Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Sábado 12 de enero de 2002
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Política
017a2pol

Luis González Souza

2002: un reto, múltiples tareas

Arrancó el año nuevo, pero en el horizonte predominan viejos e incluso peores problemas. Para muchos, 2001 arrojó un balance negativo, plagado de promesas incumplidas y frustraciones. Tan malo fue ese año, que 2002 -se piensa- no puede ser peor, no puede sino ser un año mejor. Lamentablemente, el nuevo año -y los que le restan al foximato- todavía podrían ser peores que 2001. Ello, como siempre, dependerá a final de cuentas de lo que la propia sociedad mexicana haga o deje de hacer.

Son muchos los retos que enfrentamos para hacer de 2002 un año no sólo nuevo sino bueno, pero podrían resumirse en un reto de justicia. De justicia tan básica y añeja como se le definía desde los tiempos del derecho romano: simplemente "dar a cada quien lo que le corresponde". A ello mucho ayudaría -y esto se traduce el gran reto del 2002- una expropiación sui generis, en reversa o propiamente revolucionaria, si se prefiere. Una expropiación del gobierno por parte de la sociedad, y no al revés, como hasta la fecha han sido todas las expropiaciones. Y una expropiación no monetaria, sino anímica o espiritual: una expropiación de la esperanza y la energía desatadas con el cataclismo electoral del 2 de julio de 2000.

He ahí -a nuestro juicio- el gran problema y el mayor reto de México al inicio de 2002: el mejor y más valioso patrimonio de la sociedad, que es la renovación de la fe en en un México mejor, arbitrariamente apropiado por el dizque nuevo gobierno de Fox, groseramente inflado con los aires del mesianismo y, para colmo, irresponsablemente dilapidado en las cañerías de la vieja politiquería, en la que cada partido, cada grupo y hasta cada (neo o proto) caudillo sólo se interesa en llevar agua a su molino.

He ahí, pues, un acto de injusticia tan elemental como grotesca. Una vez más y a contracorriente de las enormes expectativas y entusiasmo generados por la última elección presidencial, la fauna política del país no sólo se apropia de lo que no le corresponde, sino que se vuelca a dilapidarlo, y con tal rapidez como si se tratara de ganar la medalla de oro en la cacería y la disección del demonio que les parece el cambio profundo y verdadero: cambio hacia delante y nutrido desde las raíces más añejas y sólidas del país, que siguen siendo nuestras raíces indígenas, salvo que los antropólogos o antropófagos del BM, del FMI y sus compinches -dentro y fuera de México- ya hayan decretado otra cosa.

Hay que decirlo una y mil veces: son viejas e incontables luchas de la sociedad, y no las disputas y enjuagues politiqueros, lo que permitió a México superar la cuasidictadura priísta y abrir la puerta de la alternancia. La dueña y la administradora del cambio no es nadie, pues, sino la propia sociedad mexicana. Es a ella a quien corresponde decir para dónde y cómo ha de transitar nuestro país. A los gobernantes y a los políticos de profesión simplemente les corresponde escuchar bien y obedecer mejor. Si no saben o no quieren hacerlo, hay muchas otras formas de empleo y hasta de enriquecimiento. A cada quien lo que le corresponde.

Rexpropiarle al gobierno la patente del cambio y la esperanza -discurso y manijas incluidos- es, así, el gran reto de este año. Y es que si pasan más años con la perversión de esa esperanza, lo que se arriesga es una especie de suicidio moral de la sociedad misma o de brutal asesinato del ideal democrático. Al menos en esto, la tragedia de Argentina es sin duda un espejo muy actual. Pero hay muchos otros espejos: desde Haití hasta todo el Cono Sur de nuestra América, pasando por el mismísimo EU, donde la fraudulenta elección de Bush II y su nueva aventura guerrerista "contra el terrorismo" han abierto una caja llena de augurios (auto) destructivos y dictatoriales, dentro y fuera de la gran potencia.

Si el gran reto de 2002 es el aquí sugerido, las tareas para afrontarlo con éxito son múltiples, pero a nuestro entender sobresalen dos. Una, precisar de la mejor manera posible -obviamente sobre bases incluyentes, plurales y democráticas- el mandato de la sociedad al gobierno de Fox respecto al tipo de país que se espera y desea tras la alternancia electoral del 2 de julio. Y dos, desarrollar nuevas formas de organización, codo a codo con una cultura tan democrática como autonómica, capaces de garantizar el respeto y la obediencia de tal mandato.

Ambas tareas se dicen rápido, pero entrañan numerosas luchas y acciones por demás difíciles y hasta tortuosas. Pero de eso trata justamente el Año Nuevo: de renovar esperanzas y arrestos para aspirar a lo más valioso, que casi siempre equivale a lo más difícil.

Tenemos casi todo un año para lograr y rendir cuentas satisfactorias. Buena suerte, buena lucha a todos. Porque si no, entonces sí, 2002 pintará aún más feo que el año 1 dF (después de Fox, desastres junto a fiascos). Y esa fealdad, ni la bruja Hermelinda la soporta.

A redoblar luchas y triunfos, pues. Para eso es 2002 y los años que siguen. Ya no Fox mediante, sino ciudadanía pujante.

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