Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Domingo 3 de febrero de 2002
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Política

Néstor de Buen

Busco una ideología

Se gratificará a quien encuentre una ideología en buen estado.

Partidos Políticos.

No cabe duda de que aquel escritor, me parece que japonés (ƑFukuyama?), que anunciaba el fin de las ideologías, tenía bastante razón. Podríamos investigar en otros rumbos, por ejemplo Europa, donde la idea de una socialdemocracia difiere bastante del pensamiento del coqueto de Ferdinand Lasalle, el hombre que murió en un duelo por una mujer, que siempre le gustaron mucho, ideología a la que me adhiero con entusiasmo.

La socialdemocracia: un marxismo moderado, excluyente de dictaduras del proletariado y amigo de compartir, vía electoral, el mando en los gobiernos, pero con un notable sentido social, hoy sirve como nombre, pero no como actitud de los gobiernos y partidos que la invocan. Ahí tenemos al joven Blair, triunfador absoluto ya en dos elecciones y cuyo sentido social no se encuentra tampoco en las obras de su asesor Giddens, el de los otros senderos. Y lo mismo pasa con Jospin y Schroeder y ha pasado por otras latitudes más mediterráneas antes de que las administraran los hoy representantes de la vieja derecha española, un franquismo para andar por casa.

Del viejo anarquismo de Bakunin, tan influyente en nuestra Revolución, particularmente en la obra y conducta de los Flores Magón, ya queda muy poco. Y el socialismo marxista, luchaclasero, intransigente con los imperialismos (aunque también lo fue cuando se convirtió en poder en la URSS), queda también menos. El anarquismo tenía, por lo menos, una vena romántica. El comunismo, un feroz sentido de disciplina, medallas al trabajo y sujeciones estrictas a los planes quinquenales que de románticos siempre tuvieron muy poco. De lo que tuvieron mucho fue de heroísmo. La guerra de España y, entre muchas otras cosas, la batalla de Stalingrado, fueron buena prueba de ello.

Los hoy variopintos candidatos a dirigir nuestros partidos políticos no parece que en sus campañas manejen ideas. Es visible la simple y sencilla lucha por el poder, que se ha convertido en sí mismo en el objetivo a lograr. Las ideologías se cambian por reglas de mercadotecnia y ya sabemos, por clara y vigente experiencia, que las reglas del mercado te hacen comprar, pero al final te das cuenta de que el producto no sirve.

Lo preocupante es que las razones que en el siglo xix dieron lugar a las ideologías sociales: al socialismo utópico, que era precioso, con los falansterios inventados por François Marie Charles Fourier, que nunca puso en práctica y que sí ejecutó Robert Owen al crear su New Harmony en Estados Unidos; al marxismo científico del monstruo Carlos Marx y su socio Engels; o al anarquismo libertario de Proudhon y Bakunin, sin olvidar, al final del camino: mayo 1891, la Rerum Novarum, de León XIII, hoy esas razones subsisten y agravadas.

La explotación de los hombres y mujeres por la Revolución Industrial generó aquellas reacciones. Hoy el neoliberalismo, que ha visto en la caída del Muro de Berlín en noviembre de 1989 el final de sus angustias y guerras frías, es más explotador que nadie antes, porque no sólo explota al trabajador, sino que hace lo posible por sacarlo del mercado de trabajo y sustituirlo por máquinas. Madame Forrestier ha dicho con gracia dramática que más vale ser explotado que no ser explotado en el desempleo.

Hay que regresar a los viejos tiempos del siglo xix y reconstruir las ideologías que permitan darle sustancia a la actividad de los partidos políticos. La simple lucha por el poder acaba en el puro ejercicio del poder, sin alma social. Y si no faltan motivos para que esa alma social exija de nuevo ser la protagonista, lo que debemos hacer es poner en su lugar a los candidatos sin ideas y elegir candidatos que sin temor a las viejas concepciones políticas, pero intentando su adecuación a los viejos tiempos, vuelvan a decir que son utopistas, comunistas, anarquistas o socialdemócratas. Sin olvidar a la teología de la liberación, que en nuestra América ha desempeñado un hermoso papel.

También podrían utilizar otros nombres, que no faltarán. Pero lo que es indispensable es que nos ofrezcan ideales y no sólo administraciones. Habrá que buscarlos, tal vez, en las viejas bibliotecas y en las librerías de viejo.

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