Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Domingo 6 de enero de 2002
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Política
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Guillermo Almeyra

Argentina: las líneas de tu mano

Los que aceptaron y ejecutaron la política neoliberal hambreadora, presentándola como la única posible y defendiéndola en todos los terrenos, ¿pueden encabezar un cambio económico y social contrario a los intereses del capital financiero internacional, del cual mucho de ellos forman incluso parte? Es evidente que el gobierno de peronistas, radicales y radicalperonistas del Frepaso, responsables del hundimiento de Argentina, mantendrá desde aquí hasta las elecciones de 2003 -si se realizan- la misma política que llevó a la sumisión total a Estados Unidos, a la aplicación ejemplar de los diktats del Fondo Monetario Internacional, al desmantelamiento de buena parte del aparato industrial, a la privatización de todas las palancas de la economía.

Domingo Cavallo expresó, físicamente, la continuidad entre la dictadura militar neoliberal, el peronismo menemista-duhaldista y la alianza radical-frepasista. Si el temor al levantamiento popular forzó a suspender el pago de la deuda (que era la prioridad absoluta, a cualquier costo, de los agentes del capital financiero), en ese mismo levantamiento se movieron intereses oscuros que quieren cambiar para que todo siga igual. O sea, la derecha peronista deseosa de retornar al poder, oculta en la protesta y hasta como "salvadora", y los poderosos intereses que querían demostrar al mundo financiero que no tenían otra alternativa que el default y una devaluación, porque la fuerza popular los forzaba a hacer algo que les repugnaba y que habían resistido hasta lo último.

Las cotizaciones de los títulos de los grandes bancos extranjeros y de los pulpos como Pérez Companc -todas al alza- muestran que hay sectores capitalistas (y de los grandes) que siguen lucrando. Son los que recibieron de Cavallo el regalo de una reducción de 70 por ciento de sus deudas, los que se llevaron en menos de un mes 26 mil millones de dólares antes del congelamiento de los depósitos de los peces chicos, y ahora con esos dólares tendrán muchos más pesos. Son los grandes industriales que presionaban para obtener una devaluación que hiciera competitivas las exportaciones argentinas e impusiese de hecho una barrera a la importación de los productos extranjeros, más baratos, que sacaban a los propios del mercado.

No es casual, por lo tanto, la presencia en el gabinete de Duhalde del ex presidente de la Unión Industrial Argentina. Esta es una "línea": la que va de la derecha nacionalista integrista peronista de los setenta (Ruckhauf, por ejemplo, trabajó con López Rega), pasando por los militares (que utilizaban los economistas del capital financiero, como los Martínez de Hoz y los Cavallo) y terminando por la derecha radical, aliada con la derecha peronista y la militar desde siempre, desde el pacto entre Balbín y Perón, el llamado radical al golpe de 1976, la alianza Alfonsín-Menem, el gobierno De la Rúa-Cavallo.

Esa derecha tiene apoyo en el conservadurismo de un importante sector de desclasados y de clasemedieros que no entienden que desde hace rato acabó la promoción social. Se sustenta en el nacionalismo católico de derecha, antisocialista y antidemocrático, desde siempre existente en una parte importante de la oficialidad de las fuerzas armadas, y se refuerza, además, con la corrupción que llevó a tantos burócratas sindicales peronistas o a advenedizos como Menem que ocuparon cargos de gobiernos a enriquecerse a toda velocidad y a tener fuertes intereses bancarios, empresariales, y grandes cuentas en dólares en el exterior. Esa gente pertenece a los sectores más bajos de la nueva oligarquía, ligada al capital financiero. A los sacadólares la devaluación no les afecta demasiado y las mayores ganancias del capital bancario gracias a la congelación de los depósitos les compensa en parte por esa medida ineluctable.

Los que tienen ingresos fijos (asalariados, jubilados, rentistas), en cambio, sufren directamente la caída de aquéllos con la devaluación y con el aumento de los precios, de modo que el consumo, por lo menos en un plazo corto, caerá fuertemente. Habrá que ver sin embargo si una devaluación importante reduce las importaciones y alienta la producción nacional y, por lo tanto, reduce algo el desempleo y aumenta el poder de compra, y si los grandes inversionistas se retiran, ante el temor a nuevas "turbulencias" económicas y sociales y por no tener ya la seguridad de mandar al exterior sus ganancias en dólares o de no ser pagados por un Estado en quiebra.

Esa "línea" popular puede así coincidir a corto plazo con la protesta de los inversionistas y de los importadores, pero por otras razones y con otros resultados, y presionará para obtener aumentos de salarios y seguridades de trabajo que compensen los efectos nocivos para sus ingresos de las nuevas medidas. Las contradicciones se resolverán mediante el conflicto en el periodo de discusiones, candidaturas y explosiones que tenemos por delante.

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