Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Viernes 8 de febrero de 2002
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Espectáculos

Leonardo García Tsao ENVIADO

Mareos y decepcionesen la 52 Berlinale

Berlin, 7 de febrero. l segundo día de la Berlinale no ayudó a quitar la desabrida impresión dejada por Heaven, de Tom Tykwer. La concursante británico-irlandesa Bloody sunday (Domingo sangriento) pretende la reconstrucción de la masacre de civiles inermes a manos del ejército inglés, durante una marcha pacífica ocurrida en Londonderry hace 30 años. Lástima que su director Paul Greengrass esté, como su apellido lo indica, demasiado verde para recrear el desarrollo de las acciones con una intensidad dramática que no excluya el rigor histórico. En lugar de mostrar los hechos, Greengrass se dedica a borrarlos mediante el abuso de un tono de verismo documental. Con imágenes de grano abierto y colores deslavados, la cámara no deja de moverse con tambaleantes tomas, paneos y zooms, de salirse de foco o acercarse demasiado, recursos que sólo provocan la confusión del espectador y el desperdicio cinematográfico de un capítulo decisivo en la guerra de Irlanda del Norte.

El guión del mismo cineasta no establece otra cosa que un esquemático lugar común: los soldados británicos actuaron de mala fe, movidos por el rencor y el miedo, mientras los irlandeses católicos fueron víctimas de un brutal atropello de sus derechos humanos. Lo irónico es que si Greengrass hubiera optado por hacer un documental con pietaje auténtico, el resultado estaría mejor filmado y sería un testimonio mucho más elocuente. Por culpa de su mareante estética, Bloody sunday hace urgente tomar dramamina antes que conciencia política.

Activo desde fines de los ochenta, Greengrass no parece haber aprendido nada en una década de ejercer su oficio. Sin embargo, es más triste comprobar cómo un realizador ha perdido la fuerza y la complejidad dramática de los inicios de su carrera. Ese es el caso del chino Zhang Yimou, de quien se exhibió, fuera de concurso, Xingfu Shiguang (Tiempos felices), historia en extremo simple sobre cómo un jubilado prángana intenta ayudar a una joven ciega con el fin de casarse con su madrastra. Después de la grandeza épica de Vivir (1994), la obra de Zhang se ha diluido en esfuerzos derivativos más afines con el cine mexicano de los cuarenta, que con la mirada crítica y renovadora asociada a la quinta generación del cine chino.

Después de Ni uno menosremake infantil de Río escondido?) y El camino a casa (Ƒhomenaje involuntario al melodrama campirano tipo Pueblerina?), Zhang se acerca en Tiempos felices a los terrenos de Ismael Rodríguez con personajes pobres que son toda bondad y altruismo. Malo que la película es también pobre en ideas, pobre en ejecución. Cada vez se ve más lejano el año 1986, cuando el director se convirtió en una revelación mundial al ganar precisamente en Berlín el Oso de Oro con su ópera prima, Sorgo rojo.

Una novedad de la administración de Dieter Kosslick dejó en el azoro a varios invitados. La ceremonia de inauguración, por costumbre un trámite breve y sobrio, tardó casi dos horas entre interminables discursos que parecían improvisados -por lo visto, Kosslick siente la necesidad de hacerse el chistoso-, penosos números musicales y errores de organización dignos de un festejo provinciano. Al menos el suizo Moritz de Hadeln tenía la ventaja de saberse antipático, y las risas sólo las provocaba con su uso incorrecto del alemán.

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