Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. domingo 9 de diciembre de 2001
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Contra Portada
MAR DE HISTORIAS

Fronteras

CRISTINA PACHECO

"ƑQué te pasa, güey? Deberías estar contentísimo", se dice Esteban mientras se reacomoda en el asiento de la camioneta que conduce Leonardo. Es el menor de sus hermanos. Fue a buscarlo hasta Laredo México para traerlo de vuelta a casa pasados catorce años de ausencia.

I

Esteban decidió irse a Estados Unidos poco después de terminar la primaria. Su anhelo de seguir estudiando naufragó en la mala situación económica de la familia y en la advertencia de su padre: "ƑSecundaria? šNi que fuéramos millonarios! Déjate de pendejadas y búscate una chamba para ayudarme con los gastos." A sus doce años Esteban no pudo rebatir la sentencia que le inspiró un profundo rencor hacia don Anselmo.

Primero lo rehuía sólo a él; después, cuando su madre también le recriminó sus tardanzas y los gastos ocasionados por sus constantes e inútiles salidas, vio a doña Rosa como otra enemiga de su sueño: convertirse en ingeniero. Para evitar a su madre, con el pretexto de buscar trabajo, Esteban empezó a diferir el retorno a casa.

Una noche regresó más tarde que de costumbre. Encontró la puerta cerrada y escuchó el llanto de sus hermanos ųel más pequeño era Leonardo, de seis añosų y las súplicas de su madre, por completo sometida a su esposo, para que le permitiera la entrada: "Perdónalo, Ƒno tienes corazón?" Don Anselmo fue inflexible.

Esteban permaneció junto a la puerta hasta que ya no pudo resistir aquel desorden de recriminaciones y gemidos. Se refugió en el mercado, seguro de que su padre llegaría a buscarlo. Por la mañana una puestera, Benita, lo encontró dormido cerca de su local. Lo despertó y le preguntó qué hacía allí. Esteban se mantuvo silencioso, ella adivinó la verdad: "De seguro te regañó tu padre. Ya me imagino cómo andará desesperado buscándote. Si quieres, te acompaño a tu casa. Piensa en tu familia. ƑQue no tienes corazón?" Esteban rechazó la oferta. "Pues haces mal. Si te quedas en la calle acabarás como todos esos viciosos que nomás andan rodando, hasta que los matan o se mueren."

Al mediodía Benita le gritó: "Oye, tú, muchacho, ven a comerte un taco." Luego le ordenó acomodar unos huacales y poner los desperdicios en una bolsa. A la hora de cerrar le preguntó si quería el trabajo de ayudante. El asintió. "ƑY ya pensaste dónde vas a quedarte?" Esteban miró el quicio donde había dormido la noche anterior. "Tendrás mucho frío, pero tú te lo buscaste."

II

Su destreza para hacer cuentas mejoró la situación de Esteban frente a Benita. Ella le consiguió un cuarto de azotea, los macheteros que llegaban al mercado le dijeron cómo resolver los problemas de la vida cotidiana. Esteban se hizo cliente de la fonda Cuatro Milpas y de los baños Oasis, adonde acudían locatarios, deportistas fracasados y aspirantes a torero. Uno de ellos, El Pasodoble, le propuso viajar juntos a Estados Unidos.

Esteban descartó el plan, siempre con la esperanza de que su padre fuera a buscarlo. La tarde de un domingo se arriesgó a merodear por su casa. Permaneció un buen rato en la esquina, imaginando el gesto de su madre al verlo y lo que le preguntarían sus hermanitos tras un mes de ausencia. La ilusión del reencuentro fue menos poderosa que el temor a padecer otro rechazo de su padre. Dio media vuelta y se fue. Esa noche decidió plegarse al proyecto de El Pasodoble.

Transcurrieron cinco meses antes de que pudieran irse a Tijuana. Durante el viaje El Pasodoble le contó a Esteban el origen de su apodo: "Unos cuates me invitaron a una corrida en La Florecita. Nos tomamos unas frías. Se me hizo fácil tirarme de espontáneo y el pinche toro que me revuelca. Me chingó la pierna y por eso camino mal. Me conformo pensando que el maldito pudo haberme matado. Y tú, Ƒqué jais?" Una confidencia por otra. Esteban habló de los enfrentamientos con su padre y de la forma en que lo había echado de la casa. No pudo reprimir el llanto cuando recordó las súplicas de su madre: "Anselmo, déjalo entrar: es tu hijo. ƑNo tienes corazón?" Se dio cuenta de que Benita había dicho lo mismo la tarde en que le sugirió volver con su familia.

En Tijuana pasaron varios días investigando hasta que al fin un vendedor de chácharas les indicó cuál era el mejor punto para cruzar a San Ysidro: "Pero abusados, porque aquellos perros lo huelen a uno y se le dejan ir encima con patrullas y con helicópteros sin darle chance de nada."

Esteban y El Pasodoble acordaron arriesgarse al otro día. En el bordo encontraron a hombres y mujeres dispuestos a correr la misma aventura. Todos estaban en la línea, mirando al cielo. Una mujer se desprendió del grupo y corrió, decidida a remontar el talud resbaladizo. Esteban la siguió mientras oía acercarse una patrulla. A punto de saltar al otro lado se dio cuenta de que El Pasodoble no lo había secundado. Alcanzó a verlo en el suelo frotándose una pierna.

En San Ysidro Esteban logró colocarse como ayudante de lavaplatos en El Sarape. Al restorán asistían indocumentados como él. Lo aleccionaron para cuidarse de la migra. "No andes mucho en la calle, no escribas cartas y si les hablas por teléfono a tus jefes hazlo siempre desde casetas distintas, porque si vas a la misma te agarran." Esteban acabó de conocer la soledad.

III

El tiempo pasó sin que él se diera cuenta, devorado por el temor y las jornadas de trabajo. El día en que cumplió quince años cayó en la tentación de llamar a su casa. Enseguida reconoció la vocecita de Leonardo: "ƑBueno?" Se esforzó por no llorar y lo saludó: "Quihubo, mano, Ƒqué haces?" "ƑEh?", preguntó el niño, desconcertado por la familiaridad. Luego se escuchó el gritó de doña Rosa: "Escuincle: no estés jugando con el teléfono, cuelga." La comunicación se cortó de inmediato. Esteban se quedó con el auricular en la mano: "Jefa, soy yo. Quería saludarte, decirte que estoy bien, que es mi cumpleaños."

Esa tarde Esteban se emborrachó por primera vez con sus compañeros de cuarto: esa noche lo llevaron con las putas. Se hizo amigo de una. Nancy le dijo que había oportunidad de trabajar como pipero. Esteban consiguió el empleo y lo conservó durante cuatro años. Después tuvo muchas otras ocupaciones. Al fin volvió a El Sarape. El dueño cerró el restorán a mediados de noviembre.

Mientras buscaba un nuevo empleo cayó en manos de la migra. Junto con otros indocumentados, fue devuelto por Laredo Texas, bajo amenaza de que si reincidía iban a encarcelarlo. Esteban comprendió que era el momento de volver a casa. Desde Laredo México llamó por teléfono. Contestó su madre. El anuncio de su regreso la llenó de alegría, aun cuando él le pidió dinero para el boleto. "Pues háblame luego, a ver qué dice Anselmo." Esteban pasó la noche en un hotel inmundo, temeroso de la respuesta de su padre. A las nueve habló otra vez: "ƑQué dijo mi papá?" Doña Rosa fue lacónica: "Ahorita andamos mal de dinero. Leonardo tiene que ir para allá porque trabaja en los fletes. El puede recogerte. Aquí te lo paso para que se pongan de acuerdo."

El reencuentro con Leonardo fue difícil. Esteban lo recordaba como un niñito flaco y asustadizo. No podía reconocerlo en el muchacho de veinte años que con destreza conducía la camioneta. Antes de abordarla, conversaron en una fonda. Estaban preguntó enseguida por su padre: "ƑCómo está? ƑHabla de mí?" Sin darse cuenta de que lastimaba a su hermano Leonardo fue claro: "Nunca." "Cuando supo que regresaba, Ƒtampoco dijo nada?" Anselmo se tardó en contestar: "Sí. Que siempre te dio por muerto y que ahora, cuando ya se había resignado, le das otro golpe y vuelves."

Esteban fingió no dar importancia a la confesión de su hermano, pero desde que emprendieron el retorno no ha dejado de pensar en ella. Lo incomoda la incapacidad de imaginarse lo que sucederá cuando se encuentre con su padre. El también lo enterró hace mucho tiempo en el mismo lugar donde sepultó sus sueños.

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