Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Martes 5 de febrero de 2002
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Política

Ugo Pipitone

México según un nuevo mexicano

Hay algo inquietante en asumir en edad adulta la ciudadanía de un país distinto al de origen. Y es la impresión de ser irremediablemente inadecuado frente a la tarea de sintetizar lo mejor (o lo "menos peor") de las dos naciones que viven en uno. Cuando todavía no se termina de entender gran parte de la historia del país de origen, uno se enfrenta a la necesidad de entender el presente de su país de elección. Y dos tareas de por sí complejas, y de éxito incierto, se mezclan produciendo laberintos de ideas y sentimientos.

Y si se da el caso que el país de origen sea Italia y el de elección sea México, en fin... hay en qué entretenerse. En los dos casos, la historia no fue el giro de un vals. Tierras antiguas recorridas de conflictos que cambian de forma y se traspasan de una generación a otra, fracturas en el tiempo, traumas colectivos, continuidades inesperadas, extraordinarias realizaciones y asombrosos retardos.

En el momento en que este humilde escribiente se vuelve novel mexicano, es inevitable que el primer artículo del nuevo ciudadano ponga a México donde está: en el centro de sus intereses y, obviamente, sus mejores esperanzas. Una antigua cultura que encaró hace 500 años las formas violentas de la globalización en sus primeros pasos, se enfrenta hoy a la gigantesca tarea de abrirse al mundo conservando lo mejor de sí misma. Lo que se dice fácil y constituye, sin embargo, un reto de extraordinaria complejidad. ƑQué es lo mejor que debe ser conservado o renovado del propio patrimonio de cultura y experiencias de vida? ƑQué es lo mejor que viene de afuera y qué se ha vuelto imprescindible para acelerar el paso del país? Nuestras distintas respuestas a estas preguntas, podemos estar seguros, entretendrán, con sus propios aportes, a nuestros hijos y nietos.

En el momento en que el país emprende cambios para enfrentar los retos que vienen de un contexto global (tan ineludible como turbulento y prometedor), necesita abrirse internamente a experiencias y reflexiones sociales sobre lo que quiere conservar, renovar o abandonar de la propia identidad colectiva. Pero, Ƒcómo emprender el camino hacia la construcción de una nueva-antigua identidad, pisando terrenos inseguros en las regiones de la justicia y la democracia? México ya tuvo un intento de modernización hacia afuera con conservadurismo interno: fue el porfirismo y conocemos la generosa estela de consecuencias nefastas que dejó a las generaciones posteriores.

Un México que siguiera su marcha de integración mundial conservando sus antiguas, y por desgracia vivas, fuentes de fragmentación social y simulación democrática, simplemente no sería sostenible. Y las consecuencias no serían favorables para nadie: ni para México ni para el mundo. Pongamos el asunto en términos prosaicos. Participar de los grandes juegos y oportunidades globales supone disponer de dos requisitos internos que son, más o menos, comunes a las mayores democracias del mundo: un tejido social (relativamente) integrado e instituciones (relativamente) creíbles.

Para lo primero nos hace falta un proyecto de largo plazo que permita conciliar el crecimiento acelerado que requerimos, con una seria redistribución del ingreso que supere las formas más desesperantes de pobreza. Por el momento, sin embargo, seguimos cabalgando el corto plazo, como si el largo plazo fuera exclusivo dominio de buenos deseos. Para lo segundo -la credibilidad social de las instituciones- nos falta un largo camino que, apenas empezado, parecería haberse detenido. Y yo, como nuevo mexicano, me hago la pregunta de todos: Ƒpor qué? No he escuchado a últimas fechas hablar seriamente ni de estrategias económicas de largo plazo ni de reforma del Estado. Y me atrevo a pensar que se trata de dos ausencias que sería sensato que no existieran.

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