Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Sábado 5 de enero de 2002
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Espectáculos
06an1esp ¤ En 1704 el predio servía de descanso a las familias más acaudaladas del país

Desde 1902 la Condesa ha sido punto de encuentro de importantes migraciones

¤ Artistas como Pablo Moncayo, Alvaro Carrillo, Dolores del Río, entre otros, compartían el rumbo con intelectuales ¤ Se dice que Agustín Lara escribió Farolito en la calle Amsterdam

MARIA RIVERA

Antes de que los jóvenes capitalinos convirtieran a la Condesa en el lugar de moda, la colonia ya estaba marcada por el signo de la modernidad. Desde su surgimiento, en 1902, la zona se convirtió en un polo de atracción tanto para los sectores medios surgidos durante el auge porfirista como para los provincianos en busca de progreso en la capital.

calle_1Con el tiempo, la Condesa y su vecina, la Hipódromo Condesa, fueron punto de encuentro de importantes migraciones como la judía -en los años veinte-, la republicana, casi dos décadas después, y la latinoamericana de los setenta y ochenta, y atrajo a personalidades de toda índole. Artistas de la talla de Agustín Lara ?de quien se dice que compuso Farolito en una banca de la calle Amsterdam?, Pablo Moncayo, Alvaro Carrillo, Ricardo Palmerín, Dolores del Río, Mario Moreno Cantinflas, María Conesa, Juan Soriano, Arturo Ripstein, compartieron los mismos rumbos que intelectuales como Octavio Paz y Elena Garro, Salvador Elizondo y Paulina Lavista, Guillermo Sheridan, Paco Ignacio Taibo I, Enrique Krauze y Héctor Aguilar Camín.

En su centenario el perfil de la Condesa vuelve a transformarse. Tal vez porque como ninguna otra zona de la ciudad encarna el espíritu de lo nuevo.

La historia del rumbo empieza en 1704, cuando el segundo conde de Miravalle, don Pedro Dávalos de Bracamonte, adquirió la hacienda Santa Catarina del Arenal, en el pueblo de Tacubaya -situado a 11 kilómetros de la ciudad de México-, que se había puesto de moda entre las familias más ricas de la capital, como sitio de descanso. La primogénita del conde de Miravalle, María Magdalena Dávalos de Bracamonte y Orozco, afamada por sus dotes de poetisa, heredó el título nobiliario y se hizo cargo de la finca, que a partir de entonces se denominó la Hacienda de la Condesa.

Después de pasar por varios propietarios, en diciembre de 1902 los terrenos fueron adquiridos por la compañía fraccionadora Colonia de la Condesa, SA (que entre sus socios contaba con la figura de Porfirio Díaz, hijo), la cual se dio a la tarea de urbanizarlos. Debido a su gran extensión el fraccionamiento se pobló lentamente. Sus primeras construcciones siguieron el estilo porfiriano en boga.

Entre sus atractivos contaba con una plaza de toros para 20 mil espectadores, inaugurada en 1907, por la que desfilaron, además de los grandes matadores de la época como Juan Belmonte, Rodolfo Gaona, Vicente Pastor, Juan Silveti y Silverio Pérez, artistas de la talla de Enrico Caruso, Pau Casals y Ana Pavlova.

En otra parte de la colonia los fraccionadores cedieron sus derechos a la compañía sociedad civil Jockey Club de México para la construcción de un nuevo hipódromo, que sustituiría al de Peralvillo como sitio de encuentro de los sectores más encumbrados del porfiriato. En octubre de 1910, a un mes del estallido revolucionario, se inauguró el espacio, que pese a su inmejorable ubicación fue un fracaso y terminó convertido en pista de carreras de autos y espectáculos de charrería.

Entre 1910 y 1921, a consecuencia del movimiento revolucionario, se produjo una fuerte inmigración hacia las urbes. La ciudad de México se convirtió en el principal polo de atracción: de 720 mil habitantes pasó a 906 mil, según Jeannette Porras, autora del libro Condesa Hipódromo.

En 1925 José de la Lama y Raúl Basurto compraron a la sociedad del Jockey Club los terrenos del hipódromo para fraccionarlos. Con la reactivación de la economía que produjo la pacificación del país surgió una clase media que se convirtió en el mercado ideal para el nuevo fraccionamiento. "La modernidad era un ideal al que aspiraban las personas de los años veinte ?explica Porras?, por ello la publicidad del fraccionamiento promovía los conceptos y técnicas modernos."

Las primeras construcciones

El proyecto definitivo estuvo a cargo del arquitecto José Luis Cuevas, quien reservó 40 por ciento de la superficie total para áreas verdes, distribuidas entre plazas, camellones, y parques. Las primeras construcciones de esta zona siguieron los estilos neocolonial, art decó y una combinación de ambos.

El parque San Martín o México, con una vegetación de mimosas, cedros de Líbano, casuarinas y palmas fénix, se convirtió en el núcleo de la nueva colonia. Su trazado y diseño fue obra de los arquitectos Javier Stávoli y Leonardo Noriega. La avenida principal de la colonia es la elíptica Amsterdam, que en su origen fue conocida con el nombre de Hipódromo, ya que sirvió como pista de carreras.

Además de la clase media posrevolucionaria el lugar atrajo a amplios sectores de la comunidad judía recién emigrada al país. Nueve mil judíos azkenazitas (de Europa Oriental) y 6 mil sefarditas (de origen ibérico) llegaron al país en la segunda década del siglo XX, invitados por el presidente Alvaro Obregón.

Si bien a su llegada se establecieron en el Centro Histórico de la ciudad, ejerciendo en su mayoría el comercio ambulante, años más tarde, al mejorar su situación económica, optaron por vivir en la Condesa y la Hipódromo. Su presencia se volvió notoria enseguida: abrieron sinagogas, colegios, panadería y carnicerías kósher. No era un gueto propiamente, ha escrito Enrique Krauze, quien creció en el barrio, "pero lo vivíamos como tal". En los cuarenta parte de esta comunidad se trasladó a Polanco y la Herradura; grupos significativos permanecieron en el rumbo.

Otra de las migraciones que acogió la Hipódromo fue la española durante la guerra civil, y aunque no tan numerosa como la judía, dejó su impronta. Entre los setenta y ochenta grupos de intelectuales latinoamericanos exiliados también se instalaron en la zona. Sin embargo, a decir de muchos habitantes del rumbo, el factor que definió su actual aire bohemio fue el temblor de 1985. Muchas familias emigraron a sitios más seguros, provocando que los precios de los inmuebles, así como los alquileres, disminuyeran. En los siguientes años grupos de intelectuales y artistas se establecieron en la colonia atraídos por su arquitectura y su carácter.


¤ Se ha convertido en punto de referencia para mercadólogos

La Condesa, la zona gastronómica más importante del Distrito Federal

MARIA RIVERA

En el centenario de su creación, la colonia Condesa vive los efectos de haberse convertido en punto de referencia de los capitalinos. Al definirse como la zona gastronómica más importante de la capital, la espontaneidad y la bohemia de los primeros tiempos, en que diseñadores y artistas se pusieron al frente de pequeños locales, ha dado paso al business. Ahora el restaurante que triunfa debe tener apariencia vanguardista desde la decoración hasta el diseño del menú, para atraer una clientela ansiosa de cosmopolitismo. Cada vez importa más la puesta en escena que el contenido.

Al tiempo, los habitantes originarios del rumbo empiezan a ser desplazados. En la subterritorial Roma-Condesa viven 400 mil habitantes, la tercera parte de los que había décadas atrás, debido a los problemas surgidos a raíz del cambio de uso del suelo, así como al incremento de los inmuebles y las rentas. La clase media y los ricos pobres hacen sus maletas. Varias firmas de arquitectos están adquiriendo edificios para construir departamentos, estilo lofts neoyorquinos, enfocados a un mercado de solteros o parejas jóvenes de alto poder adquisitivo.

Si hay un sector que ha sabido captar el aire vanguardista de la colonia son los mercadólogos. Desde hace años, comenta Roy Campos, director de la firma Consulta Mitofsky, la Condesa se considera el lugar adecuado para ensayar con productos de avance. "Cuando queremos probar artículos o colores nuevos ?indica? reclutamos a personas en cafeterías, restaurantes, librerías o calles de la zona para conocer sus reacciones. Son gente de vanguardia que te puede decir si dentro de algún tiempo tal o cual cosa va a ser aceptada. Si a ellos les agrada, generalmente el resto de la población lo admitirá después. Tan cierto es que crean moda que impusieron esta zona como el lugar donde hay que ir. Ya jalaron a los demás."

Aunque el año pasado el atractivo de la Condesa disminuyó, según restauranteros, en los últimos meses han surgido nuevos sitios, enfocados a un mercado de mayor poder adquisitivo, que parecen haber relanzado el rumbo. Lo cierto es que hoy nadie se atreve a cuantificar el fenómeno. Ni la delegación Cuauhtémoc ni la Cámara Nacional de la Industria Restaurantera y Alimentos Condimentados (Canirac) saben con exactitud cuántos restaurantes existen en el área comprendida por las colonias Condesa, Hipódromo Condesa e Hipódromo, pero que se denomina genéricamente como la Condesa.

La incertidumbre de las cifras

condesa_cantante_sa06cgEduardo Noriega, delegado de la Canirac en la zona, señala que son alrededor de 200, únicamente en la Condesa. Si no existen cifras concretas es por la transitoriedad de buena parte de ellos, precisa. Sin embargo, las organizaciones vecinales sostienen que son más de 400.

Armando Freyermuth, propietario del Seps, y Sophie Avernin, del Mosaico Bistrot, ofrecen dos visiones del fenómeno. El primero lo expresa con hechos. Ofrece un recorrido por su amplio restaurante y enfatiza que posee estacionamiento propio. Saluda a cada cliente por su nombre y conoce sus preferencias. Después pide recorrer los sitios que se han instalado en los alrededores, carentes de todo tipo de servicios. "Ahora cualquiera se pone en una esquina con dos mesas y se dice restaurantero", ironiza.

Sophie, hija de los propietarios del Champs Elysées, también coincide en que en actualmente "hay mucho bluff por el rumbo", ya que con el pretexto de la sencillez abrió infinidad de lugares donde se come caro y mal. También reivindica el momento actual de la colonia. "Por primera vez se puede ir de un lugar a otro caminando; si no hay cupo en tal restaurante tienes otros a la mano. La zona entera se ha convertido en un comedero".

La administradora de la exitosa versión democrática del Champs también afirma que no hay una Condesa, sino dos, por lo menos. La de Tamaulipas, joven y aventurera, con un promedio de consumo menor. Y la de Amsterdam, con una clientela de mayor edad, conocedora y, por supuesto, con mayores recursos.

El problema es que este auge no surgió en un sitio inhóspito, sino en una zona que hasta ese momento había preservado, con base en constantes movilizaciones ciudadanas, su homogéneo perfil arquitectónico, y donde los colonos se sentían profundamente orgullosos de la alta calidad de vida que gozaban. Todos los servicios estaban a menos de cinco cuadras de sus hogares.

En los ochenta las organizaciones vecinales vencieron al entonces regente Carlos Hank González, desviando el Eje Uno a la altura del Parque México. Más tarde, en 1993, detuvieron la construcción del estacionamiento que tenían provisto las autoridades del Departamento del DF bajo el mismo jardín. Por eso no es de extrañar que la irrupción de los restaurantes a fines de esa década levantara tanta polémica.

En 1996 el enfrentamiento entre propietarios de los locales y colonos alcanzó su punto más elevado. Los vecinos señalaban que la zona se había vuelto inhabitable. Con los restaurantes ?argumentaban? se incrementaron el ruido y la basura y, sobre todo, se habían quedado sin sitios para estacionar sus autos. La contraparte respondía que gracias a ellos el precio de los inmuebles se había elevado y había mayor seguridad pública. Después de la zacapela ocurrida en septiembre de aquel año, cuando las autoridades del DF acabaron a serruchazos con las terrazas de la mayoría de los locales, las atribuciones de los restauranteros quedaron acotadas.

Los militantes de las organizaciones vecinales aseguran que en su afán de recuperar inversiones, los propietarios, asesorados por sus abogados, trastocan todo reglamento. Recuerdan que hasta hace poco ese era un vecindario acostumbrado a la quietud. El coordinador vecinal de la Condesa, Mario Cedeño Rosas, enfatiza que cada vez mayor número de oficinas y giros comerciales se instala en la zona, desplazando a los antiguos habitantes.

Otro sector, conformado por artistas e intelectuales, disfruta la vitalidad que ha cobrado el rumbo. La cantante Betsy Pecanins, el pintor Gabriel Macotela y el fotógrafo Eniac Martínez creen que se puede mantener la animada atmósfera actual preservando el carácter de la colonia. Betsy, vecina de toda la vida de los edificios Condesa, señala que prácticamente no va a los restaurantes, pero está de acuerdo en que se encuentren ahí. "Estoy en contra de esos grupos que se sienten representantes de toda la colonia y ponen mantas rechazándolo todo. Las autoridades deberían saber que somos muchos los que pensamos de manera distinta. Yo prefiero una ciudad viva con peatones y gente en la calle."

Colonia de servicios para la ciudad

El arquitecto y urbanista Jorge Legorreta ?delegado de la Cuauhtémoc cuando comenzó el boom restaurantero? explica que la tensión es natural. La Condesa dejó de ser un barrio en sí mismo para convertirse en una colonia de servicios para toda la ciudad. Cuando una urbe crece, indica, la actividad primaria (agricultura) va diluyéndose y más adelante también las industrias parten a otros lugares. En cambio el sector terciario (servicios) crece, dominando los espacios.

Recuerda que cuando los servicios saturaron el Centro Histórico del DF empezaron a trasladarse a otros lugares. "En los sesenta llegaron a la Zona Rosa, en los ochenta a Polanco y más tarde a la Nápoles, que está alrededor del World Trade Center. Ahora le tocó a la Condesa por su ubicación, por la facilidad de sus vialidades, por su ambiente, en realidad intervienen muchos factores."

Fernando Campos, socio del restaurante pionero La Garufa, tiene otra interpretación del fenómeno. "Hace 10 años o comías en un lugar bueno o le entrabas a los tacos ?recuerda?, no había opciones para una clase media con cierto poder adquisitivo y avidez de placeres diferentes. Toda esa gente que había comenzado a viajar y estaba dispuesta a probar cosas distintas no tenía dónde ir."

Claudia Uribe, encargada del área de franquicias de las cafeterías La Selva ?otro de los barcos insignia del boom? relata que la apertura del café de Vicente Suárez a finales de 1995 se decidió después de un serio estudio de mercado. Tras la investigación supieron que tendrían acceso a consumidores con el perfil y el poder adquisitivo necesarios para adquirir sus productos. "Nuestra clientela está formada 40 por ciento de hombres y 60 de mujeres cuyas edades están entre los 20 y 45 años, con ingresos económicos de clase media y media alta, un estilo de vida cosmopolita, que les gusta estar informados en todos los ámbitos y acostumbran leer La Jornada, Reforma, El País y Proceso."

Con los restaurantes llegaron otros giros que venden apariencia de posición y riqueza, es decir: moda. Las tiendas de ropa están llenas de chicas que van de un lado a otro probándose "lo último" y hurgando entre bisutería en busca del accesorio perfecto.

Las últimas tendencias en decoración de interiores también son parte de la oferta: desde el minimalismo que exhiben revistas como Metropolitan Home para amueblar lofts neoyorquinos, hasta copias del sofisticado diseño italiano, pasando por lo étnico proveniente de India, Indonesia o Tailandia.

Galerías y librerías conforman la parte culta del fenómeno. Cursos de feng shui, macrobiótica, masajes tántricos, la espiritual. Y, como no, también hay un capítulo artístico. La Condesa entera se ha convertido en una inmensa locación. A la vuelta de cada esquina se filman videos, películas y hasta capítulos de telenovelas.

Lo peor de esta buena época ha sido el progresivo desplazamiento de los habitantes originales del barrio debido a la especulación inmobiliaria. El metro cuadrado de terreno se valora entre 8 y 10 mil pesos, y por ejemplo en Amsterdam y Sonora es común encontrar departamentos de 400 mil dólares. En Amsterdam, los alquileres que en 1997 estaban en 6 mil pesos mensuales ahora cuestan el doble, y con contratos en dólares. Tal vez, especulan los urbanistas, pronto surgirá otro polo de atracción similar en la ciudad. Pero hoy la Condesa es el lugar donde hay que ir y, si el bolsillo lo permite, vivir.

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