANP y el propio prestigio de Arafat.

Bush y Sharon simulan creer que aquél puede controlar las tendencias musulmanas de oposición y que, además, puede reprimirlas sin romper con su pueblo. Por eso multiplican las agresiones y las provocaciones, para crear el ambiente para nuevos atentados suicidas que le permitan a Sharon engañar a la opinión israelí y a parte de la mundial presentándose a la defensiva y contra el terrorismo y no contra el levantamiento de todo un pueblo contra el racismo, los asesinatos y los métodos fascistas y la opresión colonial.

Sharon forma parte como killer de la estrategia de Bush, que es mundial, y los palestinos son la primera víctima de ese esfuerzo bélico global.

Por eso es suicida la política de Arafat, que reitera sus llamados a Bush y a Washington y que confía la preparación de su policía a la CIA. Y son utópicas las esperanzas de que Estados Unidos obligue a Israel a reconocer un Estado palestino que sea algo más que un títere, un fantoche desarmado, un bantustán en el apartheid israelí-estadunidense. Por eso son contraproducentes los esfuerzos de Arafat de mostrar lo que todos los seres pensantes saben, o sea, que Hamas es una cosa y él y la ANP otra y que repudia el terrorismo y el fundamentalismo porque son peligrosos y negativos para los palestinos. En vez de dedicarse a reprimir a los fundamentalistas-terroristas que provocan y justifican el terrorismo de Estado israelí, Arafat -y su grupo- debería educar a la población en una política destinada a encontrar aliados entre los ciudadanos de Israel, condenando y explicando cotidianamente el terrorismo, y debería apelar a los pueblos árabes, no a los gobiernos de los mismos, y combatir enérgicamente la corrupción de los funcionarios que lo rodean para demostrar claramente que el futuro Estado palestino no será un Estado árabe más, sino que tendrá una base social y moral absolutamente diferente.

Las atrocidades de Sharon-Bush sólo se pueden combatir movilizando a los demócratas y pacifistas israelíes que el terrorismo y el fundamentalismo árabes paralizan. La complicidad con Washington de los regímenes árabes y la política de Bush sólo se pueden combatir con la Intifada, o sea con la intransigencia, por pésima que sea la relación de fuerzas, porque ella movilizará lo mejor de la opinión pública mundial.

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