Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Viernes 11 de enero de 2002
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Política
019a2pol

Jaime Martínez Veloz

Beatriz se conjuga en plural

Luego de un intento frustrado para crear condiciones que posibilitaran una sucesión ordenada en los puestos directivos del Comité Ejecutivo Nacional (CEN) del PRI, algunas fuerzas representativas comienzan a mostrar sus convicciones. Al diluirse la posibilidad de crear una planilla incluyente con los candidatos más viables, toma forma un escenario polarizado con las corrientes más fortalecidas. Esta lógica aunque poco conveniente dicotomía tiene, entre otras desventajas, empañar la consistente trayectoria de algunos compañeros con capacidades suficientes para encauzar por buena vía los esfuerzos que demanda nuestro instituto.

Las principales corrientes internas que ahora parecen fortalecer sus aspiraciones para encuadrarse en los órganos directivos de nuestro instituto representan para nosotros los priístas, y para quienes son simpatizantes, un conjunto interesante de alternativas según lo que pensamos es lo mejor para México y para el PRI.

En la dicotomía que ahora parece advertirse se dividen las principales fuerzas contendientes y es sencillo identificar las motivaciones que las impulsan.

En esta situación coyuntural, la evolución de los acontecimientos políticos previos a la elección presidencial de julio de 2000 aún deja sentir sus efectos para el partido. En aquellos momentos, la contienda interna por la candidatura tricolor a la Presidencia dejó fisuras serias en la estructura institucional. La mayoría de los precandidatos ejerció una campaña responsable y acorde a las exigencias necesarias de respeto y cohesión partidista.

Sin embargo, por momentos, la selección interna pareció rebasar los cauces de un proceso responsable. Esto dio lugar a un escenario interno en el que se anticipó, como siniestro augurio, lo que sería la conducta del contendiente externo que habría de ganar la Presidencia de México. Es decir, desde nuestra selección interna, el entonces precandidato priísta ganador debió enfrentar ataques que se recrudecerían en la campaña presidencial. No rebatió argumentos porque nunca existieron. Desafortunadamente, los costos de la improvisación triunfadora ahora los estamos pagando todos los mexicanos.

Paradójicamente, algunos militantes priístas se beneficiaron de la ola foxista con la que parecen compartir más que "buenos" resultados. Para ellos seguramente son prioritarios los arreglos personales, grupales, cuando lo que requiere el partido, el gobierno, y México entero, son acuerdos institucionales que trasciendan los intereses particulares. Estos indispensables acuerdos institucionales son posibles de alcanzar con quienes tengan la capacidad, la convicción y voluntad para buscarlos, diseñarlos, consensarlos, así como para coordinar los esfuerzos que requiere la construcción de los grandes proyectos políticos nacionales.

México requiere instituciones sólidas, fortalecidas, firmes, con un horizonte que rebase eventualidades y coyunturas; los partidos políticos son ejemplos de las urgentes instituciones maduras exigidas por la nación. Pero los partidos, incluido el PRI, pueden rezagarse del fortalecimiento institucional si son incapaces de ejecutar esos grandes proyectos políticos que necesitamos, más allá de las ocurrentes estrategias administrativas disfrazadas de programas empresariales de gobierno.

En vísperas de la próxima sucesión en el CEN, hay planes (muy alejados de auténticos programas de nación) de grupos que es claro identificarlos por sus míticas correrías y adecuadas relaciones, de cuyas muestras y antecedentes hay ejemplos suficientes y a la vista de todos. El PRI no requiere abanderar la economía de mercado con rostro humano, porque no creemos en programas de desarrollo humano integral, tesis que suponemos corresponde defender a Acción Nacional, porque son de ese partido.

La tradición priísta se debe a la defensa de los intereses de clase de trabajadores, industriales y agrícolas, y en general de las mayorías nacionales. El puente entre nuestro histórico ideario y la responsabilidad que trasciende del partido a la nación misma se encuentra en figuras que por su trabajo y convicción superan con creces lo anecdóticamente coyuntural y efímero. El PRI requiere consensar proyectos de nación, no de camarillas; requerimos de capacidad política para lograr acuerdos públicos, abiertos, honestos. México no puede tolerar negociaciones cupulares, ocultas, hermanadas por el interés particular. No corramos ese riesgo. Es sencillo identificar quién es capaz de sumar esfuerzos, de conciliar voluntades, de conjugar en plural.

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