DOMINGO 13 DE ENERO DE 2002


Clínicas restauradoras de la virginidad en Alemania

Nuevo himen, nueva vida

Los pequeños sanatorios donde se realizan operaciones de "reconstrucción" del himen son una tabla de salvación para las alemanas de origen musulmán a punto de casarse. Colocadas entre dos fuegos -entre una sociedad sexualmente abierta y una familia donde la constante es la discriminación de la mujer-, las musulmanas tienen que escoger entre el camino de sus madres y abuelas o el de las alemanas

Marta Durán

Un floreciente negocio en Alemania es la reconstrucción del himen; en una breve intervención quirúrgica, con anestesia local, se puede utilizar tejido de la vagina para sustituir la membrana perdida. La sencilla operación no tarda más de media hora. Las clientas son todas chicas musulmanas, de familias inmigrantes que están a punto de casarse, mejor dicho, de que las casen. Si el esposo descubre que falta el sello de garantía, la novia será regresada a sus padres envuelta en la vergüenza y la humillación que será para todo el clan.

Ni de aquí ni de allá

man childDespués de la Segunda Guerra Mundial, Alemania se recuperó rápidamente y su industria resurgió de las cenizas, expansiva y poderosa. Sin embargo, faltaba mano de obra. El Holocausto vació pueblos y ciudades, así que se hizo una campaña oficial para buscar "trabajadores huéspedes" (Gastarbeiter, en alemán) en países como España, Grecia y Turquía. En la posguerra, además de trabajo, los alemanes ofrecían premios para animar a los turcos a laborar en la República Federal Alemana durante una temporadita como obreros en las fábricas, en los rastros y, más adelante, recolectando la basura y demás labores que los germanos medios no querían hacer. Lo que nadie se imaginó es que los turcos se quedarían, tendrían hijos, nietos y poco a poco serían puente para una constante inmigración que se acentuaría con las dictaduras militares en su país de origen y las políticas de exterminio contra el Kurdistán.

Los hijos de esos inmigrantes, culturalmente no son turcos al ciento por ciento, ni alemanes; son una mezcla de ambos. Hablan alemán, han ido a la escuela y viven en Alemania, al tiempo que en casa hablan turco, reciben las tradiciones, la lengua, la religión y los valores de sus ancestros otomanos. El resultado es una mezcla que a veces los desgarra en la confrontación de valores como la virginidad o el papel de la mujer en la familia y la sociedad. El contraste es grande pues las mujeres en Alemania han conquistado muchos derechos, autonomía económica y tienen más elementos que las turcas o las latinoamericanas para defenderse del machismo.

Los valores alemanes contemporáneos respecto de la sexualidad son diametralmente opuestos a los mostrados por los turcos. Estos últimos tienen una comunidad que no es homogénea. Sin embargo, la constante es la discriminación de sus mujeres. Si éstas quieren una mayor independencia, decidir sobre su futuro y defenderse, tienen que romper lazos culturales y emocionales. Tienen que tomar la enorme decisión entre seguir el camino de sus madres y abuelas o el de las alemanas.

La manchita del honor

Hay un grupo turco muy activo en Alemania que equivale a Provida en México; se llama Los Lobos Grises y su función es mantener los valores tradicionales, que se traducen en arreglos matrimoniales entre familias y la estricta observancia de la conducta sexual que dicta la religión y la costumbre. La disciplina, en términos sexuales, es autoritaria y macho-céntrica. Los Lobos Grises actúan sobre los padres de familia para que no permitan "desviaciones culturales" en su familia, mucho menos si se trata de las hijas, lo cual es muy difícil lograr viviendo en Occidente.

La recesión en el país germano, declarada por las autoridades gubernamentales desde el verano pasado, asestó el primer golpe a los musulmanes inmigrantes que se vieron forzados a cerrar filas, a reconcentrarse en el gueto. Los bombazos del 11 de septiembre simplemente sirvieron de pretexto perfecto para justificar la xenofobia.

Ahora, las muchachas musulmanas sufren una discriminación mayor; se cierran las puertas laborales, las sociales y sólo queda volver a la tribu. Pero la aceptación tiene sus reglas, de ahí que las pequeñas clínicas reconstructoras del himen sean una tabla de salvación.

El nuevo símbolo se prepara con tejido tomado de la misma vagina y es zurcido de tal manera que con el coito haya sangrado. Según la tradición, para demostrar la consumación exitosa del matrimonio hay que mostrar la sábana manchada, pero no todas las mujeres sangran con el rompimiento de su himen. Las cirujanas plásticas (todas mujeres) garantizan la manchita del honor. Estas intervenciones quirúrgicas tienen precios que oscilan entre los 300 y 500 marcos (de 137 a 228 dólares).

Me imagino que si en México se abrieran estas clínicas habría tumultos, tanto de mujeres en dificultades morales como de protestas de Provida y grupos afines.

Oí la historia de una chica mexicana perteneciente a una "familia decente" que tuvo un mal paso y su papá la llevó con el cirujano plástico. El médico preguntó si quería que le reconstruyera el himen a la muchacha. El padre colérico le contestó: "¡Lo que quiero es que le quite esa cara de felicidad!" *