DOMINGO 3 DE FEBRERO DE 2002


Las guerras olvidadas

Sierra Leona: heridas que no cierran

Tras una sangrienta guerra civil que duró 10 años, Sierra Leona está tratando de sobreponerse, con valentía, al trauma. Pero las heridas aún son profundas, tanto moral como físicamente, y la crisis económica es tan fuerte que, si no hay más ayuda internacional, se teme que podría desatarse nuevamente la guerra

Emmanuel GOUJON

Freetown, Sierra Leona. Kissy, un pequeño pueblo a unos 25 kilómetros de Freetown, parece escenario de Hollywood: en las calles de tierra lo único que uno ve son las paredes exteriores de las casas destruidas y quemadas por los bombardeos, ventanas rotas, techos abiertos... Pero aún en estas ruinas, los habitantes han comenzado una nueva vida, han rellenado los agujeros en el camino, han puesto lonas de plástico encima de las pequeñas tiendas. Todos ellos tratan de olvidar las atrocidades de las que fueron testigos durante 10 años en este pequeño, caluroso y roto país de Africa Occidental.

MontajeEn enero de 1999, Kissy fue ocupado durante unos pocos días por tropas rebeldes. El Frente Revolucionario Unido (RUF, por sus siglas en inglés, dirigido por el cabo Foday Sankho) estaba realizando una ofensiva contra la capital de Sierra Leona, Freetown, y Kissy fue uno de los primeros pueblos aledaños destruidos. Mucha gente fue asesinada, otros huyeron y perdieron todo.

"Entraron a mi taller y dijeron que querían a Sankho libre. Traté de explicar que no había nada que nosotros, gente pobre, pudiéramos hacer al respecto, pero prendieron fuego", cuenta Aboubacar Mousaray, un mecánico de 47 años. Y añade: "No tengo el dinero para reparar mi techo, pero de todos modos estoy trabajando de nuevo. Todos les escribimos al gobierno para pedir ayuda, pero somos personas de poca importancia y no hacen nada por nosotros".

Al lado de su taller hay una pequeña escuela musulmana recién reconstruida. Los carpinteros están terminando de hacer las mesas y las bancas para los 600 estudiantes. Un letrero en la calle indica que la obra fue realizada con donativos de Koweïty y Arabia Saudita, y con el apoyo de la Comisión Gubernamental para la Reubicación, la Rehabilitación y la Reconstrucción (NCRRR, por sus siglas en inglés). "Aún no tenemos un presupuesto porque no tenemos una evaluación total de la destrucción. Por ahora sólo entramos a los lugares donde hubo desarme, y es muy difícil de calcular cuánto va a costar la reconstrucción", explica Khanja Sesay, el director de la NCRRR. Y añade: "Es un asunto urgente, es una tarea enorme y estamos tratando de convencer a la gente de que regrese a sus hogares".

Según la NCRRR, durante la guerra fueron destruidos 3 mil pueblos, mil 700 escuelas y 400 centros de salud. El 50% de la población fue desplazada dentro del país. 500 mil sierraleoneses buscaron refugio en los Estados vecinos. Las áreas más devastadas tras los combates son los distritos de Kambia (al norte) y Kon (al este). El gobierno juntó 65 millones de dólares para la reconstrucción, cifra que ni siquiera alcanza para cubrir la mitad de las necesidades. Así que los sierraleoneses están tratando de salir adelante y sobrevivir sin la comunidad internacional y sin el gobierno.

En el centro de la capital, la mitad de la calle Liverpool fue destruida, pero hoy casi todas las residencias están reconstruidas. "Estamos construyendo solos, con nuestro propio dinero, nomás esperando que la guerra no comience de nuevo", dice uno de los muchos habitantes prósperos del área, y muestra los ladrillos, la arena y las láminas de metal en la calle.

Las cicatrices de la guerra

Sierra Leona es un país donde encuentras coraje a la vuelta de cada esquina. En el campamento Aberdeen Road, hecho con lonas de plástico y madera, viven 200 amputados con sus familias. Cheik Conte usa una máquina de coser con pedal y laboriosamente cose una vestimenta con la mano que el salvaje conflicto le dejó. El y los otros que habitan la unidad especial sufrieron la amputación de alguna de sus extremidades durante la guerra civil en la que espantosos crímenes fueron cometidos por todos los bandos.

El campamento, ubicado en la zona Aberdeen de Freetown -una pintoresca ciudad entre los montes y el profundo mar azul- es un doloroso recuerdo de la pesadilla que comenzó en 1991 cuando el RUF inició la guerra civil. Los rebeldes del RUF, una milicia civil apoyada por el Estado y el Ejército de Sierra Leona (SLA, por sus siglas en inglés) están acusados de violaciones a los derechos humanos durante este periodo, incluyendo asesinato, secuestro, violación y amputaciones. No hay cifras exactas, pero es un hecho que decenas de miles de sierraleoneses murieron o sufrieron una brutal tortura.

Los residentes del campamento, como Maimouna Kamara de 18 años, cuentan sus historias de terror personales sin inmutarse: "Un día, los rebeldes llegaron y le pidieron a la gente que se alineara. Eramos 20. No dijeron nada, simplemente comenzaron a descuartizarnos. Algunos murieron, otros huyeron al monte". Kamara dice que no desea volver a su hogar, porque "en el pueblo, los otros, los que tienen dos manos, puede ser que no me acepten". Gibrill Sesay, de 43 años, el jefe del campamento, dice: "Sé quién me hizo esto, es un sargento del SLA. El era mi amigo, y yo solía prestarle mi generador. Un día me encontré con él y sus cuates, ocho de ellos violaron a mi esposa antes de acuchillarla (a muerte) con una bayoneta. El me cortó la mano".

De los 227 amputados en el campamento Aberdeen Road, 15 tienen menos de 15 años. Las víctimas viven con sus familias, así que en total hay 2 mil 8 personas viviendo aquí desde 1999.

Alhussein Toure, de 26 años, levanta una mano sin dedos y apunta al espacio donde una vez estuvo su oreja. "No sé por qué me hicieron esto, no entiendo".

Los habitantes del campamento viven en condiciones lastimeras. Cada uno tiene un diminuto -y caluroso- cuarto en el cual duerme con su familia. Las mujeres cocinan y lavan al aire libre. El líder del campamento, Sesay, acusó al gobierno de usar amputados para juntar fondos de donadores internacionales, en vez de permitirles regresar a casa. "Todos nos queremos regresar a casa, pero el gobierno está cuidando más a las personas que nos hicieron esto que a nosotros. Simplemente nos muestran a los medios y a los donadores y nos mantienen aquí, como en un zoológico, para recabar fondos", dice. Y explica que el programa de desarme que se lleva a cabo con el fin de terminar con la década de terror no significa nada para personas como él.

Actualmente, varios organismos internacionales, incluyendo a Médicos Sin Fronteras, Handicap International y el Programa Mundial de Alimentación, llevan a cabo programas vocacionales -elaboración de jabón, carpintería, sastrería- en el campamento para tratar de borrar las cicatrices psicológicas.

Los niños "marcados"

mas-soi.jpgPero también hay cicatrices físicas muy duras de borrar: según la UNICEF, cerca de 10 mil niños fueron separados de sus familias durante la guerra y unos 5 mil 400 fueron obligados a pelear. Cientos de ellos fueron marcados, literalmente, como ganado.

La penosa vida de John Saydou, de 14 años, tuvo un radical cambio desde que la cirugía plástica borró las marcas que la guerra dejó sobre su pecho. Saydou es uno de los 27 niños que fueron operados por los "doctores internacionales" en el hospital de Lungi, al lado de Freetown. Todos fueron cruelmente marcados por combatientes, quienes usaron cuchillos o pedazos de vidrio para ponerles una marca de por vida. Las "marcas de identidad", grabadas en sus pechos o en otras partes del cuerpo dicen: RUF, SLA.

"Yo estaba pequeño cuando me pusieron RUF en el pecho con un cuchillo. Me había escapado para regresar con mi familia y cuando los rebeldes me agarraron, hicieron esto", dice. Así, añade, prevenían huidas futuras. Saydou dice que su vida cambió tras la operación: "Quiero ser un sastre o tener una tienda de abarrotes, como mi padre, y sin las marcas ya no me van a rechazar".

Una docena más de niños está en el hospital para que les realicen una cirugía correctiva. Desde el 22 de agosto, 27 niños han sido operados. 18 más están en lista de espera. La iniciativa es organizada por la International Medical Corps (IMC), una organización no gubernamental con sede en Estados Unidos, en colaboración con la UNICEF. El cirujano italiano Crescenzo D'Onofrio admite que remover las letras deja otra cicatriz, pero añade, "los chavos quieren una operación para borrar su pasado".

Aissatou, de 28 años, fue capturada por rebeldes RUF después de que mataron a su marido. Un "comandante" rebelde la convirtió en su esclava sexual y tuvieron un hijo, quien murió en la guerra. "Quería escapar porque él me forzaba, el me recapturó y me hizo eso con una navaja. Estaba tan molesto que incluso trató de matarme aventándome una granada", dice mientras muestra una cicatriz en su busto.

Kadijatu, una hermosa joven de 15 años, escapó de ser marcada pero sufrió una horrible herida en la pierna que ahora se va a operar. "Yo no fui marcada porque no me traté de escapar. Yo era una combatiente. Antes de cada ataque nos inyectaban cocaína... Me hirieron mientras atacábamos a Kamajors (una milicia civil apoyada por el Estado)", explica. Y añade: "Muchos no sabían que estaba en el monte. Por eso quiero que desaparezca la cicatriz y regresar a la escuela a estudiar computación".

La fiebre de los diamantes
 

Koidu, Sierra Leona. Recientemente, la misión de la ONU en Sierra Leona (UNAMSIL, por sus siglas en inglés) declaró que la guerra había terminado. El proceso de desarme ya casi finaliza y las elecciones generales van a llevarse a cabo el próximo mayo.

Con todo y traumas, los sierraleoneses tienen que sobrevivir, y buscan cualquier medio para hacerlo. Algunos de ellos buscan diamantes ?la comunidad internacional les llaman "diamantes de sangre"?, los cuales eran, hasta hace poco, usados principalmente para financiar la guerra.

En una reunión tripartita entre el grupo rebelde RUF, el gobierno de Freetown y la UNAMSIL, acordaron, el 17 de julio, prohibir la minería en Kono, la región del este rica en diamantes. Pero si se mira desde el cielo, el pueblo Koidu ? la cabecera distrital de Kono, a 250 kilómetros al este de Freetown? se ve punteado con hoyos y cráteres hechos por buscadores de diamantes. A pesar de los patrullajes diarios realizados por más de 17 mil miembros de las tropas para el mantenimiento de la paz en Sierra Leona, la minería continúa practicándose.

"No quiero ser un soldado, dejé las armas y no me dieron nada a cambio así que estoy probando suerte aquí. Muchos de mis compañeros están haciendo esto en vez de atacar civiles", dice Ibrahim Kourouma, un ex combatiente del RUF. "Vine de Freetown hace dos semanas. Soy un civil. No he encontrado nada", dice Samuel Georges, de 28 años. Kono ha visto que llegan personas desde que la UNAMSIL se instaló aquí y muchos se sintieron atraídos por las piedras preciosas. Mohamed Yerima, el vocero militar de la UNAMSIL, dice: "Todos están en la minería en este país excepto UNAMSIL. El gobierno y los rebeldes dijeron que se vigilarían entre sí, pero no lo han hecho. Nosotros venimos para mantener la paz. Nuestro mandato no es controlar la extracción de los diamantes, eso le toca al gobierno".

El vocero rebelde, Gibril Massaquoi, tajantemente culpa a Freetown del fracaso de la prohibición. En el anterior acuerdo de paz que fue firmado, añade, habían quedado en "el establecimiento de una comisión para la administración de los recursos minerales estratégicos, la reconstrucción y el desarrollo, que se suponía que iba a estar encabezada por el RUF. Pero las autoridades no quieren que funcione la comisión".

Un comerciante de diamantes, en el negocio desde hace 30 años, confirma: "Nadie ha dejado de minar un solo día, pero el problema es que el país, en sí, nunca se ha beneficiado de los diamantes. El RUF obtiene al menos 100 millones de dólares al año de los diamantes. Sus miembros están muy organizados, venden a Abidjan, Banjul, Liberia, Antwerp, Nueva York, a todos lados. Todos los excavadores trabajan directa o indirectamente para el RUF. Siempre ha sido así, el gobierno no está dispuesto a tomar el control... Hay mucho contrabando".

Según un equipo de expertos de la ONU que visitó Sierra Leona en septiembre del año pasado, el volumen del comercio de los "diamantes de sangre" varía entre 25 y 125 millones de dólares al año. El ministro de Justicia de Sierra Leona, Solomon Berewa, explica: "La moratoria dice que los diamantes pueden ser extraídos pero no usados para comprar armas. No me gustan los términos 'diamantes de sangre', 'diamantes de la miseria'... Los diamantes no deberían de estar en posesión de la gente que quiere hacer la guerra. Pero es normal que la gente pruebe su suerte".

Sierra Leona impuso un estricto régimen de certificación para vigilar el comercio de los "diamantes de sangre". Freetown emitió alrededor de 96 certificados a compañías exportadoras de diamantes para frenar el contrabando y el comercio de "diamantes de sangre", y oficialmente, el país exportó un total de 132 mil 394 quilates entre octubre de 2000 y mayo de 2001, con una ganancia de 17.34 millones de dólares.

¿Cuál futuro?

may1Ahora que comienza a haber una situación de paz, Sierra Leona es amenazado con una crisis política proveniente de las sospechas mutuas entre el gobierno, los rebeldes y la milicia civil.

A pesar de que oficialmente el proceso de desarme finalizó desde el pasado 8 de enero, las heridas políticas del país son difíciles de curar. Un gran obstáculo es la demanda del RUF de un gobierno de transición que dirija el país hasta las elecciones de mayo próximo. El gobierno del presidente Ahmad Tejan Kabbah rechazó la demanda por inconstitucional. Sin embargo, su periodo terminó en septiembre pero fue extendido por segunda vez bajo una provisión especial para situaciones de emergencia.

Massaquoi, el vocero de los rebeldes, cuyo grupo está tratando de convertirse en una entidad política que pueda contender en las elecciones, escoge la línea dura: "Las elecciones no tendrán lugar, hasta (el secretario general de la ONU) Kofi Annan pidió discusiones antes de que se llevaran a cabo. No estamos de acuerdo en que la contienda sea el 14 de mayo, las condiciones no están dadas... Un solo grupo no puede determinarlo... El gobierno está patinando sobre hielo muy delgado y eso puede resultar en un caos o en otro conflicto, aunque ya no estemos dispuestos a pelear".

Victor B. Foh, del partido opositor Congreso de Todos, expresa que "el gobierno le teme a la urna. Su nivel de popularidad es muy bajo, no es sincero respecto a llevar a cabo elecciones libres. Puede engañar a la gente". Para Berewa ?quien también es el principal mediador en las pláticas con los rebeldes?, el gobierno no metió mano en elegir la fecha de las elecciones, sino una comisión nacional electoral independiente.

Según Foh, toda la oposición está unida en su demanda por establecer un gobierno de transición y acusó a la comisión nacional electoral de ser un "títere" de la administración actual. "No hay tiempo suficiente como para que la oposición haga una campaña", explica. "No tenemos confianza entre nosotros, ¿cómo puedes confiar en personas que tomaron las armas para matar a tu madre y a tus hijos?"

El "efecto Bin Laden"

Otra amenaza es la indiferencia de la comunidad internacional, situación que empeoró después de los ataques terroristas del 11 de septiembre.

Funcionarios de la ONU han advertido a la comunidad internacional del peligro de olvidar a Sierra Leona, donde hay una frágil paz que no puede mantenerse en pie sin la ayuda extranjera. Con alrededor de medio millón de personas en Sierra Leona que aún dependen totalmente del apoyo del WFP, los funcionarios no han ocultado su temor de que el llamado "efecto bin Laden" ?más de una cuarta parte de la ayuda internacional está etiquetada para Afganistán? va a dañar otras operaciones de mantenimiento de la paz de la ONU en el mundo, incluyendo a Sierra Leona.

Los funcionarios comparan dos estadísticas oficiales de ayuda para respaldar su argumento: para el año 2002, 100 mil toneladas de alimentos serán enviadas a Sierra Leona y sus vecinos Guinea y Liberia, mientras que Afganistán va a recibir 52 mil toneladas de alimentos al mes. Empleados del WFP en Sierra Leona no quieren menospreciar la seriedad de la crisis alimenticia que enfrentará Afganistán tras dos décadas de guerra y tres años de sequía, pero temen que, conforme son revisadas las prioridades políticas internacionales, hay un riesgo real de que los programas de ayuda en Africa Occidental sean reducidos.

Ese temor fue hecho público el pasado noviembre por el director regional del WFP, Manuel da Silva, quien dijo: "Tendremos que reducir nuestros programas humanitarios en Sierra Leona, Guinea y Liberia si no recibimos mayores contribuciones de donadores internacionales". Ya desde ahora, el abasto de suplementos alimenticios de soya, indispensables para luchar contra la desnutrición, especialmente la infantil, están escaseando en la región. Da Silva añadió: "Sin alimentos, no puede haber ni una paz duradera ni democracia ni desarrollo. Sin esta ayuda, países como Sierra Leona están en riesgo de, una vez más, caer en el ciclo de la violencia y la desesperación".* (Traducción: Tania Molina Ramírez)