Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Domingo 6 de enero de 2002
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Capital
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Angeles González Gamio

Los Reyes Magos

En la fantasía popular está fuertemente arraigada la creencia en los Reyes Magos: Gaspar Melchor y Baltasar son parte esencial en las fiestas navideñas que culminan con la llegada, en la madrugada del día de hoy, de los tres elegantes reyes cargados de regalos que los pequeños afortunados van a encontrar junto al zapato, colocado con emoción la noche anterior en un lugar especial de la casa.

De la historia de esta tradición nos habla don José Rogelio Alvarez, en un delicioso librito que publicó hace un lustro el Consejo de la Crónica, del cual el autor es miembro distinguido, titulado Celebraciones decembrinas en la ciudad de México. En él nos recuerda el Evangelio de Mateo, donde se habla de unos magos de Oriente que, guiados por una estrella, buscaban en Jerusalén al rey de los judíos. Tras investigar en las Escrituras, el rey Herodes despacha a los magos a Belén con encargo de notificarle el domicilio del recién nacido. Al llegar a Belén y encontrarlo, lo adoran, le ofrecen oro, incienso y mirra y tras una premonición angélica de no volver con Herodes, retornan a su tierra.

Hasta aquí la historia más conocida, pero nos aclara el autor que, bien leído el pasaje evangélico, no habla de reyes, ni son tres, ni tienen los nombres que se les atribuyen. La estrella alude al relato del Libro de los números, en el que el adivino Balaan percibe la grandeza de un caudillo israelita simbolizado por el astro. Por su parte, los magos orientales reflejan un pasaje del Salmo 72: "Que los reyes de Tarsis y de las islas le paguen tributo y se postren ante él todos los reyes". Lo que se refiere al oro, incienso y mirra aparece presagiado por el profeta Isaías: "Jerusalén... la riqueza... de los pueblos vendrá a ti... vendrán trayendo oro e incienso".

Explica don José Rogelio que estas tradiciones, junto con varias otras del mismo carácter, son fruto de acomodaciones apócrifas de los siglos IV y V. Lo cierto es que desde hace varios siglos forman parte del imaginario colectivo y dan lugar a un festejo que en nuestro país goza de enorme popularidad. De hecho, entre la mayoría de la población continúa llevándole la delantera al obeso Santa Claus, siendo ellos los que traen los juguetes a los niños.

Como sucede con casi todas las fiestas de tradición, tiene su reflejo en la gastronomía, con las sabrosas roscas de reyes, con su consabido niño, que compromete a quien lo obtiene a hacer una tamalada el 2 de febrero, día de La Candelaria.

Del origen de esta costumbre nos platican Cristina Barros y Cristina del Villar en el maravilloso libro El santo olor de la panadería. Nos dicen que es de origen medieval, cuando el 6 de enero se partía la rosca en nombre de los reyes, de ahí su nombre. Un trozo era para la Virgen, otro para el Niño Dios y, en algunos lugares, uno más para el ausente. El resto se distribuía entre los pobres. También existía el uso de poner una haba en la rosca. El que la sacaba al partir la rosca era coronado rey. Aquí se sustituyó por el niñito, que antes era de porcelana y hoy es de plástico, pero continúa "vivito y coleando".

En las crónicas que nos hablan de la vida en México-Tenochtitlán, con frecuencia se mencionan los panes de los aztecas, que eran las distintas formas en que preparaban la masa de maíz, siendo la primordial, como hasta nuestros días, la tortilla. En la ciudad virreinal, de los primeros oficios que surgieron fueron los panaderos, que ya menciona en sus famosos diálogos don Francisco Cervantes de Salazar, a mediados del siglo XVI.

Aunque han desaparecido muchas panaderías de barrio, principalmente por el embate de las que han instalado los supermercados de grandes cadenas, que reciben una masa prefabricada, aún sobreviven algunas, sobre todo en el Centro Histórico, como La Ideal, en 16 de Septiembre, misma vía donde se encuentran Pan Segura, dos establecimientos de El Molino y uno de El Globo, que por cierto acaba de inaugurar una nueva tienda en la Torre Latinoamericana. En todas ellas puede adquirir una deleitosa rosca de reyes para sopear en un espumoso tazón de chocolate. Si prefiere degustar in situ, el lugar es el café de Tacuba, en el 28 de esa calle, donde preparan diariamente su incomparable bizcochería.

Y para continuar con el tema de las tradiciones, hoy es el último día para visitar la preciosa exposición de nacimientos que prestó Celia Chávez, de la colección que ha juntado a lo largo de 40 años. Se presenta en el museo del convento del Carmen, en San Angel, hermoso espacio al que ha dado vitalidad la talentosa Virginia Aspe.

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