DOMINGO 13 DE ENERO DE 2002


Retratos del México real

Los cholos de Juárez

Cualquier antrode mala muerte en Ciudad Juárez tiene el letrero a la puerta, en mayúsculas para no dejar lugar a dudas: "NO CHOLOS".El cholo es cholo en su barrio,con su banda, con su gente,porque incluso en las maquiladoras,donde muchos de ellos trabajan,los cholos tienen que negarsu identidad. No pueden,no deben, ni siquiera vestirse como cholos

Fotos : Mayra MARTELL

mas-cho1.jpgEn uno de los innumerables expedientes sobre las mujeres asesinadas en Ciudad Juárez se describe a un sospechoso con economía de palabras: "Con aspecto de cholo". La expresión lo dice todo. El cholo es, sobre todo, el marginal que se empeña en exhibir su condición a través de su vestimenta, su corte de cabello, sus tatuajes y sus actitudes. Los hay, claro, de muchas clases. Los cholos de a deveras se burlan de aquellos que asumen el look pero rechazan pagar el precio.

"Yo me hice cholo porque aquí la raza sí me entiende, es como una familia para mí, nadie te discrimina, ni te juzga. Aquí me tocó crecer y no reniego de lo que soy, ni de mi banda". Habla Alberto Noriega --camisa a cuadros, a la izquierda en la foto pequeña--, cholo de una banda de la colonia Cerro Prieto, en las orillas de Ciudad Juárez.

Tiene apenas 16 años, pero ya es padre de dos niños de uno y tres años. Su familia vive entre los cholos en una casita con techo de lámina y con paredes hechas de tablones de madera. La familia de Alberto comparte dos camas con su madre y cuatro hermanos menores. Una estufa, una grabadora, un televisor y un refrigerador completan el menaje de casa.

La madre de Alberto es el principal sostén de la familia, gracias a los 650 pesos semanales que gana en una maquiladora. Alberto es el tercero de siete hermanos. José, el mayor, murió en un enfrentamiento de cholos en agosto de 2000 y Claudio cumple una condena en la cárcel de Chihuahua por robo de autos.

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Para los cholos el territorio es "sagrado", por eso cada día se enfrentan a muerte con otras bandas del barrio, al tiempo que alimentan su lenguaje propio, una seña de identidad que se esparce por el barrio en forma de murales de Zapata y Villa, que se extiende a los graffitis y aterriza en sus propios cuerpos en tatuajes de la Virgen de Guadalupe y santos que la acompañan.

Su forma de vestir reinventa la identidad del trabajador: un paliacate campesino en la cabeza, una malla o red (utilizada en el sector de servicios), la camisa de franela y los pantalones de grafa, usados en el trabajo industrial.

Para ingresar a la banda deben de cumplir con un ritual iniciático: participar en un combate con otra banda con cuchillos, cadenas o armas de fuego. La vida se les puede ir o se la pueden quitar a alguien. El compromiso con la banda es de por vida, si alguno decide dejar la banda o unirse a otra, es asesinado por sus propios compañeros.

El consumo de drogas es parte de su vida, es común que tomen cerveza o licor, fumen mariguana, inhalen cocaína o crack, a veces le entren a los inhalantes, pastillas estimulantes o depresivas.

Las señas de la autoexclusión, dirían algunos. O quizá simplemente una fórmula de sobrevivencia en el México real. *

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