La Jornada Semanal,  16 de diciembre del 2001                          núm. 354
 Nuevo elogio de la sombra

Hernán Lavín Cerda

Hondo, muy hondo, casi todo ser pierde
y gana en la hondura, más allá de aquella luz
que nadie ha visto, pero en lo más profundo del cuerpo
respira la sombra del alma, lo que pudo ser, ¿qué es el alma?,
lo que tal vez nunca dejará de respirar y de ser.

Hondo, de hondura casi total, mucho más hondo aún:
sospecho que nadie se descubre a sí mismo
en el vuelo de aquella luz, tal vez nadie la ha visto nunca,
pero todos saben que el alma existe
y el mundo es mucho más hondo, todavía.

Casi todos saben que la sombra del alma cuelga del aire
como si fuese el cordón umbilical
de una criatura ingrávida
que sube y sube en medio del oxígeno.

Uno escribe como puede, luego el alma existe,
uno escribe como puede en aquella hondura
que sube, se multiplica y sube en medio del oxígeno.

Supongamos que la sombra del alma existe, después de todo,
y al fin todos saben lo que se oculta
y brilla en su interior, antes y después de todo.

Hasta ahora, desde que el mundo
es mundo, no ha nacido un hombre sin alma