Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Viernes 28 de diciembre de 2001
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Política
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Silvia Gómez Tagle

El mercado: la última utopía

Mientras Estados Unidos gastó en el año que termina millones de dólares para bombardear Afganistán, existen alrededor de 800 millones de personas que carecen del alimento necesario para hacer frente a sus necesidades básicas, según estimaciones de la FAO, y la crisis económica y política que vive Argentina no hace sino confirmar que el orden (así llamado con exceso de generosidad) económico y político mundial construido después de la Segunda Guerra Mundial del siglo pasado está tocando fondo.

Este modelo mundial pone en riesgo la estabilidad y el futuro de muchos países, porque el capitalismo ha producido un campo de competencia extremadamente desigual, donde los países pobres no parecen tener más futuro que ser cada vez más pobres, y los excluidos del poder político cada vez están más al margen de los círculos que pueden decidir el destino de sus propios países.

George Soros ("Open Society:Reforming Global Capitalism", Public Affairs, Nueva York, 2000) ha venido haciendo una crítica del capitalismo desde hace varios años, que resulta interesante por provenir de un empresario judío exitoso precisamente en el campo financiero, quien deja sentado como punto de partida que "no se opone al capitalismo en sí mismo", pero critica el "fundamentalismo" del libre mercado que supone abolir todo mecanismo de decisión colectiva para imponer la supremacía del mercado por encima de todos los valores sociales y políticos.

En lo personal no estoy tan convencida de que el capitalismo sea la única opción para el futuro, o si un capitalismo tan reformado como el que propone Soros sea viable, pero me han llamado la atención sus argumentos, sobre todo porque tocan problemas que han hecho crisis en este año a punto de terminar.

La estructura financiera que prevalece en el mundo no ofrece ningún apoyo para los países y los sectores de la población menos afortunada, más bien Soros observa tendencias en sentido contrario después de la crisis financiera de 1997-98, que fue sorteada exitosamente por los países de capitalismo central, pero afectó principalmente a los periféricos y dio por resultado la transferencia de recursos de los segundos a los primeros, imponiéndoles mayor disciplina en la lógica del libre mercado.

También advertía sobre el riesgo que corre este sistema de ser atacado por actos violentos de los perdedores, dado que no les ofrece ninguna esperanza de recuperación. Los mecanismos internacionales existentes de ayuda a los países pobres han fracasado tanto en Africa como en los países que antes formaron el bloque soviético, porque en general han sido programas diseñados para satisfacer las necesidades de los países que proporcionan la ayuda, no en atención a las de los países que la reciben.

La tesis de Soros es sencilla: la empresa privada es más eficiente que el Estado para crear riqueza, y la libre competencia ofrece un grado de libertad individual que el Estado muchas veces no puede proporcionar, pero el mercado es incompetente para realizar las tareas que conciernen al interés común de los individuos y los grupos sociales.

Es falsa la idea, ampliamente difundida por el liberalismo, de que los mercados pueden resolver todos los problemas, porque el mercado solamente permite perseguir los intereses privados de los actores en un momento dado. Con el tiempo, la ausencia de regulación provoca un desequilibrio acumulado en las condiciones de la competencia, de tal suerte que parte de los competidores van siendo eliminados en favor de la acumulación de recursos en manos de unos pocos. Esto sucede porque los participantes en el mercado lo hacen con la lógica de competir, no de mantener un campo de juego equilibrado. También es falsa la tesis de que la libre competencia tiende al equilibrio del mercado, porque los participantes tienen una comprensión limitada e imperfecta del campo de oportunidades, de tal suerte que el resultado es indeterminado y las crisis recurrentes. Este autor se pregunta: Ƒcuántas crisis serán capaces de soportar estos países?

La tarea de proteger el interés común fue asignada al Estado-nación en el siglo pasado, pero la globalización del mercado de capital financiero ha provocado la disminución del poder del Estado. El flujo de capital financiero ha creado un desequilibrio insalvable en entre éste y los otros factores de la producción, como las materias primas y la fuerza de trabajo. Ante la necesidad de satisfacer las exigencias del capital, los gobiernos se ven en la necesidad de imponer sacrificios ilimitados a la población.

La utopía del libre mercado parece llegar a su fin, el proceso de integración del planeta que se ha logrado a través de las nuevas tecnologías en los últimos cuarenta años obliga a enfrentar los retos del futuro con una estrategia diferente.

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