Ť Mayor relevancia a la historia y películas baratas, entre las características del estilo

El grupo danés Dogma 95, bajo 10 reglas básicas crea nueva corriente cinematográfica

Ť Los productores Lars von Trien, Alan Vintenberg, Kristin Levring y Kragh-Jacobson, comprometidos a hacer filmes situados en el presente y a no musicalizarlos

Tomas confusas y vertiginosas. Imágenes de textura granulienta. El público que se revuelve, incómodo en sus asientos, y al final, el fin que llega sin previo aviso. La confusión es generalizada: durante las dos horas previas, el espectador se vio expuesto a una historia de emociones fuertes (cuya veracidad nadie duda), pero lo que vio se parece poco a su idea de lo que es el cine. Y, en cierto sentido, este es uno de los objetivos de sus creadores.

El ejemplo anterior es una descripción, grosso modo, de lo que acontece cuando se proyecta The king is alive (Viva el rey) o cualquier otra película del grupo danés Dogma 95, y a pesar del aparente éxito y la enorme distribución nadie tiene claro qué es o qué pretende dicho grupo.

En abril de 1995 cuatro reconocidos directores europeos se reunieron para firmar el chastity vow (voto de pureza), documento que representa el manifiesto de Dogma 95 y el nacimiento de una nueva corriente cinematográfica. En éste, Lars von Trien, Alan Vintenberg, Kristin Levring y Kragh-Jacobson se comprometen a seguir 10 reglas básicas, entre ellas: hacer películas que estén situadas en el presente, abstenerse del uso de equipo de iluminación (sólo se permite usar los recursos de la locación), el uso de cámara en mano y no musicalizar la película en posproducción.

¿Cuál es la motivación y la importancia de un manifiesto de este estilo?

Para entenderlo tenemos que revisar el contexto en el que surge: la industria fílmica estadunidense (la segunda más grande después de la India) realiza al año un promedio de 45 superproducciones; el costo aproximado de un minuto de cine es de 900 dólares; el uso de efectos especiales y recursos tecnológicos va en aumento; el desarrollo de guiones genuinos y de historias originales pasa por una gran depresión. El cine se deshumaniza, olvida su origen artístico y su única motivación es ganar fortunas. Los productores "parchan" la falta de ideas con escenas hechas a computadora y rayos láser. Nadie, o casi nadie, se preocupa por conmover al espectador, y más bien procuran vaciarle los bolsillos. Por lo menos esta es la visión de Dogma 95.

Los costos de producción son tan altos que las historias están subyugadas al criterio del "éxito en taquilla". Así, el grupo danés prefiere sacrificar la producción que mutilar sus historias, y toma medidas para reducir los costos: no usan tripiés ni toninas ni grúas. No necesitan planta de luz (puesto que no hay equipo de iluminación). Usan la más barata de las películas (académica, 35 mm) y se ahorran cualquier tipo de efecto especial.

¿Vale la pena hacer estos sacrificios?

Dogma 95 ha demostrado que sí.

Si bien es cierto que la calidad de la imagen disminuye y pendula entre tomas de deporte extremo y videos familiares, esta carencia pasa a segundo plano bajo la impecable dirección escénica y el contenido de las historias. El énfasis en el trabajo actoral se revela como un elemento fundamental y que da a las películas una verosimilitud casi olvidada.

Actualmente han llegado a México las primeras 4 películas del grupo: Festen, Los idiotas, Mifune y Viva el rey (esta última es parte de la muestra internacional de este año). En Dinamarca ya salió la quinta y se está rodando la sexta.

Ahora, parece importante mencionar, a manera de epílogo, que el hecho de que las películas de Dogma 95 contengan una gran crítica social es un efecto secundario de su teoría del cine y no un objetivo principal. Basta ver Mifune (Dogma 3) para comprobar que tienen la misma habilidad para generar shock que para contar una historia de amor.

El décimo mandamiento del chastity vow es que no existe el crédito para el director. Así, en apoyo a estos teóricos del cine independiente, me abstendré de firmar esta crónica.