Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Sábado 29 de diciembre de 2001
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Economía
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Carlos Marichal

El ISR y la reforma fiscal en 2002

El intenso debate que se ha desarrollado sobre la reforma fiscal a lo largo del año 2001 constituye una de las señales más importantes de que se está logrando un avance importante en la transición democrática en el país. De hecho, es la primera vez en la historia moderna de México que los temas de los impuestos y de los gastos públicos se hayan discutido con verdadera intensidad tanto en el Congreso, como en la prensa y en la calle.

El contraste con el pasado reciente es notorio. Durante decenios -como es bien sabido- las administraciones bajo control del PRI determinaban los niveles y sectores de gastos de manera bastante arbitraria: no se permitía un auténtico debate en las cámaras porque no era conveniente que se cuestionara el poder presidencial y ministerial. El populismo autoritario no admitía disensos en el terreno de las finanzas públicas pues ello podría poner en duda un orden altamente jerárquico.

Por la misma razón, durante años se adoptaban medidas arbitrarias para cubrir los déficits que se produjeron de manera creciente desde mediados de los años 70 en adelante. No era conveniente consultar a los ciudadanos y abrir un debate a fondo sobre el uso de los recursos públicos. Al contrario, era suficiente que la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP) tomara las medidas que considerara pertinentes. De allí surgieron los tres pecados capitales que cometió la SHCP en el último cuarto de siglo:

1. La contratación extraordinaria de deuda externa entre 1976 y 1982.

2. La asignación de todos los recursos petroleros para pagar deudas desde 1982 hasta la fecha (sin dejar fondos para la modernización de Pemex).

3. La creación de gigantescas deudas públicas internas para cubrir errores en el manejo de las políticas monetaria y bancaria.

Para superar los grandes problemas financieros que enfrenta el gobierno no existe alternativa a la profundización del debate fiscal en 2002 y años subsiguientes. Pero Ƒcuál debe ser la columna vertebral de esa reforma? Es conveniente mirar hacia otros países para ver cuál ha sido el secreto del éxito en este terreno. En el caso de Estados Unidos, por ejemplo, es claro que la columna vertebral de los ingresos del gobierno federal son los impuestos sobre la renta a nivel personal (48 por ciento del total de ingresos federales) y sobre empresas (10 por ciento del total). El contraste con México es tremendo. En México apenas 23 por ciento de los ingresos del gobierno proceden del ISR. Además, debe tenerse en cuenta que las personas más ricas del país contribuyen con sumas irrisorias si se comparan con el país vecino. En Estados Unidos uno por ciento de los contribuyentes más ricos proporcionan la cifra asombrosa de casi 25 por ciento del total de los impuestos federales. No hay información fiscal equivalente en México, por lo que la primera prioridad el año entrante deberá ser lograr mayor transparencia.

En segundo lugar, si enfocamos la atención sobre el IVA, veremos otro gran contraste con el sistema fiscal del país vecino. En Estados Unidos, el sales tax lo recaudan los gobiernos locales junto con impuestos prediales bastante altos que proporcionan fuertes ingresos a los estados. En cambio, en México, los gobiernos estatales están casi huérfanos de ingresos directos y requieren de las participaciones federales para el grueso de sus compromisos.

Sin recursos fiscales propios para los estados, no está claro que el federalismo pueda resultar funcional. Precisamente aquí se abre otro gran frente de la reforma fiscal del futuro.

Por último, hay que prestar atención igualmente a los ingresos no tributarios del gobierno. En Estados Unidos, los pagos efectuados tanto por empleados como por las empresas para cubrir el seguro social, desempleo y Medicare (seguro médico) proporcionan 34 por ciento del total de los ingresos del gobierno federal. En México, las cuotas del IMSS e ISSSTE apenas alcanzan a 13 por ciento de la suma de fondos recibidos por el gobierno. Es evidente que habrá que dedicar mucha más atención a esta esfera para asegurar que todos los ciudadanos participan y aportan a los sistemas públicos de previsión social.

En caso contrario, se presentará un gigantesco problema en el futuro por la dificultad en cubrir los gastos crecientes de pensiones, atención médica y el desempleo característico de toda sociedad industrial moderna.

Evidentemente, las tareas a realizarse con muy considerables. Y es claro que el proyecto fiscal que debiera proponerse en 2002 debe ser mucho mucho más profundo que aquel discutido este año pasado.

Este es el resultado de la democratización, la cual presenta grandes retos colectivos que tienen que ser asumidos no sólo por el gobierno sino por todos los ciudadanos, participando activamente.

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