José Steinsleger

El dotor de las venas

Al cabo de noventa noches de empecinada y nerviosa gestación, el libro pidió que lo liberen. Exhausto, el escritor suplicó: "...pérame tantito. Resta investigar el intento de asesinato del presidente Allende, el gobierno de Torres cayó en Bolivia, Perón recibió los restos de Evita, Papa Doc murió en Haití, en México hubo una matanza de estudiantes, Pablo Neruda recibió el Premio Nobel y en este país, 'Suiza de América', un político canalla ganó las elecciones con estado de sitio".

"Mirá", le dijo el libro, "si no me soltás ahorita te acuso de intelectual serio y ponderado".

"En tal caso... ahí tenés la puerta", respondió el escritor.

"No. Por la puerta, no -replicó el texto-: es más fácil que un libro como yo entre por el ojo de la cerradura a que un intelectual como vos entienda la magnitud de lo que te dicté".

Sorprendido, el escritor se miró ante el espejo y mientras auscultaba el avance de su invencible calvicie, indagó:

"ƑTe agrada el nombre que te puse?"

"Perdón... -protestó el libro-: el nombre me lo puse yo".

De esto, hace treinta años. Treinta años en que Las venas abiertas de América Latina circula entre los Arguedas de "todas las sangres" y en los que obra y autor entonan el verso de Whitman: Comrade, this is not a book/ Who touches this touches a man (Camarada, esto no es un libro/ tocar esto es tocar a un hombre).

Bronca de la conciencia animada con lenguaje certero, el chingoncísimo libro arrastró a un chingo de gente aunque a veces, a fuerza de tanta entrevista, el escritor se ve obligado a decir lo mismo que en la anterior.

ƑY qué? ƑO los más que siempre están atrás no tienen derecho a pedirle una y mil veces que repita frases como ésa en la que dice "a la democracia no se la puede construir con ladrillos de mierda"?

Leer los libros del autor de Las venas... es como bajar en el Metro de Plaza de Mayo y subir por el de Insurgentes para de allí volar a Puerto Limón y caerse por Malvín, donde nos dirá que el uruguayo Artigas fue el prócer epónimo del pueblo argentino, que Rulfo y México sangran en Venezuela y que el padre del Ecuador fue una mujer, Manuela Sáenz, sandinista de Playa Girón.

Mas cuando por razones antidialécticas me pierdo en los alucinados laberintos de nuestro tiempo, no los leo. Simplemente los abro para oír que el Chico Buarque canta con Julio Jaramillo y Toña La Negra, que en Chiapas y Colombia Violeta Parra grita por la vida de Tupac Amaru mientras en la Universidad de Chuquisaca Simón Rodríguez, el maestro de Bolívar, dicta clases de anatomía en pelotas junto al Che, a falta de Internet y mejor material didáctico.

ƑY qué si el dotor se repite? ƑO los hijos, nietos y bisnietos del porvenir no merecen que dentro de cien años algún colectivo Galeano les cuente "...las cosas de ahora, hablándoles de los amigos muertos y presos y de lo dura que era la vida en nuestros países queriendo que ellos nos miren a los ojos y no nos crean y nos digan que mentimos?"

Mientras América busca la plenitud consciente de sí misma o, introspectivamente, antes de ser ella misma, la palabra del dotor se ha instalado en nuestros corazones. Palabra que a modo de fianza moral y en medio de tanto servilismo y cobardía intelectual, timbra el llamado de la unidad continental, olida en el aire.

Al dotor le fastidian los ditirambos. Y bueno... que se aguante. ƑPues quién le mandó firmar un libro escrito por otro libro y suscrito por millones de "idiotas", como dijeron tres chiflados y un bellaco del imperio que anda por ahí?

Las venas abiertas de América Latina, que Eduardo Galeano, flamante dotor en letras por la Universidad de La Habana, jura haber escrito en 1971, consiguió pasar por el ojo de la cerradura. Y cuando salió al mundo lo hizo como el cuchillo de los gauchos, que al salir sale cortando.