Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Martes 8 de enero de 2002
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Política
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Marco Rascón

La comuna argentina

La crisis en Argentina es la primera de una economía política global y no sólo de la política económica local. Crisis de Estado, de partidos, de la transición y la democracia electoral. Veamos:

La extraña desaparición del movimiento globalifóbico a partir del 11 de septiembre sólo confirmaría la tesis de que este movimiento triunfó, pero no gracias a sus banderas, sino a las de Bush y el regreso de Estados Unidos al nacional patriotismo y la economía basada en la producción bélica. La lucha contra el terrorismo es simplemente una bandera simuladora, en la que debía existir un epitafio sobre la tumba que diría "aquí yace la globalización"

Confirmaría también que las luchas de resistencia del Tercer Mundo, Latinoamérica, Africa, Asia y todos los países pobres, no estábamos invitados a las protestas contra las reuniones de las cúpulas económicas y financieras, pues ahí se ventilaba no sólo la visión de los marginados del Primer Mundo, sino también los intereses de los ricos como Ross Perot y el nacionalismo imperial, debilitado por la misma globalización comercial y financiera y que por ello cargaba con una aversión instintiva contra las migraciones del sur del mundo.

Los beneficios gemelos del terrorismo permitieron no sólo el ascenso de Bush y la derecha estadunidenses a niveles insospechados de popularidad, sino a destrabar la producción y venta de armas, la implantación de restricciones a la migración, legitimación de la censura, fertilidad para el racismo y archivar los tratados comerciales. En México -simplemente- el TLC fue enviado al mismo archivo en el que descansan el Tratado de Guadalupe, los de McLean-Ocampo y el de Bucareli firmados en contextos de expansión estadunidense y luego archivados al renacer su patriotismo.

Frente a todo esto, pareciera que el Tercer Mundo no existiera ni como campo de cuestionamiento, pues el protagonismo legitimado en pro y contra de la globalización sólo eran las calles de las ciudades del Primer Mundo.

Es ahí donde deja su primera enseñanza el caso argentino: el sur sí existe, los pueblos y las alternativas, también existen. Argentina es ya un modelo, en la medida en que desentraña y revela los límites de las transiciones políticas, sin cambio económico. Argentina reflejó la debilidad de los partidos de derecha, centro e izquierda desfigurados ante el pragmatismo electoral y su sumisión ante las políticas de austeridad del FMI y el Banco Mundial.

La sublevación de los barrios argentinos y la masificación de la movilización de las clases medias junto a los marginados de las periferias reconstruye el tejido social a partir de una nueva visión del país y su relación con el mundo, al mismo tiempo que aporta una temprana caída de los mitos del neoliberalismo como vía única. La politización acelerada en torno a la crisis de la estabilidad económica replantea para toda Latinoamérica no sólo el esquema económico, sino también político y la exigencia de estructuras que respondan al clamor popular y no sólo a las condiciones de la macroeconomía.

El caso argentino y los movimientos globalifóbicos hasta Génova 2001 son radicalmente distintos, pues Argentina representa un escenario económico y político que refleja nuestras realidades subdesarrolladas, mientras que la globalifobia del Primer Mundo es, si acaso, una prueba de la descomposición económica del Primer Mundo, la tercermundización de sus condiciones de vida, pero que nos alejan sus aspiraciones nacionalistas y de gran potencia.

Mucho del contenido antiglobalifóbico podría correr paralelo a los sentimientos alemanes contra el Tratado de Versalles ƑPor qué la globalifobia atrapada en las redes ideológicas del 11 de septiembre no ha respondido ni se ha pronunciado frente a la movilización popular en Argentina o la derechización estadunidense?

Argentina es, en cierto modo, una crisis de la metrópoli estadunidense y el debilitamiento de todas las cadenas de subordinación. Argentina fue el eslabón débil de la cadena de integración no con sus iguales del Grupo de los Ocho, sino con sus aliados dependientes y su esfera neocolonial. Argentina le da un giro nuevo para entender más a Cuba y la dimensión de su posición; para entender a Venezuela, la cual deja de ser una isla y se convierte ya en un ensayo de una ruptura constitucional por la vía electoral, gracias al antecedente del "caracazo" que enfrentó Carlos Andrés Pérez hace más de una década y que no tomó en cuenta De la Rúa.

Los sucesos de Argentina abren un nuevo panorama alentador para los pueblos latinoamericanos; la globalifobia que llegó hasta Génova demostró sus limitaciones ideológicas para ser representativa como identidad alternativa del Tercer Mundo y su reflujo sólo demostró debilidad y dependencia frente a las locuras de la derecha estadunidense, la cual se apoderó de sus demandas y enterró el sueño de una globalización equitativa de los imperialismos. Gracias a Argentina la resistencia tercermundista a la globalización deja de ser un asunto de folclor y etnología política y tiene hoy identidad propia que podría reflejarse esperanzadoramente en Brasil y México más temprano que tarde. Ť

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